La alcaldesa de Madrid, el portavoz de IU y dirigentes de Podemos salen a aclarar que más allá de las correctas denuncias de Iglesias al PSOE, se sigue apostando por el diálogo y el acuerdo de un “gobierno de progreso”.
El discurso de Pablo Iglesias en el debate de investidura incluyó varias contundentes denuncias contra los dos principales partidos del Régimen del 78. Los dardos contra el PP, al que le recordó su incómodo pasado franquista, no fueron una novedad. Sí las palabras dirigidas a su socio preferente para formar un “gobierno de progreso”, el PSOE.
Les cantó algunas verdades que habían desaparecido de su discurso desde hace meses, como el tráfico de influencias, el enriquecimiento rápido y el crimen de Estado. La alusión más punzante la recibió Felipe González, a cuyo pasado se refirió Iglesias como “manchado de cal viva”, una referencia directa a la puesta en marcha de los GAL durante sus primeros gobiernos.
Aun así, el líder de Podemos dejó claro que sus palabras no estaban reñidas con su apuesta a pactar con el partido de Sánchez un posible gobierno del “cambio real”. Difícil de entender como un pacto con el partido del GAL, de las puertas giratorias, las privatizaciones, las reformas laborales o el 135 puede ser un pacto de “cambio y progreso”. Pero entonces, ¿a qué se debió este endurecimiento del discurso contra el PSOE? Muy sencillo, para los cuatros principales líderes del PP, PSOE, Cs y Podemos aquello era el acto cero de la campaña electoral de las elecciones de junio y cada uno quiso jugar sus cartas.
El PP mostrándose como el damnificado del “engaño” socialista. Cs como la derecha responsable y dialogante. El PSOE como la centro-izquierda moderada y proclive al acuerdo. Y Podemos, como ya pasara en la campaña electoral del 20D, radicalizando su discurso con alusiones al 15M y buenas denuncias a los agentes del Régimen del 78. Esta fue la principal razón que explicó su “remontada” respecto a las flojas encuestas del otoño. Además, la calma social reinante les permite hacer un poco de demagogia a sabiendas de que no les compromete a tener que variar su estrategia de pacto con uno de los partidos de la casta.
Ahora bien, el día después del debate ha cundido la preocupación sobre si Iglesias no se “paso de rosca”. Mentar a Felipe González en sede parlamentaria con esos términos y sobre uno de los elementos más tétricos del pasado del PSOE podría, para muchos, romper los puentes entre éste y Podemos. La preocupación no es tanto de aquí a dos meses -en los que es muy difícil el acuerdo porque los números tampoco salen- sino sobre todo después de unas posibles elecciones anticipadas. Así pues, ayer jueves salieron “bomberos” por todas partes a intentar apagar el fuego provocado por las palabras de Iglesias.
La figura de más peso fue la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, referente de los ayuntamientos del “cambio”. En un acto institucional de presentación de los actos del 8 de marzo, aseguró que «Lo peor que nos puede pasar es que haya que repetir las elecciones, por eso yo quisiera y desearía con toda mi fuerza que de estos debates saliera un acuerdo por un gobierno fuerte de cambio» y añadió que «sería bonito que hubiera el apoyo a quien está solicitando la investidura”. Si bien después aclaró en twitter que para ella un gobierno así sería un gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos. La alcaldesa ha querido intervenir para presionar en pos de un entendimiento o al menos evitar que se produzca una ruptura total, algo que pondría en la picota la propia gobernabilidad de su consistorio.
El otro escudero en rescate del diálogo de “progreso” ha sido quien hasta ahora se había propuesto como mediador entre las dos principales formaciones, Alberto Garzón. Como ya hiciera hace dos semanas, el dirigente de IU-UP ha anunciado que la semana que viene volverá a convocar la mesa cuatri-partita de PSOE, Podemos+confluencias, Compromis e IU, con el fin de retomar un diálogo más allá de que el pacto entre el PSOE y Cs lo convierte en un diálogo de sordos.
Por último, desde las mismas filas de Podemos, varios dirigentes han salido a poner “paños fríos” sobre las palabras de Iglesias. El secretario de exteriores de Podemos, Pablo Bustinduy, declaró a los medios que «los ánimos se caldeen es propio del ambiente parlamentario» pero que eso no debía ser un obstáculo para que «a partir de la semana que viene» se abra «una nueva senda» de diálogo por un “cambio real”. En el mismo sentido se pronunció el secretario de organización Sergio Pascual, asegurando que «nos estamos jugando mucho los españoles y los candidatos se expresan con crudeza, pero evidentemente lo que importa es buscar soluciones y tenemos dos meses para ello».
Todos estos “paños fríos” son una triste confirmación del profundo divorcio que existe entre los discursos encendidos de Pablo Iglesias en campaña electoral o ante un posible escenario de anticipadas, y la hoja de ruta real que mantiene éste y su formación. Se puede sacar a la tribuna al GAL, Gas Natural y otras tantas tropelías de los “socialistas”, pero siempre sin dejar de tenderle la mano al partido del terrorismo de Estado, las puertas giratorias y la precariedad laboral para llegar a un acuerdo de gobierno de coalición.
Las próximas semanas, o meses, nos dirán si “la sangre ha llegado al río”. Aunque parece que el PSOE, y Cs, han optado por una vía de “barajar y dar de nuevo”. Es decir, su inviable pacto sólo busca ayudarles a recaudar votos en los caladeros de Podemos y el PP respectivamente de cara a un segundo round en junio, como ya auguran las encuestas. La “cal viva” de Iglesias anuncia que éste no se lo pondrá fácil. Pero, en definitiva, serán esos nuevos resultados los que dirán si los puentes se han roto o no, y ello dependerá más de “los números” que de los “santos socialistas” ofendidos.
La incoherencia entre las correctas denuncias al PSOE y la estrategia de un “gobierno de progreso” con él, sacan a la luz que de esta crisis de gobernabilidad que arrastra el Régimen del 78 no puede surgir por sí sola una solución a los problemas sociales que se siguen agravando, ni a las demandas democráticas que siguen encajonándose. Lo que se ofrece detrás de discursos vibrantes, es un nuevo “bluf” reformista como el ensayado en Grecia con Syriza, pero en este caso virado sensiblemente a la derecha por medio del pacto con el PSOE.
Aprovechar la “crisis por arriba” en beneficio de los de abajo, las mayorías trabajadoras y populares, pasa por reactivar en primer lugar la movilización en las calles, en los centros de estudios y de trabajo, y hacerlo para poner en pie una alternativa que lleve realmente a la ruptura con el Régimen del 78 y a imponer una agenda que haga pagar el coste de la crisis a los capitalistas, al servicio de la cual deberían estar todas las posiciones conquistadas en las instituciones.
Esta no es la estrategia de los dirigentes de Podemos ni de IU-UP, como está quedando patente. Por eso mismo se hace urgente que desde la izquierda anticapitalista y los sectores que comienzan a decepcionarse con el nuevo reformismo -en su versión en las Cortes o en los ayuntamientos del cambio- trabajemos para poner en pie un agrupamiento que pelee por esta otra perspectiva, tal y como se plantea el Encuentro No Hay Tiempo Que Perder convocado para el 2 de abril en Madrid. Construir una alternativa anticapitalista y de clase es una necesidad imperiosa para evitar que la desilusión que puedan provocar los Iglesias y Garzón se transforme en un nuevo “desencanto” que allane el camino a una nueva Transición gatopardista.