A dos años del inicio de la huelga de Panrico entrevistamos a uno de sus protagonistas, Joe Molina. En esta primera parte de la entrevista abordamos con él esta histórica huelga, el rol de los trabajadores, la burocracia sindical, la Generalitat y las principales lecciones que dejó para el futuro.
Se acaban de cumplir dos años desde el inicio de la huelga de Panrico, la huelga más larga y dura de lo que llevamos de crisis. ¿Podrías recordarnos como comenzó y se desarrolló el conflicto?
Todo empezó con el ERE y el plan de viabilidad que propuso Oaktree, el segundo fondo buitre que se hizo con la empresa. Eran 2.500 despidos y una rebaja salarial del 40%, aunque se quedó en 800. Para meternos miedo no abonó las nóminas de septiembre. En Santa Perpetua hicimos varias asambleas y convocamos huelga indefinida el 13 de octubre. El resto de plantas también iban a sumarse, pero las direcciones de CCOO y UGT maniobraron para desconvocarla. Aquí no pudieron. Ya habíamos vivido algo parecido en 2012 y las tretas de las direcciones sindicales las desactivamos rápido. Esto hizo que el conflicto fuera mucho más duro, se extendió durante 8 meses y quedó nuestra planta sola. Durante este tiempo los trabajadores nos mantuvimos firmes en nuestro lema “0 despidos, 0 recortes”. Carecíamos de experiencia en conflictos tan largos y al principio confiábamos en los dirigentes de nuestro Comité, los de toda la vida. Resistimos contra un triple enemigo: la empresa, la Generalitat y la burocracia sindical, se vulneró el derecho a la huelga con la complicidad de los tres, nos dejaron aislados y al final lograron hacer pasar los despidos y el plan de recorte.
Entre los tres enemigos de la huelga los trabajadores de Panrico, desde el principio señalasteis a la dirección de la Federación Agroalimentaria de CCOO ¿Cuál fue su papel en estos 8 meses? ¿Y el de los trabajadores?
La noche y el día. Los burócratas sindicales fueron un freno a la lucha desde el primer momento. Al poco tiempo de empezar nos dimos cuenta de que el Comité no estaba por la labor. Empezó bien pronto a hacer maniobras disuasorias. Se negó a impulsar cualquier iniciativa para sostener la huelga.
Lo tuvimos que hacer todo los trabajadores, con la ayuda de los primeros grupos que estuvieron desde el primer día, como Clase contra Clase, el SUT y el CUO, que siempre los reivindico por esto. Nosotros levantamos el campamento en la entrada de la fábrica, impulsamos después el comité de apoyo, ahí ya estaban los de LI, un encuentro de solidaridad en Sabadell, la caja de resistencia. Yo junto con otros tres compañeros empezamos a ir fábrica a fábrica a pedir apoyo económico. Muchas mujeres empezaron a vender manualidades que hacían ellas. En pocos meses la caja daba ayudas a decenas de compañeros y se llegaron a juntar más de 200.000 euros. Organizamos los turnos del campamento, de los piquetes contra los camiones que traían producto de fuera o los grupos para ir a charlas a difundir la lucha y pedir apoyo. Fuimos hasta a la universidad con los jóvenes de No Pasarán que hicieron una campaña de “un estudiante, un euro” que recaudó bastante pasta. Y fuimos nosotros mismos los que buscamos la solidaridad y coordinación con otras luchas, como la de Coca-Cola.
¿Cómo intentaron hacer fracasar la huelga?
El Comité y los dirigentes de CCOO maniobraron desde el principio. Empezaron con las amenazas de que la huelga era ilegal. Nos decían que podíamos perder hasta nuestras casas. Los de la Federación de Madrid evitaron que la planta de Paracuellos se sumara a la huelga. Nos lo dijeron los mismos trabajadores cuando fuimos con un autobús a verlos a la puerta de su fábrica. Al poco tiempo la burocracia firmó los despidos con el aval de la UGT y varios delegados de CCOO que nunca fueron ni expedientados. Y lo peor de todo, a pesar de que las asambleas de todo el Estado lo habían rechazado en dos votaciones seguidas. Con esa traición CCOO intentó que desconvocáramos, y lo siguieron intentando durante meses, pero el Comité se vio obligado a continuar por la presión de los trabajadores. Les hicimos perder todas las asambleas.
Aun así siguieron poniendo palos en la rueda. Por ejemplo el juicio por la denuncia que habíamos puesto por vulneración del derecho de huelga se pospuso más allá del juicio de la Audiencia Nacional contra el ERE, que también atrasaron alargando la agonía un mes más para ver si así desconvocábamos por hambre. Esto nos perjudicaba para que fuese declarado nulo. A los compañeros de Coca-Cola cuando ganaron la sentencia uno de los motivos que usó el juez de la Audiencia para declarar nulos los despidos fue justamente esa vulneración. Al acabar la huelga se celebró el juicio de la huelga y lo ganamos, y allí nos enteramos que el maldito aplazamiento había sido solicitado en común acuerdo por la empresa y el sindicato. El mismo sindicato trabajó para que perdiéramos el juicio del ERE y que no se lo declarasen nulos los despidos.
¿Qué lecciones crees que se pueden sacar de esta gran huelga para el futuro?
Nosotros éramos bastante inexpertos. Por eso al principio confiamos en el Comité pensando que estarían de nuestro lado. Yo creo que cuando nos dimos cuenta de que no era así tardamos demasiado en empezar a pensar en elegir otro Comité de huelga. Al final se hizo, pero por distintas circunstancias muchos de los que más guerra habían planteado a las maniobras de la burocracia no estaban en él. Esto fue un problema, y de hecho al final sólo un miembro del nuevo Comité de huelga estuvo en contra de desconvocar.
Luego hay otras muchas lecciones. La huelga fue para mí una lección de vida. Aprendes a darte cuenta que la única vía que nos queda a los trabajadores en mantenernos unidos en la lucha, en la calle y las empresas. Organizándonos desde las bases y tratando de quitarnos de encima esta burocracia sindical. Con ella es muy difícil ganar. Hay que pelear porque las asambleas prevalezcan, es la voluntad de los trabajadores. Hay que acabar con eso de que los sindicatos pacten por su cuenta y en contra de nuestra voluntad. Otro punto clave es la coordinación de los sectores que luchan, como hicimos con Coca-Cola, algo que asusta mucho a la burocracia sindical y a las patronales. Para todo eso además es imprescindible que toda lucha se rodee de solidaridad, nosotros recibimos mucha, aunque yo siempre he creído que de parte de la izquierda política y sindical vino tarde y no toda la necesaria, salvo honrosas excepciones. Algunos tardaron en llegar por sectarismo, porque estábamos afiliados a CCOO. Otros porque son de esa izquierda que hace mucho tiempo que se tragaron el rollo de que la clase obrera no existe, y creo que le dan poca importancia a los conflictos de trabajadores.
¿Crees que la traición de la dirección de CCOO en Panrico fue una excepción?
En absoluto. Durante los 8 meses tuvimos contacto con otras luchas y yo y otros compañeros después hemos seguido apoyando a muchas otras. La triste realidad es que en casi todas las empresas sucede lo mismo. La política de pactos con los empresarios olvidan el horizonte de “cero despidos” y pactan acuerdos a la baja, despidos, EREs… con el eslogan de que es un mal menor: salvar 50 justifica despedir 200. Algo que se ha podido comprobar en otras luchas como Movistar o ahora mismo en Valeo.
¿Crees que esta política tiene relación con la situación de crisis política que vive el Régimen?
Desde luego que sí. Esa forma de actuar tiene un objetivo último: salvaguardar el Régimen del ‘78, el del PP y el PSOE, el de CiU aquí. Quieren tener un control absoluto de que los trabajadores no salgamos a la calle. Si no pudieran evitar que la clase obrera luche a la altura de la que nos está cayendo estoy seguro de que esa crisis política que hoy están intentando digamos que atajar, se podría convertir en una crisis mucho mayor que pusiera en peligro la supervivencia no sólo del Régimen sino del mismo sistema capitalista.