La irrupción de las candidaturas “ciudadanas” de Ada Colau en Barcelona, que ganó la elección, y Manuela Carmena en Madrid, que quedó a un punto del PP, alimenta las ilusiones de que es posible iniciar el “cambio” social desde los gobiernos municipales. Pero esta ilusión sólo podrá tomar cuerpo mediante pactos con un sector de la “casta política”.
Las propuestas municipalistas de “Guanyem Barcelona”, “Ahora Madrid”, “Zaragoza en común” y otras que hoy han irrumpido con fuerza en el escenario político español, han generado grandes ilusiones y expectativas.
El voto masivo a estas candidaturas expresa, por un lado, el “cabreo” con partidos conservadores como el PP (con mayoría absoluta hace 24 años en Madrid) o CIU en Barcelona. El repudio a los incontables casos de corrupción entre las “familias” del poder, el malestar con la “casta política” amiga de banqueros y la indignación por las políticas de recortes, el crecimiento del paro y la miseria, se manifestaron decisivamente en estas elecciones.
Pero por otro lado, durante la campaña electoral también se expresó lo que podríamos llamar una fuerte ilusión “municipalista”: la idea de que los gobiernos municipales, por ser “más cercanos”, permiten una democratización mayor de las instituciones y más participación de los ciudadanos en las decisiones.
Ada Colau planteaba hace poco esta idea, a propósito de la constitución de “Barcelona en Comú”: “La idea de partida es que hay que sumar esfuerzos entre gente no organizada y otra que sí lo está, para impulsar una candidatura que pueda ganar las elecciones municipales y así echar a los corruptos y cleptócratas que están vendiendo poco a poco nuestra ciudad. Sin embargo, no se trata de ganar para ocupar el lugar de otros, sino para transformar las instituciones, para abrirlas y que sea la gente la protagonista de las grandes decisiones.”
Sin embargo, esta estrategia municipalista, en los marcos del capitalismo español y de la Unión Europea, tiene enormes limitaciones.
Pactando con la “casta”
El dato notable de estas elecciones es que ninguna fuerza política obtiene mayorías absolutas, por lo que inevitablemente los “ganadores”, o quienes le sigan en votos, deberán articular pactos políticos para formar gobierno.
En el caso de Barcelona, Ada Colau, que resultó ganadora con un resonante triunfo sobre el candidato conservador de Convergencia i Unió, para ser alcaldesa de la capital catalana está obligada a orquestar un pacto variopinto que incluya a Esquerra Republicana, el PSC (socialistas) y las CUP. Es decir, con el partido que hasta ahora fue una de las claves del “bloque soberanista” con CiU y el presidente Artur Mas, el impopular PSOE catalán, y el ala izquierda del independentismo, las CUP.
En la capital del Estado, Manuela Carmena podría llegar a la alcaldía de Madrid. Pero sólo si pacta con “la casta”: el PSOE. La posibilidad de un pacto “a dos puntas” entre “Ahora Madrid” (motorizada por Podemos) y el PSOE, en la Comunidad y en el Ayuntamiento, apareció hace unos días. Vistos los resultados, la posibilidad se ha vuelto una necesidad. El intercambio de “cromos” (de figuritas) podría ser el apoyo de Podemos al candidato del PSOE en la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo, a cambio del el apoyo del PSOE a Carmena en Madrid.
Las declaraciones de Manuela Carmena la noche del domingo, diciendo entre gritos y festejos de sus seguidores que “ganó la mayoría que quiere el cambio” en Madrid, y llamando a “seducir” a los que no votaron por el cambio para llegar al gobierno, fueron claras señalas de que buscará ese pacto.
El pacto entre Podemos y el PSOE también podría concretarse en otras Comunidades y Ayuntamientos (como Aragón, Castilla La Mancha o Andalucía), lo que mostraría que el camino hacia el “cambio” por parte de Podemos ya las candidatura ciudadanas que impulsó en todo el Estado, pasa nada menos que por los pactos con uno de los pilares del bipartidismo y la “casta”.
A pesar de la algarabía popular que hoy recorre buena parte del país por los resultados electorales, el dato cualitativo es que estos pactos no sólo profundizarán el “giro a la moderación” por parte de Podemos y sus socios circunstanciales para estas elecciones (sectores de Izquierda Unida, Equo y otros movimientos), sino su creciente asimilación dentro del régimen político español.
Y para que no nos acusen de agoreros, resulta útil evaluar el ejemplo de Syriza en Grecia y la formación del gobierno con los derechistas de ANEL (Griegos independientes). Una jugada con la que Alexis Tsipras, sorprendió a propios y ajenos, y fue el primer acto de consolidación del giro conservador de Syriza.
Realidad y ficción del “gobierno de la gente”
La estrategia del “gobierno de izquierda” tomó fuerza en Europa a partir de la experiencia de Syriza en Grecia. El resultado de las últimas elecciones europeas, en las que Podemos irrumpió con una fuerza inusitada, dio lugar a una traducción propia en el Estado español, con fórmulas tales como el “gobierno de la gente” o el “gobierno decente”.
Hoy esta idea, que de algún modo emergió con el 15M, comienza a tomar forma material. Millones ven en la conquista electoral de gobiernos municipales o autonómicos, una salida capaz de dar expresión institucional a sus aspiraciones democráticas.
Sin embargo, la gran contradicción de esta perspectiva, es que el autogobierno de los ciudadanos a través de las instituciones de la democracia liberal, no puede ser más que una ficción. Aun cuando se proponga en ámbitos de escala reducida, pero mucho más en ciudades metrópolis como Madrid o Barcelona, con varios millones de habitantes y donde se concentran los grandes negocios y los poderes fácticos del capital.
Transformar el Estado y el poder implica transformar las relaciones sociales sobre las cuales se sustenta ese mismo Estado. En la sociedad actual esto requiere imponer un programa que cuestione el poder y la propiedad de los empresarios y banqueros. Ya sea a nivel estatal como municipal, conquistar una “democracia sustantiva”, que termine con la desigualdad, la corrupción y el gobierno de los banqueros, implica poner en movimiento poderosas fuerzas sociales y desarrollar nuevos organismos de autoorganización de masas que operen como un poder alternativo al de los capitalistas.
A lo largo de la historia, este tipo de organismos de democracia directa y doble poder han aparecido por fuera de las instituciones estatales burguesas, enfrentando con su legitimidad a las instituciones existentes.
Sin una perspectiva de autoorganización obrera y popular y sin cuestionar la propiedad privada, las experiencias de “gobiernos de izquierda”, “gobiernos de la gente” o como se prefiera llamarlos, muestran que la “lógica de la gestión” se impone irremediablemente. Y más aún en un momento de crisis capitalista, con la presión de la Troika y la Unión europea para que nadie se “salga del libreto” de los recortes y la “austeridad”.
Volviendo al caso de Grecia, así lo estamos viendo en estos cuatro meses del nuevo gobierno de Syriza (que ya antes de ganar el gobierno de Grecia venía gobernando en ayuntamientos y provincias como Atica), renunciando a casi la totalidad de su programa para llegar a un “acuerdo con los socios” europeos.
En estos meses, el gobierno de Tsipras ya ha pagado más de mil millones de euros al FMI, mientras que ha incumplido la promesa de aumentar los presupuestos para salud y educación, como le exigieron los trabajadores que realizaron la primera huelga de la sanidad esta semana.
Las candidaturas ciudadanas, centradas en la lucha contra la corrupción, han tomado también durante la campaña algunas de las demandas más sentidas como la cuestión de los desahucios o el paro juvenil, y han denunciado a la casta política y los empresarios “amigos” del poder. Pero la moderación de su programa y su discurso, patente en el caso de Podemos, ha sido el dato fundamental de su orientación política en los últimos meses.
Ante el enorme cambio en el mapa político español que comienza a operarse tras las elecciones de este domingo, con la incorporación de candidaturas ciudadanas a la gestión de gobiernos y ayuntamientos en distintos niveles a lo largo y ancho del Estado, es necesario reafirmar que sin atentar contra la propiedad privada capitalista y los privilegios de la “casta política”, las propuestas reformistas en los marcos del régimen no permiten dar una salida a la profunda crisis social.
La dinámica de la situación española en el mediano plazo y las previsibles tendencias a una mayor agudización de los conflictos de clase, proyecta la necesidad de construir un instrumento político de izquierda, anticapitalista y revolucionario, que esté a la altura de enfrentar a los enemigos que tienen la clase trabajadora y las mayorías populares, como única alternativa realista para que la crisis la paguen los capitalistas.
Dar pasos en este camino se torna una tarea ineludible para la izquierda anticapitalista y revolucionaria. Pues sólo así podremos terminar con la sangría social que significan más de 5 millones de parados, más de 500.000 desahuciados, la crisis de la salud y la sanidad, la precariedad laboral, la opresión de las mujeres y los inmigrantes y la falta de futuro para la juventud.