Las elecciones municipales del fin de semana pasado han demostrado un cambio importantísimo en el mapa político español. En las más importante ciudades españolas, como Barcelona, Madrid, Valencia o Zaragoza, las listas de derechas han caído estrepitosamente ante el ascenso de nuevas “candidaturas ciudadanas”.
En esta semana se abrieron negociaciones entre diferentes listas, quedeberán pactar para formar gobiernos y una reubicación política general. Dentro del Partido Popular (PP) esto ya se está viendo con los barones que anuncian su “retiro en diferido” y el “espectáculo” de Esperanza Aguirre en Madrid.
Caída en picado del partido de Gobierno
Aunque el PP sigue siendo el partido “más votado” en el conjunto del Estado Español, la caída ha sido tan abrupta como la del PSOE en 2011. Han perdido 2,5 millones de votos y, lo que es peor, gran parte del poder local a manos de muy posibles alianzas entre la izquierda. Ahora ya no tienen las 8 mayorías absolutas de las Comunidades Autónomas que fueron a las elecciones. Incluso la Secretaria General del PP, María Dolores de Cospedal, no podrá repetir como Presidenta de Castilla La Mancha. Es esto lo que abrió la rebelión interna de manera descarada y la discusión del “relevo generacional”.
Esta crisis del PP no es una crisis más. En primer lugar es la crisis del partido de Gobierno y del que más poder ha concentrado al mismo tiempo desde la caída del Franquismo. Y en segundo lugar, es una caída que se suma a la caída del PSOE, las dos grandes instituciones encargadas de gestionar el capitalismo español en los últimos 35 años.
Rebelión en la granja
Esta semana en el PP se ha desarrollado una rebelión interna contra el Presidente Mariano Rajoy; rebelión que se estaba incubando desde hace semanas al calor de las encuestas y las elecciones andaluzas. Los barones y muchos alcaldes del PP veían con preocupación (o más bien con espanto) las elecciones municipales.
El presidente de Castilla y León, íntimo de Rajoy, abrió el fuego y le invitó a mirarse en el espejo antes de decidir si se presentaba a las elecciones generales venideras. Después de la reunión de la ejecutiva del PP han anunciado su retiro diferido los barones de Aragón, Baleares y Valencia respectivamente luego de la bancarrota electoral.
Los gritos del relevo generacional, es decir, de una lavada de cara de la derecha post-franquista, con una nueva imagen y alguna propuesta “reformista”, son la tónica general. La evolución de la fuerte crisis que amenaza periódicamente sobre el PP amenaza con un final a lo UCD: desbandada y cisma de las familias de la derecha. El crecimiento de Ciudadanos es una muestra de ello. Esta “nueva” formación utiliza un discurso neoliberal friendly, buscando el centro político, a la vez que incorpora elementos filo-fascistas entre sus filas.
La eclosión de un régimen
Las luchas internas dentro del PP no son nuevas y ahora que han perdido poder territorial (y quizás La Moncloa) amenazan con llevarse al traste la “obra” de Fraga Iribarne y Aznar. Sin embargo, esto no es sólo la crisis del gran partido de la derecha post-franquista. Sino que es la crisis de un Régimen de dominio capitalista con el cual el gran empresariado ha podido mantener los negocios, expandirlos a Latinoamérica y acabar con históricas conquistas sociales y de los trabajadores.
También está en crisis la izquierda del régimen (PCE e Izquierda Unida) que pactó con el franquismo en retirada la continuidad de la Monarquía. El PSOE, aunque ha parado la sangría, está en mínimos históricos. IU parece materia para historiadores o arqueólogos.
Los “grandes arquitectos” de la reaccionaria Constitución del ’78 y de la continuidad institucional, que han llamado Transición democrática, están en mínimos. No en vano el ex Rey Juan Carlos I avanzó de urgencia su abdicación. No por casualidad la bolsa cayó el lunes más del 2% y subió el riesgo país.
En este marco, con la emergencia de nuevas formaciones “por izquierda y por derecha”, como Podemos y Ciudadanos, no son pocos los analistas que auguran un proceso de fortalecimiento del régimen democrático. Este sin duda es el proyecto de los líderes de Podemos (y consecuentemente de las distintas “candidaturas ciudadanas” que han proliferado en los últimos meses), defendiendo una estrategia de “regeneración democrática” del régimen político, a fuerza de medidas anticorrupción y limitadas políticas redistributivas.
Pero los límites del proceso de “cambio” no sólo se muestra en la estrategia y los programas, sino en que para pasar por la “prueba del poder” autonómico y municipal, las candidaturas de “unidad popular” deben pactar nada menos que con el PSOE. Y por esta vía, colaboran con que se fortalezca uno de los pilares del propio régimen del ’78.
Por esta vía, la posibilidad de resolver las principales aspiraciones de los trabajadores y el pueblo sólo puede terminar en una nueva frustración. Para que no suceda, los trabajadores y sectores populares que apoyaron con su voto a estas candidaturas con la ilusión de frenar los desahucios, poner fin a los recortes, aumentar los presupuestos de salud y sanidad, acabar con la precariedad (como defienden los trabajadores en lucha de Movistar), anular la reforma laboral y terminar con las consecuencias de la crisis, deberán imponer sus demandas con la lucha en las calles.