En Argentina, hace 10 meses, la empresa multinacional Donnelley se transformó en MadyGraf, una fábrica ocupada y gestionada por sus trabajadores.
“Estamos demostrando que una planta puede producir sin patrones”. Son palabras de Agustín, técnico de Madygraf, una fábrica gráfica ocupada y gestionada por sus trabajadores desde hace 10 meses en Argentina, en el cordón industrial al norte de Buenos Aires.
El 11 de agosto de 2014, los trabajadores del turno mañana de la empresa gráfica Donnelley llegaron como todos los días a trabajar. Pero esta vez se encontraron una nota pegada en la puerta, que estaba cerrada. La empresa norteamericana dejaba de producir y abandonaba el país, presentando una quiebra fraudulenta y dejando a más de 400 familias en la calle.
Los trabajadores se fueron concentrando en los portones de la fábrica y reunidos en asamblea decidieron ingresar y ponerla a producir. Poco después, Donnelley se transformó en MadyGraf, tomando este nombre en homenaje a Mady, la hija de uno de los trabajadores que ayudó a organizar la resistencia.
Donnelley es una empresa multinacional que integra el ranking de las 500 Fortune y cotiza en el índice Nasdaq. Su actividad está centrada en la impresión gráfica y servicios relacionados; cuenta con sedes en Norteamérica, Europa y América Latina.
Nuevas voces, nuevas fuerzas
El control obrero en MadyGraf no cayó del cielo. Fue posible por una resistencia obrera organizada durante varios años. Los trabajadores recuperaron su comisión interna [comité de empresa], se enfrentaron a la burocracia del sindicato, se relacionaron con otras luchas, fueron conquistando confianza y sumando aliados.
En este camino, una de las experiencias más novedosas fue la formación de una Comisión de mujeres, con familiares de los trabajadores que se pusieron al frente de la lucha y descubrieron sus propias voces.
“Para nosotras organizarnos en el 2011 fue una novedad, saber que las mujeres se podían organizar, que las mujeres no eran eso que el sistema implica, un ama de casa de la puerta para dentro, que no existía libertad para la mujer, ni derechos. Nosotras empezamos a organizarnos, no solamente para ayudar a nuestros compañeros, sino también para dar una lucha por nosotras mismas.” (Anahí, Comisión de mujeres de MadyGraf)
Después de la ocupación de la fábrica, la asamblea cedió un lugar para la Comisión de mujeres, donde se instaló una sala de juegos, se dan clases de apoyo y talleres de arte. Esto lo llevan adelante junto con docentes y activistas de organizaciones de izquierda como el PTS. Las familias participan como parte de la lucha, y hasta se formó un coro de niños, los Pequeños de pie, con los hijos de los trabajadores.
Poner a producir la fábrica también permitió fortalecer los lazos de solidaridad con otros sectores. Estudiantes de la Universidad de Buenos Aires formaron un centro de prácticas de Trabajo Social dentro de MadyGraf. Estudiantes de ingeniería colaboran con los obreros en cuestiones técnicas de la producción.
La gestión obrera de la fábrica cambió la vida de todos. La enfermera de la fábrica, Alcira, decía en una entrevista: “Cuando entramos disminuyó mucho el nivel de stress. Bajó el ausentismo y bajaron los accidentes.”
Solidaridad y amistad obrera
En un acto en la fábrica en diciembre del 2014, René, uno de los dirigentes de Madygraf, decía que “es un orgullo tener acá presentes a compañeros de Zanon. Estos compañeros fueron los que nos mostraron el camino, allá por el 2001, que nosotros hoy estamos caminando. En plena crisis, cuando miles de fábricas cerraban, los compañeros de Zanon nos mostraron una salida, que es el control obrero”.
La fábrica Zanon, ocupada y bajo gestión obrera en la Patagonia Argentina, ha sido un ejemplo para miles de trabajadores. Hoy, junto con MadyGraf, siguen al frente de impulsar la coordinación y la solidaridad obrera, recuperando tradiciones que los sindicatos burocratizados han abandonado.
“Nosotros hemos vivido todas las etapas, nos organizamos, logramos conquistar la comisión interna frente a la burocracia del sindicato… Pero nosotros entendimos que teníamos que seguir avanzando y salimos afuera de la fábrica, a organizar a otros compañeros que no estaban organizados, como WorldColor, como los compañeros de Printpack, y entonces formamos la Lista Bordó, para recuperar el sindicato de manos de la burocracia y poner el sindicato al servicio de los trabajadores. Pero sabemos que tampoco alcanza con recuperar un sindicato. Entonces de esta fábrica queremos crear un club obrero, que sea un punto de encuentro de todos los trabajadores del cordón industrial de la zona norte, para reunir a todos los trabajadores combativos, como Kraft, como Lear, como Stani, como Pepsico, como los compañeros del Rioplatense, como los trabajadores de la Volkswagen.”, decía René.
Con este objetivo ambicioso, se organizó la liga de fútbol “Amistad Obrera”. Los trabajadores de MadyGraf habilitaron dos canchas y un quincho para los más de 400 trabajadores que participan, en el predio de la fábrica. Más de 200 jugadores estuvieron en la jornada inicial. Los equipos de fútbol los formaron trabajadores de una decena de gremios, como los Gráficos, de la Alimentación, Metalmecánicos, Pintura, Estatales, Bebidas, Plástico, entre otros.
“Para nosotros es muy trascendente, vemos que es recuperar una tradición que tenía el movimiento obrero que es organizar la vida social que muchas veces está regimentada en los lugares de trabajo incluso por las mismas patronales que también realizan campeonatos, que organizan torneos con los logos y las camisetas de la empresa. En este campeonato no nos ponemos la camiseta de ninguna empresa.”, explica Damián “Bebe” González, despedido de Lear y parte de la organización del Torneo.
Los trabajadores de Madygraf siguen luchando por la estatización y expropiación de la imprenta. Una iniciativa parlamentaria fue impulsada por el diputado provincial Christian Castillo (PTS-FIT). En noviembre del 2014 fue aprobada por unanimidad, aunque con modificaciones, en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, pero aún espera su tratamiento en el Senado.
Los trabajadores no se rinden, y en el camino, van haciendo escuela.
“Vamos a pelear por el pan de nuestra familia, para que nunca más queden familias en la calle”.
Artículo publicado originalmente en Diagonal