Ya son 48 los feminicidios acontecidos en el Estado español, cuatro de ellos ocurrieron esta última semana.
No paran de crecer los feminicidios en el Estado español. Desde inicios del 2015 hasta hoy han sido 48 las mujeres asesinadas. Pese a esto, solo 24 de estos casos son reconocidos en las cifras oficiales debido a una restringida ley de violencia de género que tan solo reconoce la violencia machista si se da dentro de la pareja.
Cuatro mujeres más han sido víctimas de la violencia feminicida en el Estado español durante la última semana: Laura González, de 27 años, murió a causa de las quemaduras provocadas por su expareja, quién la roció con líquido inflamable en el establecimiento de moda en el que trabajaba como dependienta. Anka Illy, de 22 años, murió degollada en manos de su expareja en su domicilio. Felicidade Rosa, de 68, fue hallada muerta en su domicilio, junto al cadáver de su marido que se suicidó después de asesinarla. Beatriz Rodríguez, de 30 años, murió a causa de los disparos propiciados por su pareja.
Detrás de todos esos nombres se esconde una vida y una historia que fueron arrebatadas por el simple hecho de ser mujeres. Consideradas prescindibles y desechables, fueron víctimas de la expresión más sádica e insoportable que nos reserva el patriarcado.
La muerte no es sino el último eslabón de una larga cadena de violencias; unas más imperceptibles, otras más brutales, con las que se confirma y reafirma la necesidad de tener nuestros cuerpos bajo control. Y es de este modo, que en su infinito cinismo, los medios de comunicación nos presentan estos crímenes como circunstanciales, a la vez que el gobierno invisibiliza las muertes y las agresiones recortando en ayudas contra la violencia machista.
En el Estado español, más de tres millones de mujeres han sufrido momentos de violencia machista, en su mayoría de violencia física. Tan solo el 4,8% de los maltratadores es condenado y el 21% de las víctimas no llega a denunciar por vergüenza.
Lo único que prueban estos datos es que existe un sistema de desigualdad e impunidad que tan solo favorece a los maltratadores. La existencia de leyes concretas no se traduce, ni se traducirá, en una protección real si no se implementan medidas eficientes, empezando por el reconocimiento de la violencia en todos los ámbitos, más allá del de la pareja.
Son necesarias casas de protección para todas las mujeres –y sus hijos e hijas- que lo soliciten, así como ayuda económica inmediata y atención psicológica y grupos de apoyo para asegurar la independencia de las mujeres respecto a los agresores.
La violencia que se ejerce contra las mujeres es una de las mayores lacras que sistematiza y regula este sistema capitalista mediante la complicidad y la invisibilidad que ejerce desde sus instituciones. Avanzar hacia la emancipación de la clase obrera es imposible sin avanzar hacia la igualdad real entre hombres y mujeres. Cada día se hace más necesaria la construcción de un gran movimiento de mujeres que se proponga combatir el machismo en sus múltiples expresiones.