En este artículo nos proponemos hacer un balance del brutal ataque que supone el 3+2 y las anteriores reformas educativas en las Universidades desde la implantación del Plan Bolonia.
Lo hacemos con el objetivo de aportar al debate estratégico sobre las tareas del movimiento estudiantil y las demandas que cuestionen desde los cimientos las políticas privatizadoras del gobierno y la gestión de la casta académica en nuestros centros educativos.
El proceso de privatización de la educación pública
Así como el capitalismo necesita continuamente renovar las formas de explotación, los centros educativos, desde los colegios hasta las universidades, que cumplen la función de “fábrica de mano de obra” y de “reproducción de la ideología” imperante al servicio de los empresarios y los gobiernos, también sufre continuas reformas que aseguran su función y su rol en el mantenimiento del orden social.
De esta manera, pretende aplicarse una nueva vuelta de tuerca para alejar a la clase trabajadora de la universidad pública, la reforma conocida como el 3+2.
El precedente más reciente de esta reforma se dio con la implantación del Plan Bolonia, cuando las licenciaturas de 5 años se transformaron en grados de 4 años, más 1 año de máster (de media el triple de caro que uno de grado), unido a una subida de tasas generalizada que oscilaban entre en un 37% y 66% en grados y en un 68% en másters.
Con el 3+2-, se pasaría a 3 años de grado y 2 años de máster que complementan la formación eliminada de los cada vez más desvalorizados grados, encareciendo aún más las titulaciones. Los másters pueden costar entre 3000 y 7000 € en algunas comunidades, dando lugar a carreras con un precio de más de 20.000 €. ¿Debería conservar esto el nombre de universidad pública?
Estos ataques no sólo están centrados en los estudiantes universitarios, ya que la implantación de la segregadora LOMCE en primaria y secundaria, unida a recortes presupuestarios y despidos en colegios públicos, degrada todavía más la educación pública frente a la privilegiada concertada o privada.
Estas reformas están enmarcadas en una batería de ataques a la clase trabajadora, como la Reforma Laboral o los recortes en servicios públicos, y también hacen diana en los trabajadores de los centros educativos. Es el caso de los 32.000 despedidos en el sector y la mayor precarización laboral, unida muchas veces a la privatización de servicios en estos centros.
La consecuencia más inmediata de estos Planes y tasazos ha sido el abandono de los estudios de decenas de miles de estudiantes. Es decir, una verdadera “expulsión” por no poder pagar los elevados precios de las matrículas. Sólo en este curso se matricularon 55.000 estudiantes menos, los cuales se suman a los casi 40.000 menos desde la subida de tasas de 2012, un nuevo récord en la progresiva elitización de la universidad.
Otro factor influyente de este éxodo ha sido el descenso en el número y la cuantía de las becas, que ha pasado de 793.949 en 2011 a 757.027 actualmente. De 1.618 millones destinados, se ha pasado a 1.410 comenzando a cerrar la puerta de entrada de la clase trabajadora a los cada vez más elitizados estudios universitarios.
La apertura de las puertas de la universidad a finales del siglo XX, que se logró a través de la lucha y la movilización de la clase trabajadora y la juventud, parece revertirse a golpe de reforma en el marco de la crisis capitalista.
Entre los planes de la burguesía existe una mayor vinculación de las empresas privadas y bancos con el sistema universitario, incluyendo el gobierno de la Universidad, ajustándola aún más a los intereses del mercado laboral capitalista; algo que influirá irremediablemente en los planes de estudio e investigación creando una mayor precarización académica y laboral.
En los planes capitalistas en curso no cabe discusión sobre el negocio de la educación, ya que ni los regímenes universitarios ni los principales partidos contemplan la gratuidad de una educación que se merezca el nombre de pública.
La “casta académica”: sustento de la privatización y dique de la movilización
Al igual que la ilusión en el reformismo y la democracia burguesa, la ilusión en el régimen universitario también se disipa experiencia tras experiencia. Rectorados y decanatos son la pieza central de una “casta universitaria” que ha demostrado total obediencia a los planes de privatización y elitización de la universidad.
Estas instituciones, al verse cuestionadas, no han dudado en enfrentarse a los estudiantes que luchaban, criminalizándolos y facilitando la represión, mostrando que ni las mesas de negociación ni los numerosos intentos de diálogo dan resultado si no son producto de la movilización en las calles. No olvidamos la represión al movimiento contra el plan Bolonia que llevó a cabo en Barcelona el Departament d’Interior de la Generalitat dirigido entonces por ICV-EUiA, ahora integrantes de Barcelona en Comú.
La burocratización implantada en las universidades es reflejo del “amiguismo” que recorre todas las instituciones del régimen burgués. Hoy en día se encuentran en todas las universidades del Estado español rectores y vice-rectores a los cuales no se les reconoce un solo mérito académico, dando por sentado que la consecución de puestos de tanta relevancia se han conseguido gracias a relaciones políticas. A día de hoy la “casta universitaria” se ha constituido como un “estamento” intocable.
Desde las instituciones no descansan en lanzar mensajes hipócritas que definen a la Universidad como una organización democrática, aunque la realidad dibuja una situación completamente opuesta. “Consejos Sociales” copados por empresas privadas, “Juntas” y Claustros sin presencia real del estudiantado, la injusta y antidemocrática ponderación de los votos entre estudiantes y doctores en las elecciones al rectorado y un largo etcétera, acaban configurando una situación real de burocratización alejada del relato democrático que venden desde las instituciones.
Bajo esta máscara, los rectores o decanos muchas veces se posicionan frente a los estudiantes o los medios a favor de una universidad pública. Pero este mensaje institucional, elaborado por actores que se benefician del actual statu quo, no puede ser punto de apoyo para los estudiantes. Del mismo modo que no puede ser punto de apoyo confiar en que las “herramientas democráticas” de la universidad actual son suficientes para llevar hasta el final los cambios que demandamos.
Las formaciones reformistas, al igual que en otros ámbitos como el sindical, pasan por alto esta situación, sabedores de que una universidad democrática y crítica puede, en tiempos de crisis, ser germen de movilizaciones mayores. Por ello, ante esta dramática situación hace que sea urgente retomar la lucha por una universidad pública, gratuita y de calidad al servicio de la clase trabajadora y no de los beneficios de los empresarios.
La única forma de liberar la educación pública de los intereses capitalistas, es con la más amplia movilización del movimiento estudiantil, en alianza con el personal docente precarizado, los no docentes y el resto de los sectores combativos en lucha, que se proponga tumbar las sucesivas reformas neoliberales como primer paso para avanzar en la lucha por una universidad pública, gratuita, de calidad y al servicio de la clase trabajadora. Que se gestione en un cogobierno universitario con mayoría estudiantil, y la elección directa de las autoridades bajo el criterio de una persona un voto. Solo con la movilización, se podrá obtener la democratización de los órganos universitarios y poner ponga fin a los ajustes que estas “castas universitarias” permiten.
Retomar la movilización para frenar los ataques
Así, las experiencias más cercanas las tenemos en el Estado español, estuvieron enmarcadas en el auge de la protesta social entre 2011 y 2014. En esos años las luchas obreras y sociales dieron procesos de movilización y organización en especial entre la juventud, ya sean las huelgas estudiantiles y la participación juvenil en las huelgas generales, las protestas en defensa la educación pública conocida como la “Primavera Valenciana”, la prolongada huelga educativa en las Islas Baleares, o la creación de coordinadoras estudiantiles.
Pero en países vecinos, la juventud combativa está volviendo a resurgir con fuerza para reivindicar sus derechos. Sin ir más lejos, en Francia el movimiento estudiantil vuelve a despertar y el fantasma de la unidad de los estudiantes y los trabajadores, que tumbó en 2006 la reforma del Contrato de Primer Empleo, se le aparece al gobierno francés como un fuerte obstáculo para aplicar su reforma laboral de corte neoliberal. En Alemania, también los estudiantes han demostrado que se puede romper con el corporativismo manifestándose a favor de los refugiados y convocando una huelga contra el racismo para el 27 de abril.
La aplicación del Plan Bolonia, la LOMCE y el tasazo del 2012 supusieron una derrota para el movimiento estudiantil, pero sólo se asienta y se convierte en desmovilización si se aplica una política burocrática, actuando dentro de los límites corporativistas y de fragmentación del movimiento estudiantil entre sí y con el resto de sectores oprimidos.
Frente a esa falta de unidad y coordinación entre las distintas organizaciones estudiantiles, reivindicamos las asambleas de facultad e instituto y el trabajo de base para revitalizarlas, que rompa además las barreras entre ambas fases educativas.
Este déficit debilita la protesta en muchos lugares, demostrando que es imprescindible avanzar hacia una coordinación estatal de las organizaciones, sindicatos y asambleas para poder discutir un plan de lucha que permita golpear con más fuerza.
Una unidad entre las diferentes organizaciones estudiantiles para avanzar en un programa que no rebaje sus demandas y que sostenga su lucha en asambleas democráticas y un estudiantado movilizado.
Hay que levantar la consigna clara y contundente dela inmediata reincorporación de quienes debido al aumento de tasas y a la precarización laboral han sido expulsados de la universidad, al igual que por la reincorporación automática y pase a plantilla titular de todo el personal docente y trabajadores despedidos a causa de los recortes.
No debemos tolerar en nuestras aulas actitudes machistas y patriarcales. Debemos pelear por una educación no sexista. Una demanda esencial, ya que el 3+2 en su reestructuración académica se propone eliminar las asignaturas transversales de Género.
Del mismo modo que en el anterior, hay que pelear por una educación no racista y antiimperialista, que se proponga pelear por los derechos la juventud inmigrante y refugiada. Basta de falsificaciones históricas y discursos eurocéntricos.
Por una universidad solidaria, por un movimiento estudiantil unificado frente a la represión que sufrimos los jóvenes cuando salimos a la calle a gritar la rabia que llevamos dentro.
Por un movimiento estudiantil en alianza con el movimiento obrero. Por una unidad efectiva de apoyo y solidaridad que rompa el corporativismo de las luchas estudiantiles. La unidad entre estudiantes y obreros es la base para un fuerte movimiento de lucha que nos permita alcanzar conquistas.
La parcelación de las luchas laborales y estudiantiles crea la ficción de que nuestros intereses no son los mismos, que cada uno debe luchar de modo corporativo por su lado. Esto opera totalmente en contra de las lecciones que nos lega la historia, en las que la unión obrera-estudiantil se revela como una de nuestras armas más potentes, tal como muestra la experiencia de Mayo del 68. Sudáfrica, es el último ejemplo que demuestra el enorme potencial que tiene la juventud cuando ésta sale a la calle codo a codo junto a la clase trabajadora, donde la movilización de los estudiantes consiguió parar el aumento de las tasas y en su unión con los trabajadores de la Universidad lograron que trabajadores subcontratados pasaran a trabajar directamente para la Universidad.
El 3+2 es un nuevo órdago a un movimiento estudiantil que tiene que volver a enseñar los dientes a quienes tratan de condenarnos a un futuro (y un presente) de paro y precariedad. De tal manera, el potencial de la juventud sólo se desarrollará con fuerza en la calle y organizada de forma antiburocrática desde las bases.
No sólo para enfrentar este ataque, sino para pelear por una educación pública, laica, gratuita y de calidad, al servicio de los trabajadores y organizada democráticamente, necesitamos una perspectiva anticapitalista y revolucionaria que fortalezca el movimiento estudiantil y la coordinación de las luchas de la juventud con los sectores oprimidos. La única manera, hasta el final, de que la educación deje de estar al servicio de unos pocos, ya sea para que decenas de miles trabajen en sus centros y fabricas por salarios miserables, o para que algunos cientos escriban y hablen justificando este sistema y la imposibilidad de su transformación revolucionaria.
* Artículo publicado originalmente en la revista Contracorriente, abril 2016