El pasado miércoles el eurodiputado de Podemos y dirigente de Anticapitalista, Miguel Urbán, publicaba una columna en publco.es con el título “Tsipras abandona Siryza”. Una tardía crítica a la claudicación de Syriza y un impotente llamamiento a la unidad y vuelta a los orígenes.
El artículo es en parte un cuestionamiento al mismo autor, aunque en él no encontraremos ni una palabra de autocrítica. Urbán lleva meses sin criticar, desde su posición de eurodiputado, la línea “oficial” que marcan Iglesias y Errejón sobre Grecia: un apoyo firme y acrítico a todo lo que ha hecho Tsipras desde que ganó las elecciones. Incluso en los días previos a la convocatoria del referéndum alababa en televisión la responsabilidad de Syriza al estar ofreciendo un acuerdo que implicaba asumir el 90% de las peticiones de ajuste de los acreedores.
La convocatoria ahora de las nuevas elecciones parece que es “la gota que ha colmado el vaso”. Pero esta decisión no puede sorprender a nadie, ni es cualitativamente diferente a lo realizado hasta ahora. Tsipras busca y necesita relegitimar su gobierno y lograr estabilidad para ser el agente de las draconianas medidas que incluye el nuevo memorándum.
Ahora Urbán sale a lamentarse de esta deriva, como si hubiera caído del cielo y no tuviera nada que ver con las medidas sobre las que él mismo guardó silencio -como el gobierno de unidad nacional con el derechista Anel y el abandono del plan de emergencia- o incluso aplaudió -como las negociaciones y las propuestas de acuerdo ofrecidas por Tsipras y Varoufakis-.
Podría decirse aquello de “más vale tarde que nunca”. Pero el problema es que la alternativa de Urbán no es otra que intentar volver a recorrer el camino andado desde enero. Una estrategia que él mismo reconoce como fracasada, aunque “adornada” con algunas medidas menores frente a los chantajes imperialistas u otras más “radicales” que abrirían el camino a una salida de devaluación monetaria igualmente dramática para los sectores populares.
Retoma parte del discurso de la oposición interna de Syriza, aunque con una posición mucho más conciliadora con la dirección de Tsipras. La histórica claudicación ha llevado a la ruptura de Syriza y a la formación de “Unidad Popular”. Urbán responsabiliza de esta ruptura a Tsipras por abandonar la línea política tradicional de la formación en contra de los ajustes, de ahí el título de la columna.
El nuevo partido fundado por la Plataforma de Izquierda de Syriza cuenta entre sus impulsores con el grupo DEA, simpatizante la corriente internacional de Anticapitalistas, y otras figuras que toman como referentes, como el economista Kostas Lapavitsas. Sin embargo Urbán no brinda de momento un apoyo explícito al mismo. Eso constituiría un cuestionamiento demasiado grande a la línea oficial de Podemos que, dicho sea de paso, emana de las declaraciones de sus principales figuras y no de ningún proceso de debate interno.
Hasta la firma del acuerdo, la Plataforma de Izquierda se ha limitado a cuestionar la política de Tsipras sólo de puertas para dentro y con algunas declaraciones públicas. En todo momento siguieron siendo parte del gobierno Syriza-Anel. De hecho uno de sus principales dirigentes, Kostas Isychos, era el número dos del ministerio de defensa dirigido por el derechista Panos Kammenos. También han respetado la disciplina de voto, que sólo rompieron ante la votación del último paquete de ajustes. Pero sobre todo se negaron a impulsar la más mínima medida de organización y movilización de los trabajadores y sectores populares para poder derrotar el chantaje en curso de la Troika y la previsible claudicación a la se encaminaba Tsipras con las negociaciones.
Con una “oposición” interna así de “combativa” a nadie le puede extrañar que sus compañeros españoles, la dirección de Anticapitalista, se haya limitado a aplaudir a Tsipras hasta el último momento. Algo por otro lado bastante acorde con su posición dentro de Podemos, donde vienen apoyando o guardando silencio ante el giro a la derecha de Pablo Iglesias y los acuerdos con los socialistas posteriores a las elecciones autonómicas y municipales.
Ahora Urbán se lamenta de lo poco democrático del proceder de Tsipras por convocar las elecciones antes del Congreso de Syriza. ¿Se podía esperar otra cosa? Desembarazarse de la leal y tibia oposición interna es un “detalle” si lo comparamos con el reciente currículum de incumplimientos, desde el abandono del propio programa y promesas electorales de enero, hasta la conversión del masivo Oxi en un terrible Nai a un memorándum aún más severo que el rechazado en referéndum sólo una semana antes.
Expone una lógica de “presión interna” dentro del partido que aspira a heredar el rol del Pasok, el agente “progresista” de los planes de ajuste. Y su propuesta no puede ser aún más impotente, apelar a la rectificación de Tsipras para mantener la unidad del partido y el retorno a una política que enfrente los chantajes y rechace los planes de ajuste. Sí, los mismos que acaban de firmar y aprobar en el Parlamento griego.
Pero ¿Cual debería haber sido la estrategia acertada para Urbán? La de Tsipras, la que él defendía y saludaba en televisión, dice ser una estrategia equivocada. Pero la que él propone ahora, y que se toca con la de “Unidad Popular” o la Syriza de los orígenes, no resulta cualitativamente diferente.
Urbán, como Tsipras, considera que la vía correcta era la negociación con la Troika. Pero ésta no podía basarse solamente en discurso y apelaciones al respeto de la democracia, sino que debía acompañarse de medidas y planes concretos que hicieran ganar peso a las posiciones del gobierno heleno.
¿Cuáles son esas medidas para Urbán? La moratoria de pago de las deudas, el control del movimiento de capitales y la regulación e intervención del sistema bancario. Si se quiere, y por ser generosos, para Urbán el problema de Tsipras en la negociación es que se quedo algo corto en las medidas que incluía el corralito pues muchas de ellas fueron implementadas por el gobierno de Syriza, incluido el no abono del pago al FMI.
En el caso de que las negociaciones se cerraran sin acuerdo, Urbán propone “desarrollar una reforma fiscal, emitir pagarés y dinero electrónico mientras se preparaba una nueva política monetaria, poniendo los instrumentos económicos pertinentes para enfrentar un periodo de excepción…”. Una serie de medidas que se encaminan a una salida ordenada del euro. Es decir la salida de devaluación monetaria (y salarial) que defiende desde hace años Lapavitsas y ahora la nueva formación “Unidad Popular”, y que se inspira en la devaluación del peso argentino en la crisis del 2001-2003 que se saldó con un empobrecimiento masivo de las clases populares.
Urbán plantea el problema de que la claudicación de Tsipras abre la puerta a que se instale la idea de que “no hay alternativa”, lo cual es cierto. El problema es que en su crítica a esa estrategia derrotada Urbán ofrece una “alternativa” que comparte los pilares fundamentales de Tsipras, y que estaban también en la Syriza de los orígenes y hoy en “Unidad Popular”.
En primer lugar la negativa a proponer un programa que realmente mine las bases materiales de quienes chantajean al pueblo griego: los grandes capitalistas helenos e imperialistas. Medidas como la expropiación y nacionalización del conjunto del sistema financiero heleno, respetando exclusivamente a los pequeños ahorristas, se han demostrado en estos meses como cuestiones elementales para combatir la fuga de capitales y el terrorismo financiero. Lo mismo podemos decir respecto a las empresas estratégicas, los grandes servicios o el comercio exterior y su nacionalización y puesta bajo el control de trabajadores y usuarios para combatir el desabastecimiento, la carestía o el desempleo de masas.
Sin un programa anticapitalista que incluyera estas y otras medidas cero respetuosas con la gran propiedad, la tragedia griega protagonizada por Tsipras no puede hacer otra cosa que repetirse o re-editarse por otra vía como la de la vuelta al dracma dentro de un capitalismo nacional.
Ligado a la ausencia de un programa así está la confianza en la estrategia de conquista electoral del gobierno para poder imponer una salida en favor de los trabajadores y sectores populares. Urbán nombra al pasar la necesidad de que el gobierno se apoye en la organización de los sectores populares. Toda su lógica es que el gobierno legisle y la calle apoye. Sin embargo para poder doblarle el brazo a los capitalistas griegos y extranjeros, es decir imponer un programa sobre sus intereses, la única vía es desarrollar la más amplia movilización independiente de los trabajadores, que sea el agente activo para imponer un programa anticapitalista y que pueda levantar sobre las ruinas de la democracia para ricos griega un gobierno de los trabajadores y sectores populares basado en los organismos de auto-organización que las masas levanten al calor de esos combates.
La “tragedia griega” es también la tragedia de una gran parte de la izquierda. Desde luego del nuevo reformismo que encarna Syriza y que se ha desnudado como una estrategia derrotada en tiempo récord. Pero también de aquella izquierda que, como Anticapitalistas, llevan años planteando que la época de las “revoluciones de octubre”, de la conquista del poder por medio de la movilización obrera y popular para imponer un programa anticapitalista, había quedado atrás. La renuncia a prepararse y pelear por una estrategia así les convierte en el furgón de cola de los ilusorios “gobiernos de izquierda” que terminan gestionando los ajustes y en presos de una impotencia estratégica para dar una salida a esta crisis en favor de los trabajadores y los sectores populares.
Tanto en Grecia como en el Estado español la bancarrota de Syriza y el estancamiento y desinfle de Podemos, hacen urgente levantar una verdadera alternativa política al nuevo reformismo, que se base en el desarrollo de la organización y movilización de la clase trabajadora y en la defensa de un programa de ruptura con las democracias para ricos y el sistema capitalista.