Se profundiza la crisis en Podemos. Los “críticos” piden una consulta interna sobre el modelo de primarias impuesto por la cúpula de Podemos. Pablo Iglesias no hace ninguna concesión y la dirección se blinda ante las críticas.
La crisis abierta en Podemos con motivo del recientemente aprobado reglamento para las primarias continua profundizándose. Los críticos con el modelo se han agrupado en torno al manifiesto Podemos es Participación, al que ya han adherido más de 5.600 firmas, de las cuales 763 pertenecen a cargos autonómicos y municipales. Reclaman un nuevo sistema proporcional y un referéndum interno para consultar la opinión de los afiliados.
Entre los firmantes se encuentran la dirigentes de Podemos en Andalucía y Navarra, Teresa Rodríguez y Laura Pérez respectivamente, el alcalde de Cádiz, José María González “kichi”, la presidenta del Parlamento balear, Xelo Huertas; la vicealcaldesa de Oviedo, Ana Taboada, los eurodiputados Lola Sánchez y Miguel Urbán, así como personalidades cercanas a la formación como el actor Alberto San Juan y el cantante Nacho Vegas, entre otros.
Además, se han realizado críticas y diversos pronunciamientos de rechazo desde las direcciones regionales de importantes plazas como Aragón -encabezada por Pablo Echenique- Euskadi, Asturias, las islas Baleares o la propia Comunidad de Madrid.
En Andalucía el sábado pasado se debatió una resolución crítica que profundizó las divisiones entre la dirección regional. Teresa Rodríguez de Anticapitalistas, que encabeza el consejo ciudadano andaluz, comparte la dirección junto a miembros del riñón de Pablo Iglesias tras el acuerdo de dirección alcanzado con Pablo Iglesias para que éste la respaldara como candidata a la Junta. Pero los de Teresa están en minoría en dicho órgano.
Esta situación habría impedido que saliera adelante dicha resolución al alcanzarse un empate técnico a 15 votos con 2 abstenciones, lo que implica la adhesión a las críticas de al menos un sector de miembros “oficialistas”. La dirigente andaluza habría rechazado emplear su voto de calidad, lo que supuso que la resolución no se aprobara, aunque se consensuó enviar ésta a la cúpula de la organización en Madrid.
Pablo Iglesias mantiene su “hoja de ruta” y se blinda ante las críticas
A pesar de la creciente presión interna, la dirección de Podemos se niega a dar marcha atrás con el nuevo reglamento y no ofrece ninguna concesión a los críticos. El secretario general, Pablo Iglesias, descarta revisar el modelo de primarias cuya hoja de ruta «ya está fijada» y que fue «aprobado por el Consejo Ciudadano Estatal y nosotros cumpliremos a rajatabla los estatutos de Podemos”, en palabras del propio Iglesias.
Según dichos estatutos, la oposición al modelo de primarias debería alcanzar las 35.000 firmas para poder realizarse un referéndum interno. La cifra, que se antoja inalcanzable, toma como referencia el número de votos obtenidos por la dirección durante la asamblea de Vistalegre, aunque la participación en las votaciones internas ha ido descendiendo notablemente desde entonces.
El reglamento para las primarias incluye además un epígrafe que supondría una nueva dificultad añadida al ejercicio de una oposición en el seno de la organización. Según el artículo 8 del reglamento con respecto a la conformación de candidaturas, «los nombres de las candidaturas tienen sentido únicamente en el contexto de la competición electoral. Las denominaciones de los grupos o listas no deberían utilizarse con posterioridad en el marco de debates ideológicos u organizativos». Es decir, limita la formación de corrientes internas al período de primarias, una vuelta de tuerca más a lo contemplado en el documento organizativo que impide optar a cualquier cargo interno a “miembros o afiliados de organizaciones políticas de ámbito estatal”.
La famosa clausula contra la “doble militancia” en aquel momento estaba claramente destinada a socavar el potencial opositor que pudiera ejercer Izquierda Anticapitalista (ahora asociación Anticapitalistas) -que terminó disolviéndose como partido político para seguir en Podemos-, la nueva ofensiva del aparato de Iglesias parece orientada a combatir a las corrientes críticas que se han ido formando o puedan formarse como alternativa a la dirección y evitar su consolidación.
La virulencia con la que es atacada cualquier clase de oposición interna en Podemos podría responder a las lecciones que Iglesias y los suyos han podido extraer de la experiencia de Syriza y el caso griego. Aunque en la práctica, la oposición formal que ejerce la Plataforma de Izquierda de Syriza la lleva a claudicar ante las concesiones de Alexis Tsipras a la Troika, su importante peso ha supuesto un escollo a salvar para el primer ministro griego. Especialmente la crisis de las últimas semanas, viéndose obligado a convocar un referéndum nacional ante el temor de no poder aprobar el nuevo memorándum que estaba dispuesto acordar con la Troika en un parlamento, dominado por su propia organización.
Aparentemente, Pablo Iglesias estaría tratando de evitar por todos los medios un escenario semejante, lo que preanuncia una política aún más claudicante y escorada a la derecha que la del presidente heleno.
¿Vuelta al «Podemos de los orígenes»?
La retórica democrático-radical de la dirección de Podemos contrasta abiertamente con su proceder en el seno de la organización. En prácticamente la totalidad de la creciente “oposición interna” de Podemos existe un imaginario de «vuelta al Podemos de los orígenes». No cabe duda que pueden rescatarse aspectos positivos de aquel periodo, como la organización política e incorporación de amplios sectores populares, no sólo activistas, sino también sectores que estaban sumidos en la pasividad.
Sin embargo, en el Podemos de los orígenes residen las bases del Podemos autoritario y centralista de hoy en día. Podemos es, siempre en mente de sus dirigentes, un proyecto de construcción de hiperliderazgos capaz de alcanzar el gobierno en base a la apertura de un «momento populista» que necesita renunciar a las «deficiencias de la izquierda» y desarrollar un proyecto centralista, con un programa de tibias reformas capitalistas, basado en la «eficiencia organizativa».
Para Iglesias, la asamblea de Vistalegre que consolidó a Podemos como partido, supuso el fin del asamblearismo y el coto al «conservadurismo de la izquierda» y «a los estilos paralizantes de algunos movimientos sociales». Una lógica de pensamiento que expresa un profundo desdén -del que continuamente hacen gala él y su equipo-, por los métodos propios de la clase trabajadora, la izquierda y el activismo social.
Una visión, en definitiva, de un Podemos totalmente ajeno a cualquier perspectiva revolucionaria o «de transición al socialismo», como afirma explícitamente Iglesias en el artículo «Understanding Podemos», publicado por la revista New Left Review hace pocas semanas.
Visto retrospectivamente, el Podemos de los orígenes es también la plataforma de lanzamiento de un proyecto madurado hacía tiempo en los despachos de la Complutense y “La Tuerka Party”. Es el Podemos que liquidó de manera unilateral el manifiesto «Mover Ficha», un programa inicial limitado pero claramente más orientado a la izquierda que el difuso y absolutamente reformista programa actual de Podemos. Y es también el Podemos que impuso una dirección de facto para dirigir desde arriba su congreso fundacional, cuando se suponía que todavía no se había elegido una.
El Podemos de los orígenes es, especialmente, el Podemos que nunca cuestionó el liderazgo de Pablo Iglesias y lo convirtió en el elemento central -casi el único elemento- de su campaña para las elecciones europeas hasta el punto de usar su fotografía como logo en las papeletas electorales.
Por ello, toda perspectiva de oposición a la dirección de Podemos, para que no sea una oposición formal, exige el cuestionamiento del proyecto político de Pablo Iglesias -y por tanto de su liderazgo-, su programa y su estrategia política.
Esta es la mayor debilidad de la mayor parte de las corrientes alternativas en el seno de la Podemos, que esencialmente han limitado su crítica a aspectos metodológicos y organizativos –como de hecho sucede ahora con el manifiesto Podemos es Participación-, sin romper con la ilusión de compartir un proyecto común con Pablo Iglesias y su séquito.
Una dirección implacable como la de Iglesias, guiada por el objetivo de consolidar un proyecto de regeneración democrática del régimen capitalista a cualquier costo, no puede enfrentarse con una oposición amable. Amerita una oposición política igualmente implacable en el terreno de la organización, el programa y la estrategia.