En las elecciones del pasado domingo en Bolivia, el Movimiento al Socialismo, encabezado por Evo Morales se hizo con una contundente vitoria por más de 60% de los votos. De los 9 departamentos en los que se divide el país se impuso en 8. Ante el retraso en el conteo oficial, el gran interrogante que queda por verse es si conservará los dos tercios de la Asamblea Legislativa Plurinacional, lo que fortalecería su poder de arbitraje a nivel nacional.
Las elecciones del domingo en Bolivia dan un amplio triunfo al presidente Evo Morales que obtiene así su segunda reelección con un nuevo mandato hasta 2020. No hubo sorpresas al respecto. Obtendría más del 60%, según declaró el propio Morales en coincidencia con los datos no oficiales disponibles.
Según los datos del conteo rápido encargado por la red privada de televisión ATB a la empresa Ipsos, el segundo lugar con aproximadamente el 25% de los votos correspondería a Unidad Democrática del empresario Doria Medina, apodado “el rey del cemento”, quién se propuso aglutinar en un frente de centro derecha al empresariado tanto de Oriente como de Occidente. Doria Medina también se estaría alzando con el triunfo en el departamento de Beni.
Por su parte el Partido Demócrata Cristiano de Jorge “Tuto” Quiroga representante de la vieja élite neoliberal ligada al sector financiero, a las transnacionales y al imperialismo, obtendría un 10% de los votos.
Más allá de los datos presidenciales, la gran expectativa está puesta en si el MAS conquistará la mayoría calificada de dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP). Pero el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no ha presentado aún los resultados oficiales del escrutinio completo a pesar de haberse comprometido a hacerlo a partir de la primer hora del lunes. Desde el domingo a la noche el cómputo de votos está detenido.
Según afirmó este lunes el propio Evo Morales, el MAS habría obtenido los dos tercios de la Asamblea Plurinacional. “Los opositores planteaban, ‘ojalá que Evo no tenga los dos tercios’, tenemos los dos tercios. Decían, ’ojalá que haya segunda vuelta’, ganamos en la primera”, afirmó. Sin embargo, según datos no oficiales de la empresa Ipsos, el MAS quedaría a 4 bancas de conservar la mayoría de dos tercios de la Asamblea.
Esta definición no es menor. De confirmarse, le daría a Evo Morales el control total de la Asamblea y fortalecería su capacidad de arbitraje a nivel nacional cuestión de suma importancia para comandar la heterogénea coalición que lo ha llevado al triunfo en estas elecciones.
En el 2005 Evo había triunfado en las elecciones con el 53% de los votos pero había sido derrotado en los departamentos de la “media luna” del Oriente: Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija. En el 2009, con el 64% de los votos a nivel nacional, avanzó en derrotar a la oposición en Tarija. En las presentes elecciones Morales se alza con la victoria en 8 de los 9 departamentos en los que se divide Bolivia. Derrotado solo en Beni, logra el triunfo en Pando y en el emblemático departamento de Santa Cruz.
Este resultado, desde luego no es casual. Responde al éxito de la estrategia desplegada por Morales en estas elecciones, que consistió en conformar alianzas con sectores de la derecha tradicional en el oriente. Para este objetivo, selló acuerdos con militantes del partido del difunto General Banzer (Acción Democrática Nacionalista) y con el derechista alcalde de Santa Cruz, Percy Fernández.
Evo Morales logra su objetivo de plebiscitar su gestión. Los departamentos del Occidente del país (Oruro, La Paz y Potosí, a los que se suma Cochabamba y Chuquisaca), se constituyeron una vez más en los pilares principales de su hegemonía. Sin embargo, resulta sintomático que en La Paz, bastión por excelencia de Evo, retrocedería del 73% obtenido en el 2009 a un 66%. Y a la inversa, en Santa Cruz pasaría de un 38% en las presidenciales anteriores a un 50,7% en esta elección.
La amplia victoria de Evo se da en el marco de una muy buena situación económica, con un crecimiento sostenido del 5% anual motorizado por las rentas hidrocarburíferas, que le han permito sostener grandes ganancias para los empresarios y destinar una parte a obra pública y gasto social para aliviar la pobreza extrema.
Pero no se trata solo de crecimiento económico. Para comprender el proceso boliviano hay que partir de la relación de fuerzas impuesta por la lucha de las masas que conmocionó Bolivia entre el 2000 y el 2005, con su principal hito en el levantamiento insurreccional de Octubre de 2003, que acabó con el régimen de la “democracia pactada” de los partidos tradicionales y los programas neoliberales. El gobierno de Evo, que llegó al Palacio del Quemado en 2006, tuvo que dar cuenta desde el inicio de esta relación de fuerzas. Aquellas jornadas de octubre de 2003 habían dejado una agenda de lucha por la nacionalización sin pago de las petroleras y de todos los recursos naturales (minería, madera, etc.), salario, trabajo, tierra, etc.
Sobre la base de la apropiación de una porción mayor de la renta hidrocarburífera y minera por parte del Estado, Evo desplegó una serie de concesiones a partir de las cuales se consolidará en el poder como desvío del proceso de 2000-2005. En este marco también se inscribe el reconocimiento constitucional a los pueblos originarios y de determinados derechos sociales. Pero al mismo tiempo, no hubo resolución en estos nueve años para los problemas estructurales del país como la cuestión agraria y la dependencia del capital extranjero, reflejados en la preservación de la gran propiedad terrateniente, la asociación con las trasnacionales en minería e hidrocarburos, así como el pacto con los empresarios para mantener la precarización laboral y los bajos salarios que sufre gran parte de la clase obrera boliviana.
La elección con más del 60% de los votos, y más aún, si Evo finalmente conquista los dos tercios de la Asamblea Plurinacional, lo fortalecen como árbitro en la escena nacional entre las diferentes clases y dentro de la propia coalición en la que se incluyen exponentes de la derecha del oriente del país, como Percy Fernández.
A su vez, Morales se benefició de la inexistencia de una alternativa por izquierda. Para impedir que surgiese, la burocracia del MAS y de la COB tuvo que derrotar desde adentro el proceso de desarrollo del Partido de Trabajadores (PT) luego de su fundación en marzo de 2013, boicotear las resoluciones de los propios congresos de la COB para evitar que surja el PT, y sancionar incluso a los trabajadores avanzados y dirigentes de base que apoyaban el PT, como sucedió en Huanuni y en otros sectores.