El “deshielo” entre Estados Unidos y Cuba ha abierto un nuevo escenario estratégico y ya está influyendo en todos los ordenes de la vida cubana. Es cierto que aún rigen las leyes de bloqueo como la Helms-Burton y no pueden descartarse contramarchas, pero en el establishment estadounidense prima la idea –como insiste The New York Times– de que: “Cuanto más libres circulen la gente, los bienes y las ideas es más probable que ello derive en reformas significativas en la isla”1. En otras palabras, fracasada la línea histórica de acoso y bloqueo, esta es la mejor manera de ejercer presión y promover la restauración capitalista en Cuba. En el anterior número de Ideas de Izquierda ya abordamos algunos aspectos de esta cuestión2, aquí se abordan algunos elementos de la situación política, para pensar cómo podría moverse la “cosa”3 y qué problemas se plantean ante la izquierda crítica cubana.

La recomposición de relaciones con Washington aporta cierto alivio económico4 y abre nuevas perspectivas para la captación de inversiones extranjeras y el comercio exterior. Políticamente, es un importante éxito para el gobierno de Raúl, permitiendo renovar expectativas populares y reforzar su autoridad entre la burocracia. Es probable que utilice esta coyuntura favorable para profundizar el plan económico pero también para avanzar en el terreno político.

El gobierno se mueve en este plano con más cautela y conservadurismo que en otros, pero viene habiendo síntomas de movimiento que podrían acelerarse con el “deshielo”. Se puede abordar en dos niveles: el plan político de “sucesión/renovación” de la dirección cubana y el problema -estratégico e histórico- de la “transición” a un nuevo régimen estatal5.

 

Organizando la sucesión… y algo más

Raúl se retirará de su cargo en 2018, lo que completaría la fase decisiva en la “sucesión” de la generación histórica por una camada de dirigentes nacidos después de la revolución, garantizando “continuidad” mientras se busca cierta “renovación” por abajo, incorporando cuadros jóvenes, mujeres y negros para mejorar la imagen de las instancias intermedias y las organizaciones de masas6.

Entre tanto, aunque se mantiene un secante control político y no escasea la represión e intimidación por medios policiales o administrativos, vienen dándose algunos gestos de tolerancia oficial hacia las manifestaciones de descontento y crítica, e incluso hacia la actividad de algunos grupos opositores. Por ejemplo, en las elecciones municipales de abril, por primera vez lograron presentarse –aunque no fueron elegidos– dos candidatos opositores de derecha en barrios de La Habana. En la ciudad de Caibarién fue reelecta la transexual Adela Hernández González7 como delegada del Poder Popular, en otro gesto “inclusivo” de la renovación8.

Cabe recordar que en febrero de 2013, en ocasión del retiro del veterano Machado Ventura y la promoción de Díaz-Canel al estratégico puesto de primer viceministro, convirtiéndose en el probable sucesor de Raúl, éste afirmó que se trataba de “un paso definitorio en la configuración de la dirección futura del país, pues garantizará la transferencia de los principales cargos a las nuevas generaciones”. Al mismo tiempo dijo que “en concordancia con los acuerdos del VI Congreso del Partido, será preciso armonizar los postulados de la Constitución de la República con la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del partido y la Revolución […] estos cambios son necesarios pues algunas cuestiones pueden modificarse por el Parlamento, pero otras requieren la votación de los ciudadanos en referendo”9.

En suma, se trata no sólo de relevo generacional sino que se propone un rediseño del régimen. Ya se han venido introduciendo cambios importantes en la legislación y las instituciones: reorganización política-administrativa a nivel provincial y municipal, nuevo Código del Trabajo, nueva Ley de inversiones extranjeras, etc., aunque no está claro cuándo, cómo y con qué alcances se produciría una reforma constitucional. Ni tampoco los alineamientos de las diversas alas de la burocracia, entre quienes están por acelerar las reformas y otros, más “inmovilistas”. El equipo de Raúl, bajo la consigna de “sin prisa pero sin pausa”, actúa como árbitro de estas tensiones internas10.

El problema político profundo que la cúpula dirigente encara es cómo adecuar el régimen ante la acumulación de cambios económicos y sociales y el agotamiento de las formas actuales de dominio político. La casta burocrática no puede renunciar al monopolio del poder, fuente de sus privilegios y clave de la “vía cubana a la restauración capitalista”, en la que pueda reciclarse como nueva clase propietaria. Pero al mismo tiempo que protege el núcleo de ese poder, necesita “aggiornar” sus formas, tanto por las necesidades de la “actualización del modelo” como también para recomponer una hegemonía debilitada, remediar el desgaste de las instituciones actuales y ampliar la capacidad de mediación y contención que las organizaciones de masas oficiales no garantizan por sí solas. En este sentido ganan importancia las negociaciones y pactos con la Iglesia católica11 (que la visita papal viene a refrendar), consolidando a esta institución como mediación tolerada y “facilitadora” en las relaciones con el imperialismo y la emigración cubana. La iglesia se postula como adalid de la “reconciliación” nacional y auspicia una estrategia pactista para acelerar la apertura económica y política.

La convergencia de grupos católicos, socialdemócratas y nacionalistas en una oposición moderada, “leal” (tomando distancia de la devaluada derecha anticastrista tradicional), le permitiría prepararse para jugar un papel en la nueva situación política y superar su debilidad y escaso peso social. Sectores como los que integran el “Espacio Abierto” propugnan la negociación para impulsar una reforma constitucional y una nueva legislación electoral. Según Manuel Cuesta Morúa, de Arco Progresista: “En Cuba, la hegemonía tiene que acordar con la diversidad” y se buscaría incidir “con la ley, desde la ley y desde abajo hacia arriba, en condiciones que nadie se sienta derrotado”12, es decir, pactos y gradualismo aceptando el papel dirigente, hegemónico, de la burocracia castrista.

 

¿Qué “transición”?

Es posible que el “deshielo” favorezca un entendimiento estratégico sobre la base del problema de fondo: las reformas en marcha hacia la restauración capitalista, aceptando la vía “a lo cubano” dirigida por el PCC como la más realista. Se ha sugerido que la convergencia podría darse sobre la base del “nacionalismo cubano como elemento eficiente para la rearticulación del consenso socio-político, y acerca de la necesidad imperiosa de un modelo democrático…”13, al que concurran el nacionalismo de los emigrados no gusanos, el oficial (el discurso estatal se reelabora en un patrón cada vez más patriótico y “martiano” y menos “marxista”) y de la oposición interna. En suma, tomando nota de que en medio siglo Estados Unidos no pudo avasallar a Cuba, se discute si cierto “nacionalismo revolucionario” podría proveer el núcleo ideológico para “la posible articulación de un bloque de actores sociopolíticos apoyados en la metodología del pacto”14.

Esto remite a considerar algunas hipótesis sobre las perspectivas de “transición” del régimen, que no significa inexorablemente ir a un régimen liberal-burgués (como preferirían el imperialismo y la derecha latinoamericana), pero tampoco una simple copia del modelo político chino de “partido único” (que no sólo tuvo a favor ingentes recursos de los que Cuba carece, sino que también pudo imponer una relación de fuerzas favorable, después de Tiananmen). En la actual relación de fuerzas entre el imperialismo y América latina, y teniendo en cuenta el balance de fuerzas sociales interno, donde la clase trabajadora cubana tiene un peso que hasta ahora ha disuadido a la burocracia de ir a un ataque frontal, pueden contemplarse otras posibilidades de evolución, como alguna variante bonapartista que incluya cierta apertura formal, controlada. Alfonso Dilla ha sugerido un paralelo con el priísmo mexicano15. También podrían considerarse sugerentes a los regímenes venezolano, ecuatoriano y boliviano y sus procesos constituyentes, a partir de algunas ideas de Julio C. Guanche, que propone un “nuevo constitucionalismo socialista”16.

Si bien podría revestirse de algunas concesiones democráticas y poner ciertos límites a la penetración imperialista, no por eso su contenido sería progresivo, pues su esencia sería consumar la demolición de lo que queda de la revolución de 1959. Esto, bajo la cobertura discursiva “nacional, popular y socialista” de un “socialismo del siglo XXI” de mercado, con empresarios y capital extranjero, en una isla de la que estos fueron expulsados hace medio siglo.

Queda para la reflexión la hipótesis de si la evolución a un neobonapartismo burocrático-burgués proporcionaría la fórmula política viable para ir hasta el final en el camino de la restauración “a lo cubano”.

 

Encrucijadas para la izquierda cubana

Los cambios que se gestan en la “cosa” bajo el signo del “deshielo” y los tanteos de una posible “apertura” están precipitando realineamientos dentro del amplio y heterogéneo campo de la izquierda crítica surgida en los últimos años, en los medios culturales, académicos y sociales, dentro y fuera de las filas del PCC17 y que despliega una notable actuación pese a las persecuciones y obstáculos que pone el régimen.

Es posible que una parte de los críticos que se han mantenido cercanos al PCC, creyendo posible su reforma renueven sus expectativas apostando al “diálogo” como “consejeros” del castrismo18. Por otro lado, la línea de diálogo desde la oposición puede arrastrar a otros sectores hacia la conciliación en términos socialdemócratas. El ex diplomático cubano Pedro Campos apoya el llamamiento de una “izquierda democrática”19 en base a 5 puntos básicos, destacándose el 1. Por “una nueva Constitución”, “estado de derecho” y “república democrática humanista y solidaria”; y el 2. “Nueva política económica partiendo de la aceptación de todas las formas de producción modernas”, mientras pide se “estimule preferentemente, con apoyo público y privado el trabajo libre, de tipo autogestionario, individual o asociado”, mientras saluda “los modestos pero insuficientes esfuerzos nacionales e internacionales para salir del estancamiento en que nos sumió medio siglo de “socialismo burocrático”. Es un programa que lleva a quedar a la zaga del campo opositor moderado.

Una divisoria política fundamental para la izquierda cubana (e internacional) va a ser qué actitud política tomar en este escenario, tanto frente a la línea de “actualización” y “renovación” del castrismo, como frente al reajuste dialoguista de una oposición moderada, más si se avanzan, como es posible, en los pactos bajo bendición papal para una cierta “apertura”. Si por un lado es necesario aprovechar todos los resquicios y márgenes legales para la intervención cultural, política y junto a los trabajadores, la juventud, la mujer y los sectores oprimidos, es necesario hacerlo desde una posición independiente de la burocracia, de la oposición proburguesa y la Iglesia.

Esto implica un programa de los trabajadores frente a las reformas económicas pro-mercado; por plenos derechos de organización sindical y control obrero colectivo de la producción y distribución; el derecho a organizarse políticamente con el único límite de la defensa de la revolución contra cualquier agresión imperialista, la libertad de creación e investigación artística y literaria, derecho de expresión, reunión y prensa independiente del gobierno, etc. Mientras se lucha por la ampliación de todos los márgenes democráticos, a todo nivel, incluyendo el derecho a debatir y decidir sobre una nueva Constitución, no se trata de elegir entre régimen de “partido único” que asfixia la vida política de las masas o “multipartidismo” burgués que las apartaría de las decisiones reales. El objetivo debe ser la conquista de una verdadera democracia obrera y socialista, basada en las formas de poder obrero y popular, democráticamente organizadas que las masas se den, con en el más amplio recurso a la democracia directa en todos los ambientes de la vida económica, social y política del país.

La clase trabajadora, hasta hoy un “convidado de piedra” en los planes del gobierno (como de la oposición) es la única que puede dar una alternativa progresiva al despeñadero de la restauración capitalista a que lleva la burocracia. Se trata de aportar a su organización independiente como clase socialista, uniendo en torno suyo a todos los sectores oprimidos y discriminados de la población.

Consideramos que el programa y la estrategia que pueden dar respuesta de conjunto a los problemas vitales de Cuba hoy, son los de la revolución política, a su vez inseparable de una perspectiva internacionalista. En las ideas de Trotsky, su crítica de la burocracia estalinista y sus concepciones revolucionarias, una nueva izquierda revolucionaria cubana encontrará sin duda un ejemplo inspirador.

Parecen gestarse posibilidades inéditas para avanzar en la construcción de una nueva fuerza social y política entre los trabajadores y la juventud, independiente de la burocracia, pero anticapitalista, socialista y revolucionaria. La izquierda socialista internacional está llamada a contribuir por todos los medios a estos desafíos.

 

1. The New York Times, 19/06/15.

2. E. Molina, “Cuba: en tiempos de “deshielo” con el imperialismo”, IdZ 20, www.ideasdeizquierda.org/ideasdeizquierda, junio 2015.

3. Dice J. C. Guanche: “En Cuba ‘la cosa’ es una expresión coloquial utilizada para referir a ‘la situación’. ‘¿Cómo está la cosa?’ alude tanto al estado de la nación como al chisme de barrio. Suelen verse por separado ‘lo público’ y ‘lo privado’, pero la pregunta por ‘la cosa’ nos remite al vínculo entre ambos”, jcguanche.wordpress.com.

4. A corto plazo implica aumento de ingresos por viajes y remesas desde Estados Unidos, así como el levantamiento de algunas restricciones comerciales y financieras, con lo cual apuntalaría el pronósticado repunte del PBI cubano en 4 % para 2015 (Cubahora, 26/06/2015), tras los últimos años de bajo crecimiento.

5. Se trata no solo de las formas del dominio político, sino de la transformación cualitativa en la naturaleza del Estado.

6. “En breve entre el 42 y 45 % de los cargos a nivel de CDR y de zona estarán en manos de jóvenes, lo cual fortalece el concepto de continuidad histórica”, Gramma 19/06/2015. En el XX Congreso de la CTC se dijo que “Luego del amplio proceso de renovación de mandatos, el 17 % de los elegidos son jóvenes, el 45 % tiene enseñanza media superior y el 30 % son universitarios”, Cubahora, 20/02/2014.

7. En el contexto homofóbico que cultivó históricamente el castrismo este no es un dato menor. Sobre Adela Hernández González, puede verse un reportaje de 2012, “Elecciones en Cuba: Breve conversatorio con muy singular candidat@”, en observatoriocriticocuba.org.

8. Pueden verse opiniones sobre las elecciones municipales de Haroldo Dilla, Armando Chaguaceda, Julio César Guanche y Marie-Laure Geoffray en “Elecciones municipales en Cuba: ¿algo nuevo?”, www.dw.com/es.

9. Juventud Rebelde, 24/02/2013.

10. Sin poder ampliar aquí este tema, Samuel Farber llama la atención sobre el hermetismo en la burocracia. “Tendencias políticas en Cuba hoy”, Viento Sur 136, octubre de 2014.

11. Ver “El rol político de la iglesia en Cuba”, en IdZ 20, junio 2015.

12. Manuel Cuesta Morúa. Entrevista en el diario argentino La Nación, 22/03/2015.

13. Roberto Vega y Lenier González. “Nacionalismo y lealtad: un desafío civilizatorio”, en Havana Times, 03/04/2014.

14. Según crítica Haroldo Dilla, “¿Nacionalismo revolucionario?”, Cubaencuentro, 05/05/2014.

15. “ …es probable que el sistema derive hacia desarrollos similares a otras experiencias postrevolucionarias, y en particular hacia su manifestación más formidable en América Latina: el priismo mexicano.” Ver “Los dilemas y el poco tiempo de la elite política cubana”, en www.realinstitutoelcano.org, 08/01/2014.

16. Julio César Guanche ha escrito sobre la participación ciudadana en el Estado cubano, Revista Temas 70 (abril-junio, 2012) ; “Un socialismo de ley. En busca de un diálogo sobre el constitucionalismo socialista cubano en el 2010”, en revista.ecaminos.org, 09/04/2012.

17. Puede verse: Marie-Laure Geoffray “Existe una nueva izquierda en Cuba?”, Contretemps, agosto de 2013. Samuel Fraber “Tendencias políticas en la Cuba de hoy”, Viento Sur 136, Octubre de 2014. Armando Chaguaceda “La izquierda cubana y el debate racial”, Literal magazine (www.literalmagazine.com).

18. Sectores críticos como los que se expresan en la revista Temas y otros, debe tenerse en cuenta que a veces la crítica a aspectos parciales de la gestión burocrática se combina con un programa de mayores pro-reformas “de mercado” o sea que no siempre están más a izquierda que el partido oficial.

19. Pedro Campos, “Por un amplio movimiento político de la izquierda democrática cubana”, en www.kaosenlared.net. El llamado es firmado por Socialismo Participativo y Democrático (SPD), Izquierda Democrática y Socialista (IDS) y el Nuevo Proyecto Socialista (NPS).

Publicado por Eduardo Molina

Eduardo Molina :: Buenos Aires

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