Desde el comienzo de esta semana los peores temores han vuelto a aflorar en el mercado de la mano de uno de los principales bancos de Europa, el Deutsche Bank (DB). Es el temor ante la incertidumbre por uno de los bancos conocido como ‘too big to fail’ (demasiado grande para caer)

 

La reacción de los mercados es una muestra de que el saneamiento de la banca aún no está terminado y que en el marco de la explosión de la burbuja de capital ficticio que se ha acelerado a comienzo de este año, como muestra la enorme desvalorización bursátil, se exacerba la guerra financiera entre Estados Unidos y Alemania.

Tras sufrir el lunes su mayor caída en bolsa en siete años, el banco más grande de Alemania se ha visto obligado este martes a lanzar un mensaje tranquilizador, asegurando que tiene fondos suficientes para hacer frente al pago de la deuda convertible en acciones que emitió en 2014 por 4.600 millones de euros para fortalecer su capital (lo que en jerga financiera se llama CoCos) tanto este año como el que viene. Esto hizo subir fuertemente sus acciones el miércoles (y con estas, la de toda la banca europea). Pero las dudas sobre este megabanco están lejos de haber desaparecido. Es así que el “mercado” duda de la capacidad para cumplir con sus obligaciones por su deuda de mayor riesgo, y prueba de ello es el fuerte incremento de su CDS -seguro frente a impago-, cuyo precio se ha disparado más del doble este año, mientras que se han hundido en bolsa casi un 50% desde diciembre. Ahora mismo, las acciones del banco están en el nivel más bajo de su historia.

Una extraña conferencia

Las acciones del DB han caído a sus mínimos en 30 años esta semana ya que las pérdidas en los mercados bursátiles y los temores sobre la economía global llevaron a los inversores a una “huida a la calidad” con su dinero. En este marco, el pasado martes el CEO del Deutsche Bank, John Cryan, se vio obligado a emitir un comunicado para tranquilizar a los inversores de que el banco está «absolutamente sólido como una roca» y continuará haciendo los pagos programados.

Ese tipo de revelación es altamente inusual en el mundo de la banca, que es un negocio ultra secreto. Al contrario de lo buscado, estos comentarios pueden haber alimentado las sospechas de que algo está pasando. No obstante los precios de las acciones se recuperaron el miércoles. Esto fue probablemente luego de conocerse los informes de que el Deutsche Bank está considerando la recompra de parte de su deuda para detener cualquier nueva pérdida.

Una caída de rentabilidad record

La entidad alemana registró el año pasado las mayores pérdidas en sus 58 años de historia: a fines de enero la institución bancaria reveló que había cerrado el año pasado con pérdidas netas por unos 6.700 millones de euros. Estas pérdidas son mayores a las que tuvo que admitir en 2008, en plena crisis financiera mundial, cuando registró un balance negativo de 3.900 millones de euros. Después de estos resultados desastrosos los rumores sobre su posible quiebra -ya crecientes a lo largo de 2015- arreciaron. Los analistas económicos señalan que la exposición de derivados especulativos del banco con sede en Frankfurt ha llegado a cifras que anuncian un colapso cercano: el dinero que se encuentra distribuido por todo el mundo en dudosas operaciones financieras alcanza ya los 67 billones de euros, 20 veces el PIB de Alemania de un año (3,60 billones de euros). Los problemas de distintos tipo se acumulan: el gigante bancario se ha visto obligado a pagar en los últimos años 8.000 millones de euros en multas impuestas por la comisión antimonopolio de la Unión Europea por llevar a cabo prácticas corporativas corruptas, como la manipulación del Libor, Tibor y Euribor. Por otra parte, según Bloomberg, en solo tres años el mayor banco europeo se ha gastado 7.000 millones de euros en el pago de abogados y gastos judiciales por las irregularidades y litigios en los que está envuelto. Los analistas se preguntan si los 15.000 millones de euros abonados entre multas y abogados representan un extra coste asumible en la huida hacia delante de uno de los mayores bancos del mundo convencido de que ni el Estado alemán ni la UE le dejarían caer. Además, como coletazo del fraude de Volkswagen -que ha obligado al grupo automotriz a proveer 10.000 millones de euros para hacer frente a indemnizaciones y multas-, el DB tiene que adelantar esa cantidad de dinero, dado que el Grupo (Volkswagen, Audi, Porsche, Skoda, Seat) tiene depositada la mayor parte de sus cuentas en el gigante financiero alemán.

En este marco, la dirección del banco ha anunciado en octubre pasado la mayor reestructuración a nivel interno de su historia. En los próximos dos años, sus responsables plantean el despido de 35.000 trabajadores de una plantilla de 75.000 (grandes partes de los mismos por la escisión de una parte del banco) para reducir los “costos” de explotación y el abandono de 10 países.

La banca no es tan sólida como parece

La explosión de la burbuja de capital ficticio que explicamos aquí está empezando a tener sus costos. Durante estos años de jolgorio financiero y bursátil, uno de los instrumentos más utilizados por la banca europea para reforzar su base de capital y diversificar fuentes de financiación han sido los llamados CoCos, que nombramos al principio. La Banca Central Europea (BCE) jugó un rol central en promover estas prácticas para reforzar sus balances (*). Estos bonos, de alto riesgo, se han emitido de manera generalizada y con enorme éxito en un mundo en el que los inversores buscaban rentabilidad ante la caída de las tasas de interés y en el que se asumía la fortaleza de los bancos, y finalizado su saneamiento, después de la crisis de 2007/8. En 2011, la banca europea emitió 10.000 millones de dólares en estos productos con rentabilidades que llegaban al 10%. Parecía un negocio seguro y el riesgo de impago, mínimo. En 2015 se emitieron más de 70.000 millones de dólares con rentabilidades que no sobrepasaban el 4%. Pero la entrada en una nueva fase de la crisis mundial los ha transformado rápidamente en un producto del que sus poseedores quieren desprenderse, pues podrían ser obligados a asumir la pérdida total de su inversión.

Varios factores alientan esta posibilidad: el peligro de desplome de los beneficios por la política de bajas tasas de interés (o dicho de otra manera la realidad que los bancos se financian más barato gracias a la política ultra acomodaticia de los bancos centrales, pero el impacto de prestar a precios más bajos es mucho mayor y, por lo tanto, sus ganancias pueden verse afectadas negativamente de manera muy importante); la necesidad de una recapitalización para evitar una próxima crisis; y fundamentalmente el rápido deterioro de la economía mundial, que afecta a una banca que había apostado por crecer en los mal llamados países emergentes y China, las materias primas y la financiación de infraestructuras públicas.

En este contexto, no solo el Deutsche Bank, también sus rivales europeos, entre los que destacan Credit Suisse o Barclays, se están viendo sacudidos en la bolsa por unos inversores que buscan ponerse a salvo en el enrarecido panorama económico y financiero. Sin hablar de la banca italiana, con una exposición a una una tasa de morosidad de más del 16%, un record en Europa y que se sostiene artificialmente mediante un plan de rescate frágil que el primer ministro italiano, Matteo Renzi, negoció a principios de enero, en contradicción con los principios del nuevo mecanismo único europeo de resolución bancaria.

Un nuevo capítulo de la feroz guerra financiera entre Estados Unidos y Alemania

Pero si bien todo lo anterior tiene bases materiales, la persistencia y la fuerte difusión de los rumores de quiebra sobre un banco como el Deutsche responden también a una maniobra de Estados Unidos en el escenario de la guerra económica entre Washington y Berlín sobre quién pagará los platos rotos de la crisis mundial con una montaña de capital ficticio, cuya rentabilidad futura no existe más, y que en lo esencial se ha pateado hacia adelante. Así, entre otros, el banco estadounidense CITIBANK sostenía en una reciente nota el pasado 28/1 que los ratios de capital del DB están muy por debajo de los de sus competidores y que en 2017 requerirá un aumento de capital de hasta 15.000 millones de euros (cuestión que el propio banco alemán este martes intentó despejar negando la necesidad de tal ampliación de recursos propios).

Guerra financiera y geopolítica que viene agitando las aguas del Viejo Continente en especial desde la crisis del euro, a la vez que ante el interés y/o la posibilidad Alemana de desmarcarse de la agenda geopolítica que Norteamericana quiere imponer a Europa, en especial en el conflicto sobre Ucrania. La realidad es que la nueva fase de la crisis mundial a diferencia de la actitud unificada imperialista frente a la crisis financiera y económica de 2007/8, puede exacerbar las disputas entre las principales potencias imperialistas, agregando un elemento cualitativo de incertidumbre a la realidad meramente económica, debido a que el control en el manejo de la crisis va a ser puesto a prueba de una manera más dura que en su respuesta a la catástrofe abierta luego de la caída de la Lehman.


(*) En el escenario posterior a la crisis de 2007/8, este era presentado como el título perfecto en caso de salvataje bancario: los mismos son los primeros en ser convertido automáticamente en acciones -antes de recurrir, si es necesario, a otros acreedores e incluso los depositantes- permitiendo recapitalizar un banco sin tener que recurrir a los contribuyentes y estados. Precisamente por esas cláusulas los propietarios de los mismos son los primeros en querer desprenderse de ellos frente al raudo giro del contexto económico.

 

Publicado por Juan Chingo

Juan Chingo | @JuanChingoFT :: Ciudad

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