El pasado miércoles el Tribunal Supremo (TS), a través de su Sala de lo Civil, aceptó admitir a trámite la demanda impuesta por la belga Ingrid Sartiau, para esclarecer si ésta es hija del ex Jefe del Estado Español. En la misma reunión, los magistrados del TS decidieron, por otro lado, no aceptar a trámite la demanda impuesta por el mismo motivo del catalán Albert Solà Jiménez al considerarse que no aportaba suficientes pruebas concluyentes.
El pleno de la Sala de lo Civil del TS aceptó las pruebas presentadas por Ingrid Sartiu, en las cuales destaca un acta notarial de la madre de Ingrid, Liliane Ghrislaine Sartiau, en la cual se narra el encuentro entre ella y el monarca en 1965. En este documento notarial Liliane explica la aventura amorosa que mantuvo con Juan Carlos, encuentros que se produjeron durante tres días y que tuvieron un hotel de la Costa del Sol (España) como escenario.
Este periplo judicial fue iniciado por Ingrid Sartiau con la compañía de Albert Solà, en octubre de 2012, siendo inviable su tramitación debido al antidemocrático privilegio de inviolabilidad del cual disfrutaba por aquel entonces el Jefe de Estado. Por este motivo los documentos quedaron archivados hasta que, tras la abdicación del rey Juan Carlos, los privilegios de inviolabilidad desaparecieron.
Sin embargo, ante la posible situación de “vulnerabilidad” del rey Juan Carlos, el Gobierno, de la mano de su ex ministro de Justicia Alberto Ruíz Gallardón, tramitó y aprobó de forma exprés y tan solo con los votos del Partido Popular, una ley que recogía el derecho de aforamiento del rey Juan Carlos, además de otros miembros de la familia real. Este salvavidas enviado desde el Gobierno no es menor. Cualquier acusación o litigio contra el Rey será automáticamente tramitado por el TS, no por un juzgado de “menor categoría” más alejado de las presiones que las altas esferas del poder imponen. Las estrechas relaciones personales y políticas entre los altos estamentos del poder judicial (como el mismo TS), el Gobierno y la Casa Real, tiene como consecuencia que los “aforados” puedan intervenir de forma más directa y oscura en el transcurso de los procesos judiciales.
El rey Juan Carlos se encuentra pues ante su penúltimo caso de escándalo amoroso que, si prospera, traerá consigo pruebas de ADN y juicios. Una piedra más al tejado de la Casa Real, institución que busca de forma desesperada mantenerse a flote en la situación de desplome que el régimen político español está sufriendo. Si bien los escándalos del Rey, algunos amorosos como lo fue en su momento el affaire con Corina zu Sayn-Wittgenstein, o los propiciados por su afición a la caza de osos (sucedidos en Bostwana y anteriormente en Rusia, con el presidente Putin), dejan en entredicho la imagen de esta ya de por si deteriorada y anacrónica institución.