La crisis del Régimen del ‘78 se muestra especialmente en la deslegitimación de los dos partidos tradicionales que se han ido alternando en el poder y el conjunto de las instituciones que lo sustentan. Las cúpulas burocráticas que han controlado las grandes centrales sindicales desde la Transición tampoco escapan. Las direcciones de UGT y CCOO han venido participando de diferentes casos de corrupción que actualmente están saliendo a la luz, profundizando también en una crisis de representación propia. La burocracia sindical, como el resto, afirman que son solo “algunos hombres malos” que han pretendido llenarse los bolsillos. Sin embargo la corrupción forma parte del ADN del sistema.
Como botón de muestra los puestos adjudicados a dedo por los principales partidos en los consejos de administración de las grandes empresas privadas y la banca, en los que también los grandes sindicatos mantienen representación. No es de extrañar que hayan sido parte de tramas de corrupción como las famosas “tarjetas black” de Bankia.
Pero no son los únicos casos. La función social de la burocracia sindical en los últimos años ha sido bien compensada económicamente por los diferentes gobiernos y la patronal. El caso de los ERE en Andalucía ha sacado a la luz cómo el aparato sindical sacaba tajada cada vez que firmaba un despido masivo. También salen a la luz las generosas “donaciones” que empresas como Coca-Cola o Panrico hacen a las Federaciones de CCOO y UGT, justo las mismas que ponen palos en la rueda cuando los trabajadores quieren tirar atrás los planes de las empresas. O más recientemente se hacían públicas las “ayudas” millonarias a la Federación de banca de CCOO y UGT con la que se sostenían abultados sobresueldos, y que éstas no han dejado de crecer justo en el periodo en el que se destruían 40.000 puestos de trabajo sin que los sindicatos llamaran a ninguna medida de lucha seria.
Si muchos concejales de urbanismo se han vendido a los constructores a cambio de licencias y recalificaciones, muchos burócratas sindicales vienen haciendo lo propio a cambio de permitir que pasen los planes de las empresas contra los trabajadores.
Estos casos de corrupción están minando el prestigio y la imagen de las cúpulas sindicales de las grandes centrales. Pero “llueve sobre mojado”. El cabreo contra estos chanchullos se suma al cansancio con unas direcciones sindicales que se vienen mostrando como un sujeto alineado a los intereses del Régimen y la patronal, y que en los años de crisis está dejando pasar todos los ataques sin llamar a la lucha y boicoteando los intentos de enfrentarlos por parte de los trabajadores.
La misión de Toxo y Méndez: que la clase trabajadora no intervenga en la crisis del Régimen.
Desde el 15M la movilización social ha sido un factor importante para lograr profundizar en la crisis de representación que sufre el Régimen. Las luchas contra los planes de austeridad que impone el Gobierno al compás que dicta la Troika -UE, BCE y FMI- despertaron a la movilización a amplios sectores de la juventud y los trabajadores, especialmente en 2012.
Han surgido cientos de luchas y movilizaciones contra los recortes, por las demandas democráticas como es el derecho a decidir en Cataluña, plataformas contra los desahucios, “mareas” contra la privatización de la sanidad, movilizaciones contra la reforma de la Ley del aborto, contra la Ley Wert o fenómenos populares como las luchas de Gamonal o Can Vies,…
El Gobierno responde endureciendo la política del miedo a través de las fuerzas policiales, reformando el código penal, presentando la Ley Mordaza que persigue, reprime y condena a miles de jóvenes, activistas y trabajadores luchando por sus derechos y libertades.
Y por su parte las direcciones de CCOO y UGT se han esforzado en que toda esa resistencia quedara lo más al margen posible del movimiento obrero. Han obstaculizado que los trabajadores fueran parte de estas movilizaciones con sus propios métodos. Y cuando no han tenido más remedio que llamar a la movilización, como las huelgas generales de 2012, ha sido para acto seguido dar por cerrada la batalla para echar abajo la Reforma Laboral, y desde entonces bloquear toda aparición en escena de los trabajadores que amenazase con confluir con el resto de sectores populares.
De esta manera la burocracia sindical ejerce como un pilar imprescindible para el Régimen, evitando que la potencia movilizadora de los trabajadores y sus organizaciones, poniéndose al frente de todas las luchas, lograse abrir un escenario de ascenso de lucha obrera y popular que pusiera en crisis terminal el Gobierno, los planes de austeridad y el mismo Régimen del 78.
Panrico y Coca-Cola: grandes luchas obreras que ponen al descubierto el rol de la burocracia sindical
En los primeros años de crisis económica ingresaron cientos de miles de trabajadores en las filas del paro, sobre todo los sectores más precarios: jóvenes, mujeres e inmigrantes. Los principales dirigentes sindicales directamente miraron para otro lado. Con la llegada del PP al Gobierno y con el grueso de los ataques apuntado hacia los sectores con mayores conquistas laborales como industria o servicios públicos, Toxo y Méndez se vieron con la necesidad de convocar las dos jornadas de huelga general contra la Reforma Laboral de Rajoy.
Sin embargo se han negado en todo momento a dar continuidad a estas jornadas de lucha y a la movilización social, y más aún a la unificación de todas las luchas obreras que se han ido dando contra la aplicación de la misma reforma y nuevos despidos. En definitiva se han opuesto y boicoteado todo aquello que apuntase a poder establecer un plan de combate para frenar los peores ataques a las conquistas de la clase trabajadora desde la Dictadura.
Aún así, no han podido evitar que surgieran grandes luchas de resistencia en algunos sectores, capaces de poner al descubierto el rol de contención que vienen jugando las direcciones de los grandes sindicatos, y defender un programa opuesto al de “dejar pasar los ataques”: la lucha hasta el final por los puestos de trabajo y las condiciones laborales conquistadas.
A finales de 2013, los trabajadores de Panrico en la planta de Santa Perpetua de la Mogoda -Barcelona-, iniciaron una heroica huelga de resistencia que duró ocho meses contra los planes de la empresa de despedir a dos mil trabajadores entre todas las plantas del Estado español y unas rebajas salariales del 40% para los que conservaran el empleo.
Estos “galos” dieron la pelea en solitario, sin el apoyo de sus direcciones (ni los dirigentes del Comité, ni la Federación catalana y estatal, ni las direcciones de la CONC o la Confederal), y es más teniendo que sortear las más variadas maniobras y trampas para que levantaran la huelga y aceptasen los planes de la empresa. En esta difícil pelea contra la empresa, la Generalitat, la judicatura y la burocracia sindical, los trabajadores de Panrico protagonizaron una gran experiencia obrera y de auto-organización, recuperando métodos de lucha de la clase trabajadora olvidados por el “sindicalismo de concertación”. Desde el primer momento levantaron una gran caja de resistencia para la subsistencia de todos los compañeros, rodeando de solidaridad otras luchas, y llevando a cabo numerosas movilizaciones para dar a conocer el conflicto. Conquistaron el derecho a tomar decisiones desde la asamblea de trabajadores, y trataron en todo momento de coordinarse con otras empresas en lucha, como lograron con CocaCola.
Al final la empresa consiguió aplicar gran parte del plan de viabilidad. Pero esto no hubiera sido posible sin la necesaria colaboración de las direcciones traidoras de CCOO y UGT.
A pesar de los obstáculos que las direcciones sindicales opusieron a los trabajadores, un gran temor de las direcciones de CCOO y UGT no se pudo evitar: la confluencia y coordinación entre las luchas de los trabajadores de Panrico con los de Coca-Cola en Fuenlabrada, surgida desde la propia base de los trabajadores. Esta coordinación fue clave en la pelea contra la burocracia sindical. Mostró el valioso potencial para quebrar el aislamiento de las luchas al que someten las direcciones sindicales, además de fortalecerlas y convertirlas en polos atractivos de agrupamiento de sectores en lucha y poder plantarse ante los planes del Gobierno y la patronal. Por eso la burocracia sindical es enemiga de toda esta coordinación.
Los trabajadores de la embotelladora de Coca-Cola en Fuenlabrada -Madrid-, son otro ejemplo de lucha de resistencia de la clase obrera, defendiéndose de un ERE que afectaba en principio a 1270 trabajadores y el cierre de cuatro plantas, entre ellas la de Fuenlabrada, todo en una empresa que anualmente genera miles de millones en beneficios. En este caso los trabajadores de Coca-Cola Fenlabrada vienen resistiendo a pesar de que los dirigentes de la Federación Agroalimentaria hace tiempo que optaron por dejar su lucha aislada. Es por eso que se han autodenominado como los “espartanos” de Coca-Cola.
La lucha de Coca-Cola lleva actualmente más de un año plantado cara a la empresa para que acate la sentencia de la Audiencia Nacional que dictamina el ERE como nulo, y que la obliga a readmitir a los trabajadores despedidos. Por su parte, la dirección de la empresa viene haciendo oídos sordos a la sentencia, mientras ordena operativos policiales para reprimir a los trabajadores y así poder desmantelar la fábrica de Fuenlabrada.
La tarea de la recuperación de los sindicatos y la lucha contra el Régimen del ’78
Esta política de traición que adoptan las direcciones de CCOO y UGT, imposibilitando que las luchas obreras den un vuelco a la actual situación, unificándolas y plantando cara para defender sus conquistas, no es novedosa.
Las direcciones de los grandes sindicatos fueron agentes claves de la Transición y la consolidación del Régimen del ‘78. Sin la colaboración en especial de la dirección de CCOO, hubiera sido imposible detener el ascenso obrero desatado en 1976, bloquear experiencias de coordinación obrera y evitar que las cientos de huelgas se transformaran en una gran huelga general para aniquilar a la Dictadura y abrir una verdadera situación revolucionaria.
El alineamiento de los dirigentes sindicales con los intereses del Régimen heredero del Franquismo que se estaba perfilando y la traición a la clase obrera permitió instalar una democracia continuadora de la Dictadura, dejando irresueltas las grandes demandas democráticas que afectan aún hoy a miles de trabajadores y las clases populares.
Al mismo tiempo, esta política logró desactivar la movilización social generada y mantuvo en un estado de pasividad y retroceso al conjunto de la clase trabajadora hasta la actualidad, cuando se está empezando a ver la necesidad de luchar por una alternativa a estas direcciones.
La irrupción de las luchas de resistencia de los trabajadores de Panrico y Coca-Cola favorece y expresa que pueden surgir otras empresas en conflicto que tomen un camino similar, luchando por defender sus derechos y puestos de trabajo chocando con la política criminal de las direcciones sindicales.
A finales de 2014 emergió el movimiento “Ganemos CCOO” en las filas del sindicato, organizando a sectores descontentos con la política de conciliación de clases de CCOO y de que la dirección del sindicato sea parte activa de los intereses y la corrupción endémica del Régimen del ‘78. Un proceso auspicioso del que también formamos parte militantes de Clase contra Clase junto con un núcleo de trabajadores de Panrico.
En que puedan surgir más “Panricos” y “Coca-Colas” tiene una responsabilidad muy grande los sectores contrarios a la burocracia sindical de los grandes sindicatos, la izquierda sindical y la izquierda anticapitalista y transformadora. Es una necesidad la solidaridad y el vuelco a combates como el que protagonizan los “galos” y “espartanos” para poder empezar a construir una alternativa a las direcciones de los grandes sindicatos y su rol traidor a la clase trabajadora.
Sin embargo hasta el momento, y tomando el rol de la izquierda sindical y política en ambos conflictos, esta no es su orientación, pues ambas luchas de resistencia no han contado con un apoyo y vuelco a la altura del sacrificio de los trabajadores de su parte, lo cual ha sido y es un déficit para poder doblarle el brazo a la santa alianza de la patronal, el Estado y la burocracia sindical.
El problema de la burocracia sindical, no sólo es problema de los actuales dirigentes, sino de todo el modelo sindical que los trabajadores tenemos que reinventar de “abajo hacia arriba”, y así recuperar los sindicatos para la lucha y la organización del conjunto de la clase trabajadora.
Para reinventar los grandes sindicatos y darle un auténtico carácter de lucha es necesario pelear en su interior por los derechos de los trabajadores más precarios; los jóvenes, los inmigrantes, y muchos sectores de mujeres trabajadoras que hoy no se ven representados. Y al mismo tiempo luchar por el pase de los temporales a plantilla fija y porque en un mismo centro de trabajo todas las categorías estén representadas en los comités y secciones sindicales.
En el mismo sentido es imprescindible luchar por un modelo basado en la rotación de cargos, elegidos cada año mediante procesos congresuales democráticos. Los representantes y delegados del Comité de Empresa deben cumplir con las decisiones de las asambleas, los organismos más importantes de los trabajadores, y deben poder ser revocables si así lo deciden los trabajadores.
Es fundamental para que los sindicatos sean verdaderas herramientas de lucha, su independencia total de los partidos que representan a los patrones capitalistas, para que la clase trabajadora pueda plantear una verdadera salida a la crisis, los recortes, los despidos, los cierres de empresa, etc, que está aplicando este Régimen capitalista.
Recuperar los sindicatos de las manos de esta burocracia sindical es una tarea fundamental tanto para evitar que los trabajadores sigan pagando la crisis, liberándose del corsé que representan y que impide a toda costa cualquier lucha de resistencia, como para que el movimiento obrero pueda salir verdaderamente a la escena política, intervenir en la crisis del Régimen tomando el conjunto de las demandas democráticas y sociales que se vienen expresando en la calle.