El proceso de movilización contra la ley El Khomri, desde principios de marzo, hizo emerger tres “actores” o centros de gravedad que, hasta ahora, no han logrado converger concretamente y optimizar sus fuerzas.
Estos son: el mundo del trabajo, organizado y canalizado ante todo por la intersindical nacional y condicionado a jornadas de movilización muy espaciadas; el movimiento de la juventud (estudiantil y secundaria), que después de largas semanas de lucha, fruto de su aislamiento y de la represión que este mismo ha facilitado, pero también, de las vacaciones escolares en ciertas regiones en Ile de France en particular, pasa actualmente por una fase de reflujo parcial; y ese fenómeno político híbrido y complejo que es Nuit Debout (Noche en vela o Noche de pie).
Una fracción notable, sobre todo en las bases más combativas, pero aún minoritaria de los trabajadores, la juventud, y Nuit Debout, se pone de acuerdo de hecho en la necesidad de la “convergencia de las luchas”, y muchas experiencias ilustran aquí y allá procesos de fusión (al estilo de las comisiones “convergencias de las luchas” o incluso de la comisión “huelga general” en Paris, y numerosos llamados en ese sentido, por ejemplo el que emana de la CIP). Pero esta concretización tarda en efectuarse a gran escala, y esto no es casualidad. Y si la situación todavía sigue abierta, en la antesala del 28 de abril, 1° de mayo y de la vuelta a las escuelas el 2 de mayo, nada garantiza que esta convergencia pueda ir hasta el final. Frente a esta temporalidad y este desafío, surgen diferentes opciones sobre cómo pasar realmente a la acción, exponiendo cierta visión de la relación entre las dimensiones “socio-económica” y “política” del combate. Las opciones puestas en juego, no son todas iguales.
“Desobediencia civil” y “poder ciudadano”: o cómo luchar contra algunos atajos… mediante otros atajos
En un texto reciente ¿Qué puede hacer nuit debout?, que tomamos aquí como punto de partida, los coautores esbozan un balance del estado de la movilización actual y toman posición con respecto a dos orientaciones distintas: la que quiere aprovechar la ocasión política para lanzar un nuevo “proceso constituyente”, producir una nueva constitución, y la que defiende la perspectiva de la huelga general, como única verdadera palanca capaz de debilitar al gobierno. Sin oponerse a esas perspectivas, ellos las juzgan prematuras o de alguna manera maximalistas, considerando que “Llamar a redactar una constitución o a la huelga general supone resuelta la cuestión. Por supuesto debemos comenzar a reflexionar sobre esto, pero redactar una nueva constitución solo se volverá actual como respuesta a la afirmación de un poder constituyente. Ahora bien Nuit Debout todavía no es más que un inicio de poder destituyente. El bloqueo de la economía por la huelga sería un arma preciosa, pero la Nuit Debout se construye por el momento sin huelgas. Por lo tanto, es necesario, sin demora, imaginar objetivos y formas de acción diferentes que se apoyen en la enorme energía ya disponible”.
Surgen varias cuestiones. Por un lado, poner en el mismo plano un proyecto políticoneoconstitucionalista, y una estrategia de construcción de la relación de fuerzas de los explotados contra sus explotadores, es poner un signo igual entre dos cosas distintas, y efectivamente, contribuir a oscurecer el hecho de que cualquier alternativa política a la democracia burguesa y autoritaria no puede pensarse más que ligada a la transformación de su régimen económico y social, el de la propiedad privada de los medios de la producción (material, pero también cultural, ideológica) y de la dominación de clases estructuralmente fundada en esta última (como lo adelantábamos en la conclusión de un artículo precedente). Volveremos a esto más abajo, pero debemos destacar que, al mismo tiempo, es una distinción esquemática entre “el bloqueo de la economía por la huelga” y el esbozo de un “proceso destituyente” del que Nuit Debout sería el centro la que está implícitamente adelantada, como si la primera opción (de tipo reivindicativa y ante todo organizada por los sindicatos), y la segunda, explícitamente política, “enérgicamente” “imaginativa” que no solo implica otras formas de acciones, sino, sobre todo, “objetivos” (¿otra organización social y política?), fueran distintas.
La fisonomía actual de la movilización, y la relación entre Nuit Debout y la movilización del mundo del trabajo pautada por la intersindical, parecen justificar esta distinción, pero es evidente que esta división es un profundo límite de la movilización, y un límite a superar. De esto son conscientes los autores, porque como conclusión de su texto llaman a una fusión-convergencia en estos términos: “Contra la ley de Trabajo y su mundo, contra la evasión fiscal y los crímenes climáticos, las peticiones, las huelgas y las manifestaciones, las ocupaciones de plazas son indispensables pero no bastarán: en vínculo con la plaza de la République y todas las plazas ocupadas, con los sindicatos y asociaciones, con los ciudadano-as movilizado-as, inventemos las acciones de desobediencia no violenta y decidida que sorprenderán la imaginación y fortalecerán el poder ciudadano”.
La conclusión del enfoque nos parece que refleja los límites punteados precedentemente: ¿qué puede significar un “fortalecimiento del poder ciudadano”? El “mundo”, cuya ley El Khomri –y las próximas leyes de trabajo que se pueden anticipar a partir de ahora– es la actual cristalización, no es tanto el mundo en el que los “ciudadanos” estarían “desposeídos” de su vida, de su trabajo, de su capacidad de ser sujetos políticos por una “oligarquía”: este mundo y sus regímenes plurales de alienación permanente es ante todo un mundo construido sobre la explotación de la gran mayoría por una minoría, al servicio de la cual están los aparatos estatales, y el aparato militar-policial en primera línea, una sociedad y un poder de clases a enfrentar por lo que son con los medios adecuados. Nuestra visión es que es aquí donde la opción de la “desobediencia [cívica-ciudadana] no violenta y decidida” se vuelve problemática, surgiendo como un atajo o un sustituto al único medio capaz de construir el enfrentamiento a la escala requerida: al de la huelga general.
Por supuesto esta última no es el comienzo y el fin de la batalla, pero es en todo caso la palanca central, porque es el único medio por el cual el funcionamiento normal del capitalismo puede ser interrumpido y paralizado por aquellos que lo aseguran durante el resto del tiempo, los trabajadores, de la industria, de los servicios (privados y públicos), de los transportes. La huelga general pone al día el conflicto entre aquellos, minoritarios, que explotan el trabajo de todos los otros que no tienen otra alternativa más que su salario para sobrevivir, y que son mayoritarios. Por esto, la huelga general es el único medio de plantear concretamente el problema del poder, no solamente económico, sino también político.
Por otra parte la mención de la “no violencia” nos parece descabelladamente paradójica: la violencia de Estado, que se personifica muy particularmente en esta represión policial brutal y sistemática, de la juventud y de una franja creciente de asalariados combativos y de militantes (tanto sindicalistas como políticos e incluso de asociaciones), busca por cierto disuadir a todo el mundo de participar en el movimiento, pero en particular, busca quebrar los intentos de unidad entre trabajadores y estudiantes-secundarios, y muestra por esto que no es más que el brazo armado de la violencia de clases de este “mundo” y de este proyecto de ley laboral. La verdadera pregunta es más bien: ¿cómo resistimos y nos protegemos, en la calle, en los lugares de trabajo y de estudio masivamente frente a esta violencia intrínseca del sistema, a la intensidad y la impunidad crecientes (que ninguna ola de “control ciudadano” podría impedir, sino a lo mejor atemperar en los márgenes)?
¿La verdadera “innovación”? Superar la estrategia de conciliación de las direcciones sindicales
¿Sobre qué se basa en realidad esta alternativa de una “desobediencia cívica” y de un “poder ciudadano”? Los hechos no hablan por sí mismos; invocar ciertas realidades se hace siempre tomando como vara una interpretación, y en este caso, es un balance discutible, implícitamente muy parcial, la de los movimientos sociales del último período, que sirve de base a los autores cuando escriben que “Juega también la memoria de los poderosos movimientos de 2003 y de 2010 contra la reforma de las jubilaciones, y su fracaso a pesar de una larga sucesión de gigantescas manifestaciones ampliamente apoyadas por la opinión pública. Por lo tanto, era necesario innovar”. ¿Es decir?
Seguramente hay secuelas importantes inducidas por estas derrotas. Pero justamente, lo primero es no confundir las causas y los efectos y dejar atrás las responsabilidades. El verdadero balance de 2003 es la traición del movimiento por la CFDT y el rol de los posicionamientos corporativistas de direcciones como la de ferroviarios, que se negaron a participar en la movilización (un poco como hoy hasta ahora), mientras que éstos habían estado a la vanguardia de la lucha victoriosa de 1995. Y en lo concerniente a 2010, mientras que incluso una perspectiva de generalización de la huelga se abría camino, el hecho de que los cuadros interprofesionales, insuficientemente desarrollados y arraigados, no hayan logrado constituirse como una alternativa a las direcciones es lo que fue determinante, y estas direcciones lucharon conscientemente contra toda concretización de esta perspectiva. La proposición “de innovación” hecha por nuestros autores consiste en abandonar una estrategia sobre la base de la negativa a asumir un balance político cuya consecuencia correcta debería ser justamente, al contrario, buscar cómo concretarla hoy, al actuar desarrollando y generalizando estas formas de autoorganización verdaderamente capaces de superar el estrecho marco impuesto actualmente por las direcciones.
Pero nuestros autores van aún más lejos para justificar este cambio de estrategia cuando escriben que “Este trabajo de reapropiación de la palabra y de la creatividad constituye un “nosotros” popular. Reconstruido del común entre individuos hasta entonces separados por la competencia y entre luchas también impotentes porque [están] divididas. Los asalariados diseminados en múltiples situaciones, tetanizados por la precariedad y el miedo al desclasamiento, ya no consiguen ocupar las fábricas o las oficinas: ocupan las plazas”. Aquí también, no hay que confundir las causas y los efectos. Si bien es cierto que en algunos sectores, y sobre todo a causa de una creciente precariedad, los trabajadores piensan dos veces más que antes perder algunos días del salario por jornadas de huelga puntuales espaciadas e ineficaces, no están en absoluto cerrados a la idea, al contrario, si las perspectivas ofrecidas son ofensivas, de volver a la huelga y construir la solidaridad material necesaria (fondo de huelga). Tampoco negamos, más en general, los cambios que han afectado la composición y la estructuración del proletariado en el período reciente, pero las dificultades en el plano político que éstos pudieron provocar no tienen nada de insuperable: el problema fundamental es la ausencia de perspectivas.
Más allá de la inspiración proveniente de los indignados/Occupy y del movimiento de las plazas en el centro de la primavera árabe, Nuit Debout no puede comprenderse sin estos episodios de la lucha de clases propiamente franceses, y de la necesidad de perspectivas dignas de ese nombre: la aspiración que se expresa en la constitución de ese “nosotros popular” capaz de volver a tejer lazos de solidaridad y unidad, el acuerdo compartido de manera absoluta sobre la necesidad de la “convergencia de las luchas”, condición de la superación de su dispersión y de la debilidad que ésta provoca, son variantes evidentes de un “todos juntos” (“Tous ensemble”) que busca reconstruirse con conciencia de esos fracasos anteriores (aun cuando juegan muchos factores en la comprensión parcial de sus causas). No es una casualidad si Nuit Debout se lanzó inmediatamente después de la jornada de movilización más importante desde el comienzo del movimiento, el 31 de marzo, testimoniando la voluntad no solo de algunos miles de personas que se encontraron, y se encuentran desde entonces en la plaza de la République, sino de muchas otras también, de construir una perspectiva muy superior a la rutina de las jornadas encaradas por las centrales.
La huelga general no se decreta, se prepara
La contraestrategia de la “desobediencia” es en realidad el síntoma de una ausencia de perspectiva política para la victoria. Al contrario, con vistas a una movilización independiente de las masas capaz de superar la estrategia conciliadora de las direcciones, nuestra tarea central es doble, estratégica pero también “moral”. El desafío al que están confrontados los elementos más avanzados del movimiento actual, en la clase obrera, la juventud pero también en el seno de Nuit Debout, es lograr convencer a una escala de masas que la batalla puede realmente ganarse, que la victoria es posible.
Pero para esto, y entre otras cosas, por el hecho de que todo paso adelante hacia otra sociedad ya supone acumular la obtención del retiro del proyecto de ley de trabajo, también hay que discutir y poner en marcha un programa de reivindicaciones claro y ambicioso (menos impresionista o reformista que la simple “defensa del código de trabajo” en particular) capaces de asociar activamente a los amplios sectores más precarizados de los asalariados. Para esto, la buena orientación no es decir que en ausencia de una dinámica de huelga, hay que buscar en otro lado “sin demora”, sino al contrario, justamente trabajar prioritariamente en construirla, en prepararla – y tal debería haber sido el rol del 51 Congreso de la CGT, y por extensión, de la intersindical nacional, llamar firme y explícitamente a esta preparación, llamar a constituir comités en las empresas o establecimientos a nivel local, con el fin de que sirvan a los sectores más determinados a encontrar los medios concretos de convencer a las masas a unirse a la lucha.
De esta perspectiva hay que convencer, en particular para ofrecer un sentido político claro al proceso de convergencia entre Nuit Debout Paris y algunos líderes sindicales, inaugurada por el llamado común Darles miedo (al igual que en el encuentro previsto entre una delegación de Nuit Debout y Philippe Martinez). Sentido político que podrá inspirarse, naturalmente, en los esfuerzos que la juventud ha desplegado desde hace varias semanas para realizarlo, implicándose a la vez en las Nuits Debout y, a nivel incluso de las coordinaciones nacionales estudiantiles y de secundarios, llamado y actuando a favor de la convergencia y la solidaridad concreta con los trabajadores, por ejemplo los ferroviarios o los intermitentes del espectáculo. En este sentido, [el llamado Todos de pie por la huelga general, emanado de la Nuit Debout, sostenido por sindicalistas del llamado “Bloqueamos todo” y por la Coordinación Nacional Estudiantil, da la nota.
Las plazas ocupadas molestan profundamente, con toda evidencia, a los patrones, al gobierno y a reaccionarios de todo pelaje: pero saben que esta forma de movilización por sí sola no es realmente peligrosa para ellos. Al contrario, a lo que le tienen un profundo miedo, es a que ella pueda servir de caja de resonancia, de base de apoyo, de interpelación y de sostén, como el llamado de Nuit Debout Lyon a la CGT, sobre todo por la solidaridad con las asambleas interprofesionales, en la construcción de la huelga general. Miedo profundo tanto más grande cuanto que tal proceso implicaría una convergencia fortalecida de la juventud y de los trabajadores, la cual ha demostrado en el pasado todo su potencial explosivo. Hacer de la huelga general un simple slogan no ayudará a construirla, su preparación va a exigir una intensa determinación para superar los obstáculos existentes, y nada está conquistado de antemano. Pero negarse a intentar construirla metódicamente poniendo como pretexto que en el estado actual del movimiento su perspectiva seguiría siendo cautivadora, y proponer tal o cual sustituto erróneo, equivale a bajar los brazos, en el momento en que hay que sacar los puños, y preparar una nueva derrota sin combate.