Las grandes huelgas de Vitoria de 1976 hunde sus raíces en un gran ascenso obrero que no sólo minó las bases del régimen de Franco, sino que acabó en una dinámica contraria a la «reforma pactada» de la Transición española.
El impacto de los cambios políticos después de la muerte de Franco alteró la ya convulsionada situación, caracterizada por una aguda crisis del Régimen que, ligada a los efectos de la crisis económica, provocó que las huelgas y las manifestaciones se multiplicaran de una manera desconocida hasta entonces.
Las primeras medidas de reformas anunciadas por Arias Navarro no presentaban ningún cambio y los primeros meses del año 1976 no fueron muy diferentes a los tiempos del dictador en vida. Los planes del Gobierno de perpetuación del Régimen franquista más allá de la muerte de Franco iban siendo minados por el movimiento obrero -junto a los estudiantes, asociación de vecinos, y los movimientos por la autonomía, entre otros-, siendo la clase obrera la fuerza de más peso frente a un ascenso de protestas y fuertes huelgas, con un nivel de extensión y radicalización que marcaba una dinámica propia.
Las huelgas de Vitoria: auge y radicalización de la clase obrera
La impresionante huelga de Vitoria estuvo motorizada por conflictos de diferentes empresas en esta ciudad que se fueron radicalizando ante la respuesta represiva del Gobierno, con detenidos y despedidos, (Abásola, Vitoria 3 de marzo. Metamorfosis de una ciudad, 1987).
Durante el mes de enero de 1976, unos seis mil trabajadores protagonizaron una huelga en contra del decreto de topes salariales y en defensa de mejores condiciones de trabajo. Tras protagonizar otra huelga general el 6 de febrero, los trabajadores lograron liberar a los detenidos y el 3 de marzo se desarrolló la tercera huelga general por los despedidos. (Guindal y Giménez, El libro negro de Vitoria, Madrid, 1976). Este proceso de lucha se había extendido a casi todas las fábricas de la ciudad conformando comisiones representativas.
Frente a esta situación, la Policía había gaseado y ametrallado una asamblea de trabajadores que tenía lugar en la iglesia de San Francisco de Asís de la capital alavesa. Los obreros respondieron con importantes actos de radicalización. Así lo describía La Vanguardia española, en una portada titulada “DRAMA EN VITORIA”, el 5 de marzo de 1976: “Los agitadores alzaron barricadas utilizando automóviles, farolas, árboles y materiales de obras con el claro propósito de desbaratar el orden y provocar enfrentamientos que habían de ocasionar un elevado número de víctimas.”
Arias Navarro y Fraga- entonces Ministro de Gobernación-, ofrecían su cara más dura a un conflicto que acabó ese día con un saldo de cinco muertos y más de 150 heridos de bala. Resultaron asesinados Pedro María Martínez Ocio, trabajador de Forjas Alavesas, de 27 años; Francisco Aznar Clemente, operario de panaderías y estudiante, de 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, de Agrator, de 19 años; José Castillo, de Basa, una sociedad del Grupo Arregui, de 32 años. Dos meses después moriría Bienvenido Pereda, trabajador de Grupos Diferenciales, con 30 años.
Así justificaba Fraga estos hechos en «La Vanguardia española» el 5 de marzo de 1976: “La responsabilidad de las recientes muertes la tienen los que quieren obtener por la fuerza un cambio político. En este caso el Gobierno es inocente y la policía ha demostrado durante meses una enorme paciencia”.
Sin embargo la respuesta obrera de otras regiones no se hizo esperar. En el norte del Estado español se desarrollaron huelgas de solidaridad como las de Vizcaya con 150.000 obreros en paro y 150.000 más en Guipúzcoa y en Navarra —especialmente en Pamplona— durante cuatro días con fuertes enfrentamientos con la policía (Ibarra, El movimiento obrero en Vizcaya: 1967-1977, Bilbao, 1987).
La prensa oficial da cuenta de esta situación en otro artículo de «La Vanguardia española» del 6 de marzo de 1976 titulado “En varias ciudades del norte y centro. Manifestaciones y paros laborales, secuelas de los sucesos de Vitoria”.
Y así continúa la noticia: “Bilbao. 5. Ha crecido sensiblemente la conflictividad laboral en Vizcaya durante el día de hoy, según informa “Logos”. Los conflictos, por motivos laborales, se han visto incrementados en 3.200 trabajadores suspendidos de empleo y sueldo en la factoría de Olaveaga de Astilleros Españoles, S. A. El total de los sancionados o parados por estas causas es de 14.392. Se han registrado paros de distinta duración; variable, entre unas horas y jornada completa en 23 empresas. Hallándose implicados en los mismos, alrededor de 13.600 trabajadores. Estos paros son de solidaridad con los sucesos de Vitoria (…). Se mantienen el encierro de unos 600 trabajadores de Altos Hornos de Vizcaya, donde se vienen registrando concentraciones de trabajadores y esposas de éstos. (…) Por otro lado prosigue la ola de manifestaciones, (…) protagonizadas por estudiantes, de edad entre 15 y 25 años, que son disueltos y se reagrupan hasta que vuelve a hacer acto de presencia la fuerza pública. (…) Nuevos incidentes en Pamplona. Nuevos incidentes se han producido esta mañana en la capital navarra, donde continúa la situación de paro generalizada en todo el cinturón industrial de la ciudad (…) También se cruzaron coches y se formaron barricadas junto a la prisión provincial y en los accesos de diversas carreteras que conducen a Pamplona. (…) PAROS PARCIALES EN GUIPÚZCOA.(…) en solidaridad con los hechos de Vitoria se han producido paros en alrededor de un centenar de empresas, afectando a unos 15.000 trabajadores. MADRID: MINUTOS DE SILENCIO EN SEÑAL DE DUELO Algunas, muy pocas, empresas madrileñas han realizado hoy paros parciales y minutos de silencio en señal de duelo por los incidentes recientemente ocurridos en Vitoria, comunica Pyresa.
Mientras tras tanto, la dirección de más peso en el movimiento obrero era el PCE (Partido Comunista de España). Lejos de acompañar esta extensión y radicalización de la lucha de la clase obrera, se limitó a organizar funerales simbólicos y “responsables”, preparándose para futuros pactos como acabó haciendo bajo el gobierno de Suárez tras suestrategia de «reforma pactada» del Régimen.
Sin embargo, la dinámica de la lucha de clases era contraria a esta dirección. Mientras «los de arriba» pactaban con el PCE, las huelgas y las manifestaciones se multiplicaron de una manera desconocida hasta entonces en todo el Estado español. Si en el año 1975 se habían perdido más de 10 millones de horas de trabajo, en 1976 se perdieron 110 millones con la participación de 3,5 millones de trabajadores implicados contra medio millón en 1975. A su vez, el carácter de los conflictos era más radicalizado, con reivindicaciones más profundas y de una duración más larga.
No podemos dejar de recordar los hechos de Vitoria como parte de este profundo proceso del movimiento obrero. La enorme e intensa conflictividad obrera devela el carácter de la misma transición, que lejos estuvo de ser pacífico, sin traumas y en un marco exclusivo de pactos y reformas.