La decisión del Banco Central Europeo (BCE) de cortar la financiación a los bancos griegos, aparece como una política de “marcar la cancha” en la negociación, para obligar al nuevo gobierno a aceptar peores condiciones. La plaza Syntagma en Atenas reunió ayer a miles de manifestantes al grito de “no queremos ser una colonia alemana”. Para enfrentar el chantaje, hace falta profundizar la movilización obrera y popular en Grecia y en toda Europa.
Los primeros diez días del nuevo gobierno griego fueron intensos. Después del acuerdo de Syriza para formar gobierno con el partido de derecha nacionalista ANEL, anunció sus primeras medidas, que incluyen la renegociación de la deuda como prioridad, la intención de aumentar el salario mínimo, reincorporación de empleados estatales despedidos ilegalmente, una reforma fiscal y frenar las privatizaciones en curso para revisar sus condiciones.
La gira europea de Tsipras y sus ministros ha ocupado esta semana las páginas de todos los periódicos internacionales, pendientes de las negociaciones entre Grecia y sus acreedores.
El gobierno heleno viene insistiendo en la posibilidad de llegar a un acuerdo “rápido” y “beneficioso para todos”. Aun cuando sus propuestas fueron recibidas con frialdad y cautela en Francia e Italia, Tsipras y Varufakis sostenían que el acuerdo estaba cerca.
Pero este miércoles por la noche el BCE apuró una medida para “marcar la cancha”, unas horas antes de la llegada de los políticos griegos a Berlín.
La abrupta decisión del BCE de no aceptar los bonos griegos como garantía por financiamiento, coloca al banco central de Atenas en apuros. La medida implica, por un lado, que debe financiar a sus prestamistas, proveyendo a los bancos del país con decenas de miles de millones de euros en liquidez adicional de emergencia en las próximas semanas. Por el otro, deja a Grecia aislada, a menos que alcance un nuevo acuerdo con reformas económicas. Lo que se dice, un chantaje.
La bolsa de Atenas tomó nota y comenzó el jueves con una fuerte caída, mientras subía la prima de riesgo.
Algunos analistas sostienen que esta medida “aprieta” pero no “ahorca”. Aunque coloca a Grecia en una situación muy delicada, sus bancos podrán seguir financiándose por el momento con el fondo de liquidez del Banco Central griego. Sin embargo, cada 15 días ese mecanismo es revisado por el BCE, por lo que la cuerda en el cuello de Grecia se podría ajustar todavía más.
La jugada pareciera ser un intento de imponer más condiciones en una negociación que ya de por si es difícil. La política del BCE también “apura” a Alemania, planteando la posibilidad más concreta de que Grecia pueda salir del euro si no hay un acuerdo pronto.
Una situación que de darse, plantearía una situación con resultados inesperados que preocupan al establishment tanto europeo como norteamericano, aun cuando Alemania insinuó poco antes de las elecciones griegas la viabilidad de una posible salida de Grecia del euro.
No solo por la inestabilidad económica y política que generaría en la Eurozona, sino también por los acercamientos entre el nuevo gobierno de Alexis Tsipras y Rusia, en el marco de las cada vez mayores tensiones entre Rusia y “occidente” por la crisis en Ucrania.
Recordemos que los primeros embajadores que Tsipras recibió, sólo horas después de tomar posesión en el cargo de primer ministro, fueron nada menos que al ruso y al chino.
Hasta ahora, el gobierno Griego ha rechazado explícitamente la ayuda financiera rusa e insiste en llegar a un acuerdo de deuda con sus “socios europeos”. Pero Tsipras sigue viendo a Rusia “con amor”, más aún después del endurecimiento del BCE.
Invitado por el presidente ruso Vladimir Putin, Tsipras viajará a Moscú el próximo 9 de mayo. La fecha elegida para la invitación no es casual. Ese día se conmemora la victoria de la Unión Soviética y los Aliados sobre la Alemania nazi. Y Grecia tiene nada menos que a 17 “nazis” deAurora Dorada -como los llamó este miércoles el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis-, en el nuevo Parlamento, seis de los cuales están en prisión preventiva.
Los ejes de la negociación
El nuevo gobierno griego empezó la negociación de su deuda con varias concesiones. Para calmar a los inversores, dejó de hablar de “quita” parcial, para plantear una “reestructuración” de los pagos, con nuevos bonos a más largo plazo y atados al crecimiento. Es decir, un compromiso de seguir pagando, pero en condiciones menos asfixiantes.
Al mismo tiempo, Tsipras defendió que no renunciará a su programa de aumento de salarios y medidas sociales para revertir las consecuencias de la crisis. El esfuerzo del gobierno griego ha sido demostrar que el pago de la deuda tal como está es “inviable”, que está dispuesto a negociar y que su programa social es tan urgente como moderado.
La exigencia más inmediata de Atenas es un “programa puente” hasta mayo, que le permita un respiro para seguir negociando mientras implementa sus primeras medidas. O sea, que le den un poco de tiempo.
El tiempo, sin embargo, apremia desde el punto de vista de Berlín y Bruselas, porque el 28 de febrero se vence el programa de rescate. Si permiten a Grecia “salirse” del mismo y seguir negociando, sería un mensaje político de que se puede desafiar a la Troika, algo muy peligroso en la actual situación de inestabilidad en Europa.
Por eso lo que buscan todos los socios de la UE, desde el “ala dura” deAlemania, el Estado español y otros países, a los discursos más “comprensivos” –pero igualmente defensores del status quo- deFrancia e Italia, es que Grecia se comprometa a seguir pagando, que pida un aplazamiento del plan de rescate sin salirse del mismo, y que continúe con las “reformas estructurales”.
Movilización contra la Troika
Este jueves Tsipras dio su primer discurso ante su grupo parlamentario. Lo hizo tras regresar con las manos vacías de una gira europea que, parecía prometedora, pero terminó mal.
El líder de Syriza y primer ministro griego dijo que Atenas ya no está dispuesta a aceptar más que le digan lo que tiene que hacer. “Grecia no aceptará más órdenes”, aseguró, en una respuesta directa al BCE. Y agregó: «Grecia ya no será más el socio miserable que escucha las lecciones para hacer sus deberes. Grecia tiene su propia voz». Pero en esta “prueba de fuerzas” con Alemania, el BCE y la Troika, no alcanzará sólo con declaraciones en el Parlamento.
Casi en simultáneo, en Plaza Syntagma se vivió la primera movilización bajo el gobierno de Syriza, para repudiar lo que se percibe como una extorsión del BCE y la Troika y para apoyar al gobierno heleno.
La concentración, que también se repitió en ciudades como Salónica, fue convocada por las redes sociales y reunió rápidamente a unos miles de manifestantes en la explanada del Parlamento.
El sentimiento de apoyo de la mayoría del pueblo griego al gobierno de Tsipras es indudable. Pero no es un cheque en blanco. “Pensé que Syriza haría lo que todos los gobiernos: arrodillarse ante los alemanes en cuanto llegasen al gobierno. No lo ha hecho. Y mientras sigan así, tendrán todo mi apoyo”, decía hoy un manifestante citado en un blog del diario Publico.
Pero el objetivo del gobierno de Tsipras no es apoyarse en la movilización para dejar de pagar la deuda, sino negociar para seguir pagando, aunque de forma más moderada. Una orientación que, de llegarse a una negociación que los “buitres” del BCE, el FMI y el Banco Mundial acepten, no será sin costos para el pueblo griego.
La persistencia de ese “tercer actor”, los trabajadores y el pueblo griego, que no aparece en las negociaciones que acaparan las portadas de todos los diarios pero hoy ha salido nuevamente a las calles, plantea no solo la necesidad, sino la posibilidad de retomar el camino de la movilización obrera y popular que se viene desarrollando desde el comienzo de la crisis. Una movilización que, para hacer justicia al pueblo griego, no sólo debe repudiar el chantaje del BCE, sino luchar por la suspensión inmediata en el pago de la deuda, una medida elemental para poder iniciar un plan “emergencia social” que dé respuesta a los padecimientos de los trabajadores y el pueblo de Grecia.
La solidaridad con el pueblo griego, y la exigencia de la condonación de la deuda griega, atañe a todos los trabajadores y la juventud de Europa.