Ada Colau nombra al ex-dirigente del PSC Jordi Martí como gerente del Ayuntamiento. Una primera decisión que tiende puentes con el ala “izquierda” de la casta y aleja todo fantasma rupturista que pudiera inquietar al establishment de la cuidad.
Ada Colau ha anunciado su primera decisión de contenido como alcaldesa de Barcelona. ¿De qué se trata? ¿Prohibirá la contratación pública con los bancos que desahucien? No, ya en su última entrevista a El País aclaró que no iría tan lejos ¿Aprobará una ley para que todos los cargos públicos cobren un salario equivalente al de un trabajador medio? Tampoco, ya aclaró también que eso es sólo el código ético de BeC -aunque 2.200€ está 700 € por encima de la media- pero no lo concibe como una media a imponer al resto de partidos. La decisión no ha sido otra que anunciar el nombramiento del gerente del Ayuntamiento, el segundo cargo con más poder ejecutivo después de la alcaldesa misma.
¿Y a quien ha elegido? ¿A un reconocido activista del movimiento vecinal? ¿Algún activista inmigrante de los que la racista ley electoral impide ser parte de las listas? ¿Algún trabajador municipal reconocido por su lucha por los derechos laborales y contra las mafias de las contratas? Esto podría ser lo esperado para muchos de los que ven en la victoria de BeC como el inicio de una “ruptura” o “revolución democrática”, como la misma Colau ha anunciado en plena campaña. Sin embargo el elegido es todo lo contrario a un perfil así. Se trata de Jordi Martí Grau.
¿Quién es Jordi Martí Grau? Un representante bastante estándar de lo que la misma Colau o Pablo Iglesias vienen hace tiempo denunciando como “casta política”. Un profesional del ámbito de la cultura que ha realizado la mayor parte de su carrera como cargo público de libre designación de los distintos gobiernos municipales del PSC. Veinte años lleva Jordi Martí pasando de cargo en cargo, siempre nombrado a dedo por el consistorio. Su militancia en el PSC ha sido su principal “activo”, o al menos el determinante para que su currículum haya sido el elegido para cargos como la elaboración del Plan Estratégico de Cultura de Barcelona de 1996, el Instituto de la Cultura, Transit Projectes o subdirector del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).
Durante todo este tiempo la fidelidad a los distintos gobiernos municipales fue siempre total. Desde el “frente cultural” contribuyó decisivamente a consolidar el modelo de ciudad levantado durante los 28 años de gobierno socialista y mantenidos por los 4 de CiU. Este frente en el caso de una ciudad como Barcelona, ha sido una pieza clave al tratarse de un modelo de ciudad pensado para el turismo de masas y con una orientación elitista y excluyente para las amplias mayorías sociales. El mismo CCCB es una muestra de ello. Se abría un centro artístico puntero a nivel internacional en el barrio del Raval, que servía de “cara amable” para mantener las políticas de marginalización y hostigamiento contra este barrio popular.
Ni qué decir tiene que nada se conoce, ni se encontrará en las hemerotecas, de que Martí haya levantado la voz en estos 20 años contra las políticas de los ayuntamientos socialistas. Él heredó el mando del grupo municipal del PSC a partir de 2011. Tomó el relevo del ex-alcalde Jordi Hereu, el responsable político, entre otros escándalos, del caso de Ciutat Morta. Sin duda poner al heredero del alcalde del 4F como gerente municipal es un gesto que también servirá para tranquilizar a los mandos de la Guardia Urbana que llevan días haciendo declaraciones defensivas contra cualquier intento de depurar responsabilidades antes los cientos de caso de torturas y malos tratos de los que se acusa a este cuerpo.
¿Qué sentido tiene que Colau nombre como número dos de la alcaldía a este personaje? Muchos medios hacen una lectura de corto plazo, que tiene sentido. Martí rompió con el PSC en julio de 2014 tras ser derrotado en las primarias. Era uno de los representantes del conocido como sector soberanista, partidario de sumarse a la hoja de ruta de Arthur Mas hacia la consulta del 9N. Tras formar un nuevo partido, el Moviment d´Esquerres (MES), integró algunos candidatos en las listas de la ERC para las pasadas elecciones del 24M.
Colau con este nombramiento trata de tender puentes hacia ERC, y secundariamente al mismo PSC, para poder contar con su apoyo en la investidura de este sábado y en los cuatro años de gobierno que tiene por delante. Se confirma, por si quedaba alguna duda, que el “run run del bien común” del que hablaba Colau en los mítines se basará en el acuerdo con el ala “izquierda” de la casta, y en ningún caso se llevará adelante una política rupturista, de insumisión a las leyes injustas como en algún momento se le escapó a la futura alcaldesa y menos aún apoyada en la movilización social.
En un plano más estratégico el nombramiento de Martí es un nuevo gesto de “responsabilidad” y “prudencia” de la futura alcaldesa, equivalente al apoyo de la firma del MWC. Si en aquel momento el destinatario eran los grandes capitalistas con intereses en la ciudad, igual que hizo Carmena con su “cordial” reunión con el presidente de Bankia. Ahora se trata de dejar claro que no se busca ninguna ruptura política con el régimen municipal, pues se quiere contar nada menos que con las fuerzas políticas que han sido piezas clave para su constitución desde las primeras elecciones municipales de 1979.
A días de que se constituyan los nuevos ayuntamientos, los “gestos” y las primeras decisiones de las principales figuras de los “gobiernos del cambio” dejan al descubierto los estrechos límites de estos proyectos políticos para poder abordar una solución efectiva de los grandes problemas sociales y las demandas democráticas que están detrás del apoyo electoral recibido el 24M. Son los primeros botones de muestra que corroboran que la clave para resolver las demandas de la calle y las luchas pasa precisamente por reforzar la organización y movilización social para poder imponerlas, desde una perspectiva de total independencia de los nuevos gobiernos. Este será el único camino para doblarle el brazo a los grandes capitalistas y la “casta política” y no quedar presos de los límites de quienes apuestan por la mano tendida hacia ellos.