Antonio Liz: “la Revolución española tiene dos contrarrevoluciones, la fascista y la estalinista”

El nuevo libro de Antonio Liz, Revolución y Contrarrevolución. La II República y la Guerra Civil española (1931-39), sintetiza años de estudio sobre la gran experiencia revolucionaria del proletariado español.

No podía haber mejor momento para que Antonio Liz, historiador gallego radicado hace años en Madrid, publicase su nuevo libro. Cuando se cumplen 80 años del inicio de la Guerra Civil española, Liz revisita la experiencia de revolución española aportando una visión propia y sin contemplaciones sobre una de las revoluciones proletarias más profundas de “Occidente” y una verdadera “escuela superior de estrategia revolucionaria”, como la definió León Trotsky.

Antonio Liz Vázquez (Casfigueiro, Ourense, 1957), no es un historiador al uso. Trabajador asalariado desde su temprana adolescencia, militante revolucionario y periodista, se licenció en Geografía e Historia por la UNED formándose como un intelectual obrero. En su juventud fue militante de la CNT y miembro fundador del BNG (Bloque nacionalista gallego). En 1999 funda junto a Xosé André López el boletín marxista Ayer y Hoy.

Es autor de varios libros, entre los que destacan A emigración galega, unha aproximación desmitificadora (Artes Gráficas, 1991), la biografía Trótski e o seu tempo (Entinema, 2005) escrita en gallego y también traducida al castellano (Trotski y su tiempo, Sepha, 2007), Octubre de 1934, insurrecciones y revolución (Espuela de Plata, 2009). También fue coordinador y coautor de la obra colectiva Barbarie fascista y Revolución social. La Guerra Civil española 75 años después (Sariñena, 2011).

En Revolución y Contrarrevolución. La II República y la Guerra Civil española (1931-39), su quinta obra, Liz profundiza en el estudio de la revolución, rebatiendo las ideas comunes sobre la guerra civil sembradas tanto por la historiografía liberal, como por la “democrática” y estalinista. En su método, los testimonios de los personajes históricos que participaron de los acontecimientos tienen preminencia. “Nada me interesa más que hablen los que participaron en la parte del proceso histórico estudiado porque así se documenta el proceder político y social de las diversas clases sociales y de sus fracciones políticas”, dice Liz en la presentación del libro.

Liz rescata las singularidades de la experiencia revolucionaria del proletariado español, el cual demostró ser una inagotable fuente de heroísmo y capacidad de combate, a pesar de la falta de voluntad estratégica de conquistar el poder por parte de sus direcciones, el cual es uno de los objetivos más valiosos de tu trabajo.

Conversamos con él en el marco de nuestra Escuela de Verano internacionalista y revolucionaria en Barcelona, de la que participó durante todas sus jornadas y fue ponente en un debate sobre la Revolución Española.

La introducción de tu libro comienza con un título sugerente, “el hilo histórico”. Para situarnos, ¿cuáles son las coordenadas generales del “hilo histórico” que da lugar al inicio del ciclo largo de la Revolución española?

Como indico en el libro, la II República vino porque el entramado de la Restauración borbónica que había articulado Antonio Cánovas del Castillo fracasó. Es este fracaso el que trae la Dictadura de Primo de Rivera y, acto seguido, la República. Así, la II República no fue producto de un momento revolucionario sino del fracaso del régimen político que la naciente clase dominante había articulado. Por lo tanto, fue la debilidad política de la clase dominante la que abrió un escenario políticamente convulso y este aceleró las contradicciones sociales.

Este es tu quinto libro. Aparte de la efeméride del 80 aniversario de la Revolución, que ya de por sí justificaba el trabajo, ¿qué te motivó a escribir esta obra?

La motivación fue que la Revolución española es un momento histórico donde se acumulan importantísimas enseñanzas políticas para las nuevas generaciones de trabajadores. La Revolución española tiene dos –y digo dos- contrarrevoluciones, la fascista y la estalinista. Y esta coincidencia contrarrevolucionaria se necesita conocer al dedillo. Una vez estudiada la Revolución española, a los cuadros políticos revolucionarios les quedará la completa certeza de que la clase trabajadora sólo puede confiar en si misma o está condenada a la derrota.

Como tú mismo dices en la presentación del libro, das una particular importancia a los testimonios de los personajes. ¿Cómo trabajaste la relación entre los testimonios documentales y las propias evidencias históricas?

Lo que ha quedado como evidencia histórica, por ejemplo, la represión que el gobierno republicano-socialista ejerció sobre la parte más dinámica de la clase trabajadora, el movimiento anarcosindicalista, queda perfectamente documentado como un hecho políticamente consciente con los testimonios de Manuel Azaña, republicano de izquierda, y Miguel Maura republicano de derechas. Así, el dicho del personaje histórico en relación con el hecho acaecido ayuda a explicar por qué se dio el propio hecho.

Una idea extendida en buena parte de la izquierda española es que la Guerra se perdió por cuestiones principalmente de índole técnico militar. ¿Tiene fundamento esta explicación o es un modo de evadir el debate sobre la responsabilidad de las direcciones políticas? ¿Cómo abordas la cuestión de la derrota?

La Guerra Civil española la ganaron los fascistas y reaccionarios porque tuvieron los apoyos desde fuera (ayuda de Hitler y Mussolini, del Comité de No Intervención y la omisión de auxilio a la República de Roosevelt) y desde dentro (estalinistas y republicanos). Estas son las que yo denomino “causas genéricas” de la derrota. Pero la “causa originaria” de la derrota está en la incultura política de las direcciones de las dos grandes fracciones del movimiento obrero, la socialista y la anarcosindicalista, que no llevaron a la clase trabajadora a la conquista del poder en julio de 1936 cuando todo era favorable para ello. Así, decir que la Guerra Civil española la ganaron los francofascistas por razones militares no sólo es una mentira sino un insulto a la inteligencia.

Otro concepto extendido sobre la revolución, particularmente utilizado por la historiografía liberal o democrática, es aquel que tipifica la guerra civil como una “guerra fratricida”. ¿Qué opinas de esta visión?

Creo que es un ejercicio de cinismo mayúsculo, porque la Guerra Civil fue una guerra de clases y no una guerra entre hermanos. No hay ninguna hermandad posible entre bandos socialmente antagónicos. Nada puede haber de común entre el explotador y el explotado, el uno explota y aliena y el otro es explotado y subordinado.

Entre las múltiples fuentes que utilizas en el libro hay algunas referencias a Trotsky. ¿Qué te aportó el pensamiento del revolucionario ruso a tu estudio sobre la Revolución española?

Trotsky forma parte de mis grandes maestros, que son Marx, Engels, Lenin y el propio Trotsky. Por lo tanto, yo bebí con avidez sus escritos sobre la Revolución española. Sin Trotsky y sin Pierre Broué -que había bebido antes que yo del “Viejo” por razones cronológicas- no se puede comprender verdaderamente la Revolución española. Trotsky no está muy citado, pero está muy presente, sin él y sin Pierre Broué, mi trabajo hubiera sido muchísimo más dificultoso. Vamos, que yo me he apoyado en sus hombros.

Tú no eres un historiador “al uso”, al menos como la mayoría de la gente entiende que un historiador es un intelectual académico. ¿Cómo ha sido tu vivencia como trabajador, militante e historiador obrero?

Yo empecé a trabajar a los 12 años en un comercio de calzado, como chico de los recados. Fue mi condición objetiva de trabajador la que me lleva a sentir en la realidad la lucha de clases. Así, no fueron los libros los que me llevan a la lucha de clases, sino ésta a los libros. Yo no tengo que descubrir que la lucha de clases existe, tengo que explicarme por qué existe. Por lo tanto, el conocimiento de campo de la lucha de clases es el camino que me lleva a desembocar en los clásicos marxistas y en el estudio del proceso histórico. Una vez que me introduje en el estudio del marxismo y en el estudio del proceso histórico me propuse convertirme en un historiador de mi propia clase. Así, hice el Acceso a la Universidad para Mayores de 25 años en la UNED y me puse a hacer Geografía e Historia en la misma universidad, hasta que me licencié. Claro, yo no pude hacer la carrera a ritmo de estudiante ya que la tenía que combinar con mi trabajo y con mi militancia. Cuando entro en la universidad ya me considero un marxista, militaba entonces en la UPG (Unión do Povo Galego), que los comunistas gallegos considerábamos entonces el Partido. Entré con un propósito claro, sacarme el título de Geografía e Historia. Mi formación cómo historiador la hacía de forma paralela, fuera del ámbito universitario. Donde sí la carrera me aportó fue en Historia del Arte, disciplina a la que yo nunca le hubiera dedicado tanto tiempo. Todo lo demás lo aprendía extramuros. En fin, estimo que con este esbozo de mi recorrido queda claro por qué soy un intelectual obrero y no pequeño-burgués. Y ahí está mi obra.

Una pregunta final, pensada sobre todo para las nuevas generaciones de jóvenes militantes, ¿por qué debemos estudiar la revolución española?

Ya lo he apuntado más arriba, porque es imprescindible su conocimiento para que los jóvenes militantes, aquellos que aspiran a ser cuadros revolucionarios de la clase trabajadora, conquisten su cultura política sobre bases históricas sólidas. Si la Revolución rusa hay que conocerla para saber cómo se conquista el poder, la Revolución española hay que conocerla para saber cómo se pierde.

Publicado por Diego Lotito

Diego Lotito | @diegolotito :: Madrid

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