La gran huelga de tres meses de los técnicos de instalación y mantenimiento de las contratas, subcontratas y ‘falsos autónomos’ de Telefónica-Movistar, ha sido un ejemplo de lucha contra la precariedad laboral y la primera contra la compañía.
La huelga se inició en Madrid el 28 de marzo y casi automáticamente se extendió el 7 de abril a otras provincias como Guipuzcoa, Vizcaya, Álava, Barcelona, Jaen, Canarias, uniéndose a la convocatoria de los sindicatos alternativos como AST (en Madrid), CGT, Co.Bas y En Construcció (Barcelona), con un seguimiento que los trabajadores cifran en más del 90% en muchas provincias.
Los motivos se concentran en lo que ellos denominaron “La rebelión de las escaleras o de los esclavos”, de los técnicos que trabajan subidos a las escaleras en condiciones esclavistas: ropa de trabajo, vehículo propio, seguro, responsabilidad civil, gasolina y herramientas, todo pagado por ellos mismos; circunstancias tales que les llevan a trabajar de 10 a 12 horas diarias, para cobrar entre 600 y 800 euros al mes.
Todo parte del “contrato bucle”, que afecta a unos 18.000 trabajadores técnicos y que permite que la empresa matriz se desvincule de los trabajadores y de los derechos laborales, que pasan a ser gestionados por las empresas contratadas o cientos de pequeñas empresas y falsos autónomos.
Si a esto le añadimos que Telefónica decide reducir el precio de los servicios asignado a las contratas, era inevitable entrar así en un espiral de precariedad laboral y por ende, en una “rebelión obrera”.
Bajo la consigna “Igual trabajo, igual salario” los trabajadores reclamaban una subida de los salarios igual al de la plantilla directa de Telefónica, jornadas de ocho horas, que todos los autónomos que lo deseen se incorporen a la plantilla y en un nuevo convenio estatal que abarque todas las contratas, subcontratas y autónomos. A continuación algunos apuntes para un balance sobre la huelga, vista desde Barcelona:
1. Se enfrentaron a un gigante casi invencible, desafiando la enorme fragmentación y división de los 15.000 trabajadores llamados a la huelga en todo el Estado.
Así se organizaron frente a uno de los gigantes más poderosos, la multinacional imperialista Telefónica-Movistar que actúa como un pulpo con sus diez tentáculos: Abentel, Cobra, Comfica, Cotronic, Dominion, Elecnor, Itete, Liteyca, Montelnor y Teleco. Éstas pugnan entre ellas para obtener las concesiones, es decir se subasta el trabajo al mejor postor y por consiguiente en deterioro, aún más, de las condiciones de trabajo.
En plena huelga llega la noticia de que Telefónica multiplicó su beneficio neto a 1.802 millones de euros en el primer trimestre, 2,6 veces más que en el mismo periodo de 2014. Mientras, precariza y explota a miles de trabajadores en el mundo. En el
Estado español cuenta con casi 20.000 trabajadores contratados directamente y más de 100.000 mil indirectamente en varios sectores.
La huelga de Movistar cuestiona los ríos de tinta escritos en las últimas décadas, incluso desde sectores de la izquierda, acerca de que la ofensiva precarizadora dejaba caducos métodos de lucha de la clase obrera como la huelga, la asamblea o la caja de resistencia.
Desafiaron la enorme fragmentación y miles de trabajadores atomizados en distintas empresas y categorías, demostrando que es posible luchar contra la precariedad. Y se hicieron visibles los sectores más explotados de este sector, los técnicos que trabajan en las calles, en las escaleras. Las mujeres, que conforman el 20% del sector3, que también suben a las escaleras. O los trabajadores inmigrantes, muchos contratados en origen, engañados y acorralados por su situación legal.
2. La huelga fue una rebelión contra el modelo laboral del capitalismo español impuesto en los ’90, en el que se daba por «natural» la existencia de sectores precarios, subcontratados o «falsos autónomos».
La huelga cuestionó las condiciones laborales configuradas bajo la estructura del capitalismo español de las décadas ’80 y ’90, con sus políticas de privatización y el consecuente aumento de la precariedad laboral.
Cuestionó también a la ’casta bipartidista’ del PSOE que comenzó con la privatización de Telefónica en 1994 y el PP, que la remató en 1996; lo que llevó a la pérdida de 50.000 puestos de trabajo directos, pre-jubilaciones, EREs y a la desviación de estos empleos hacia contratas y sub-contratas.
Las reformas laborales de González, Aznar y Zapatero consolidaron este modelo en el que más de un tercio de la clase trabajadora padece condiciones de precariedad. Son el fruto de años de acuerdos entre las direcciones de los sindicatos mayoritarios, la patronal y los gobiernos del PSOE y el PP.
Por eso, esta huelga le rinde honor a la lucha de los trabajadores de Sintel, hace ya 14 años, que lucharon contra el primer ERE masivo ejecutado por el mismo «aniquilador» de Panrico, Carlos Gila.
3. Una huelga enfrentada a la ’casta sindical’ de CCOO y UGT, ’los verticales’ del siglo XXI español.
Esta lucha comenzó muy a pesar de las direcciones de CCOO y UGT, quienes utilizaron el típico argumento de la ’ilegalidad de la huelga’, con un escandaloso comunicado que decía: “seguido los cauces legales, podía perjudicar gravemente los intereses de los trabajadores de las contratas y subcontratas que trabajan para Telefónica-Movistar que la secundasen.”
La traición no tardó en llegar. El 5 de mayo firmaron un principio de acuerdo inaceptable con las patronales de las diez contratas a espaldas de los trabajadores, mientras desconvocaban los paros parciales llamados al margen de la huelga ya existente de los técnicos. Un acuerdo basado en futuras mejoras pero sin concretar nada y dejando en el aire las verdaderas reivindicaciones de los más precarizados, como los autónomos.
Ante esta situación los técnicos deciden continuar con la huelga indefinida y manifestarse el día 7 de mayo a las sedes de CCOO y UGT bajo el lema “No nos representan” y “Nosotros luchamos, nosotros negociamos”
Este acto recordaba a los combates históricos de nuestros abuelos y padres contra el sindicato vertical del Franquismo. Los burócratas de CCOO miraban asustados por los cristales del mismo edificio que albergaba entonces las oficinas de la Central Nacional Sindicalista franquista en los 60 y 70.
Si el combate contra los sindicatos del ’vertical’ fue esencial para las conquista de derechos de la clase obrera, hoy también lo es para enfrentar los brutales ataques de la patronal y sus Gobiernos. Acabar con estas direcciones sindicales e imponer otras nuevas que ’revolucionen’ los sindicatos convirtiéndolos en herramientas de lucha, democráticos y combativos es una tarea crucial. La huelga de Movistar, tomando el relevo de la de Panrico, sumó pasos en este sentido.
4. Auto-organización, asambleas, pasos en la coordinación estatal y comité de apoyo
Otro gran reto de la huelga: un sector atomizado bajo distintas condiciones de contratación y repartidos por todo el Estado ha requerido de una auto-organización capaz de unir y atender las distintas exigencias laborales. Las asambleas en las que se debatía y votaba las acciones a seguir fueron el núcleo de la organización, junto a los comités de empresa y los sindicatos alternativos como Co.bas., CGT y En Construcció.
Fue importante el intento de coordinación estatal, con intercambios a través de “multiconferencias” organizadas por la asamblea de comités de contratas y Telefónica de Barcelona, o la participación en las asambleas de delegaciones de otras ciudades del Estado como Madrid, Bilbao, Sevilla, Granada, Valencia, Alicante. Incluso en las reuniones con Telefónica y las contratas, los trabajadores impusieron una mesa negociación compuesta por representantes de otras ciudades en conflicto, no sólo de Barcelona
Las asambleas eran abiertas al ’comité de apoyo’: otro organismo esencial en las huelgas, como fue en la de Panrico, cumpliendo un rol de puente entre los huelguistas, movimientos sociales y organizaciones políticas para extender la lucha y coordinarse con otros sectores.
Por todo ello Telefónica se negó a reconocer al “comité de huelga” como interlocutor para la negociación. Algo que finalmente impusieron los trabajadores con su lucha, a pesar de que la multinacional sólo se remitiría a los acuerdos firmados con los sindicatos CCOO y UGT. Telefónica no iba a reconocer a una huelga auto-organizada por fuera de sus cómplices “burócratas sindicales» alejados de las asambleas de base.
5. La ’Caja de Resistencia’, elemento vital para poder mantener una huelga tan larga.
Tomando como ejemplo acciones llevadas a cabo en la huelga de Panrico, difundieron la caja de resistencia en las universidades para a solicitar solidaridad a los estudiantes mediante la campaña “un estudiante un euro”; además de la gran cantidad de charlas, mítines, conciertos, mercadillos que realizaron para recaudar dinero.
6. La lucha por hacerse oír contra el escandaloso silencio de la prensa. La ocupación del MWC y la firme decisión de imponer una negociación con la fuerza de la huelga, sentó a Telefónica a hablar con los huelguistas.
La multinacional empleó todo su poder económico para acallar la voz de los huelguistas, filtrando las noticias acerca de la huelga en los medios, sobre los cuales posee grandes acciones y suculentas cuentas de publicidad.
El 9 de mayo los huelguistas ocuparon, con la intención de forzar a Telefónica a negociar con el comité de huelga, el edificio emblema de la multinacional en Barcelona, sede también del MWC (Congreso Mundial de Móviles) que se celebra en la ciudad y que es uno de los grandes negocios capitalistas sufragado con dinero público. Un edificio testigo de históricas luchas de la clase trabajadora, como fueron las jornadas de mayo del 37 cuando la Barcelona obrera se proponían ’tomar el cielo por asalto’.
La ocupación se extendió durante el sábado hasta última hora, cuando un representante de Telefónica convocó a una reunión el siguiente lunes en las oficinas principales aceptando a tres interlocutores de los huelguistas, con lo cual decidieron desalojar el edificio ocupado. La reunión se celebró, pero los huelguistas recibieron el primer mazazo, cuando Telefónica se desdijo y negó reconocer al comité de huelga fuera de las negociaciones que tenía con CCOO y UGT.
Este golpe no derrotó a los huelguistas que, contando con gran respaldo social, volvieron a ocupar el mismo edificio el 23 de mayo, con la intención de no abandonarlo hasta imponer que el comité de huelga sea reconocido como representante legal de los huelguistas. Mientras, la huelga se consolidaba en Madrid, Barcelona, Bizkaia y Gipuzkoa y en menor medida en otras provincias.
La coincidencia con las elecciones municipales y autonómicas ayudó a romper el cerco mediático, al posicionarse las principales candidaturas de izquierda en favor de los huelguistas firmando el «Compromiso de las escaleras para la abolición de la esclavitud y la precariedad” laboral.
La tienda ocupada se había convertido en un centro político y de referencia para muchos sectores en lucha, de trabajadores y la juventud. La solidaridad había generado un gran movimiento de apoyo—con más de 100 organizaciones que firmaron manifiesto de apoyo—, que reaccionó con una gran concentración desde el primer minuto que se dio la orden de desalojo.
El sábado 30 de mayo los trabajadores abandonaron la ocupación ante un acuerdo con Telefónica, muy cuestionado por un sector de trabajadores, que se alcanzó tras la intervención de Ada Colau —en ese momento futura alcaldesa— ofreciéndose como mediadora entre los huelguistas y Telefónica. El acuerdo recogía, con la condición del abandono del edificio, una reunión con los trabajadores y la retirada de los cargos legales contra el presidente del comité, Aitzol Ruiz. Telefónica se negó a asistir como parte del conflicto, sino como mediadora entre los trabajadores y la patronal de las contratas.
La multinacional actuó deprisa, necesitaba desalojar la sede. Primeroeligió un rehén para acusar y imputar judicialmente, Aitzol Ruiz, mientras el juez daba la orden de desalojo, pedida por Telefónica mil veces, por lo que los trabajadores se esperaban la llegada inminente de los Mossos d’ Esquadra.
La decisión de abandonar el edificio bajo estas condiciones, puesta en duda después por muchos trabajadores, fue tomada bajo una cadena de presiones que la multinacional de Telefónica fue ejecutando, junto al régimen político y las armas represivas legales, de manera casi sincronizada.
Y dentro de ese ’plan sincronizado’, Ada Colau confirma en importantes medios de comunicación, justo el viernes 29 de mayo cuando se daba la orden de desalojo, que validaría la oferta del alcalde Xavier Trias para que Barcelona siga siendo la capital del MWC hasta 2023. El edificio necesitaba estar libre de huelguistas y Ada Colau ayudó a ello. El martes 2 de junio, Barcelona en Comú avaló la firma del alcalde en función, para la prórroga del MWC, el mega evento que beneficia a Telefónica.
7. Las demandas de los huelguistas se impusieron en la agenda política tras el “Compromiso de las Escaleras”.
Los huelguistas hicieron un llamamiento: «#ResistenciaMovistar queremos poner en la agenda política la lucha contra la precariedad». El cual se hizo eco en un manifiesto de «Compromiso de las escaleras” firmado por candidaturas como CUP, ERC, EuiA Barcelona en Comú y Procés Constituent.
Plantearon así un desafío: que las posiciones conquistadas por las «candidaturas ciudadanas» como Barcelona en Comú [en el terreno políticohttp://laizquierdadiario.com/Las-demandas-de-la-huelga-de-Movistar-se-imponen-en-la-agenda-politica-catalana], se propongan decididamente impulsar medidas para fortalecer y desarrollar las luchas de la clase trabajadora y todos los sectores.
Sin embargo, como demostraron los hechos, el peligro de formar pactos de gobierno con los partidos de ’la casta’ como con el PSC, uno de los padres de los pactos con las patronales que llevaron a la precariedad laboral, iría en contra de llevar adelante estas demandas.
El «compromiso con las escaleras” pronto se puso a prueba. Para los trabajadores se traducía en una exigencia a Ada Colau de no avalar la firma del MWC, como arma de negociación hasta que se resolvieran sus reivindicaciones. Es así que, el día anterior a que se firmara, decidieron en asamblea convocar a una concentración con la pancarta «Sin negociación, no hay renovación» en las puertas del Ayntamiento.
La decepción llegó cuando Ada Colau apoyó al alcalde Xavier Trias en dicha firma considerando que es un “bien para la ciudad”, aún siendo un convenio redactado por CiU, y que el MWC «es compatible con el compromiso de mejorar las cláusulas de contratación», según dijo el número dos de Barcelona en Comú, Gerardo Pisarello.
Todos los grupos electos que habían firmado el compromiso con los huelguistas acudieron a la firma del alcalde Xavier Trias a excepción de la CUP, por considerar que «este acto contradice el ’Compromiso de las Escaleras’ firmado por nuestras concejalas, tanto en su espíritu como en su literalidad, ya que supone un compromiso de renovación y prolongación de un contrato con GSMA, espacio donde Telefonía- Movistar tiene participación directa y enormes intereses económicos».
“Asistimos al acto por responsabilidad política», dijeron desde Barcelona en Comú. Una responsabilidad que pasó por encima y en contra de las demandas y exigencias de los trabajadores en huelga.
8. El fin de la huelga
El triunfo en las elecciones municipales de la candidatura Barcelona en Comú, aportó cierta serenidad entre los huelguistas, aunque hubo sectores que consideraron insuficiente la implicación de la nueva alcaldesa y otros incluso un engaño. Esta ilusión de ’dejar en manos de la alcaldesa el conflicto’, estuvo dirigida fundamentalmente por el sindicato Co.bas., a través de Josep Bel, su dirigente más reconocido e integrante de la lista de la candidatura de Barcelona en Comú, que fue actuando conjuntamente con Ada Colau desde el abandono del MWC hasta los últimos días de la huelga.
Mientras tanto, se abría una posible vía a la negociación que se materializó en dos reuniones en Barcelona, donde por primera vez Telefónica se sentaba a hablar con los huelguistas. Sin embargo, la compañía nunca aceptó ser parte implicada y simplemente se ofrecía como mediadora entre los huelguistas y las contratas, intentando hacer valer el acuerdo firmado con CCOO y UGT, aunque ofreciendo promesas de mejora del sector sin concreciones escritas.
Anteriormente, las reuniones de seguimiento de las comisiones paritarias venían planteando algunas mejoras al pre-acuerdo firmado el 5 de mayo entre CCOO y UGT y Telefónica. El comité de huelga valoró que en realidad estaba intentando desviar la movilización y sobre todo, dar la idea de que, si se avanzaba en las negociaciones, sería producto del rol de CCOO y UGT.
Finalizada la segunda reunión, los trabajadores continuaron la huelga dos semanas más. Y establecieron un plan de trabajo que garantizara la continuidad de las negociaciones, logrando que Telefónica retirara las denuncias que había interpuesto por la ocupación de la sede. Finalmente, deciden someter a votación en asambleas la aceptación o no del acuerdo.
Se acepta la desconvocatoria de la huelga, de forma ordenada y presionando a las empresas para obtener el máximo de sus demandas, con la convicción de no abandonar la lucha y continuar presionando en la comisión paritaria creada, abierta durante todo el verano. Y utilizar este intervalo del verano para tomar fuerzas y recuperarse del lastre que supone estar cerca de 3 meses sin percibir ingresos, por lo que la Caja de Resistencia continua activa.
9. Resultados de una lucha que continúa
Esta lucha, aunque no ha logrado imponer sus demandas ha dado algunos pasos. Algunos de ellos: establecen de cara a un futuro inmediato la reglamentación en la contratación. Eliminar el cuarto escalón en el cual los trabajadores debían pasar al régimen de autónomos si querían seguir trabajando. Establecer la aplicación del convenio del metal para todos los trabajadores. Eliminar penalizaciones como consecuencia de errores en las instalaciones, que en algunos casos podía llegar a 400 euros sobre ingresos ya mínimos. Aumentar la puntuación de cada instalación, lo que ayuda a conseguir más fácilmente los objetivos mensuales.
En Bizkaia, donde la huelga tuvo un seguimiento de más del 90%, se consiguió que el 30% de los falsos autónomos se integren como plantilla de contrata, objetivo principal de la huelga, superando de largo lo pactado por CCOO y UGT.
Y lo más importante, demostrar a la patronal que se ha despertado un gigante dormido y que los trabajadores pueden llevar adelante una movilización contra los ataques a sus derechos. Los integrantes de la ’marea azul’ están dispuestos después de este parón veraniego a seguir luchando por sus derechos y no dejarlos en manos de los direcciones de los burócratas sindicales.
El compromiso de las escaleras planteaba demandas como la “Jornada máxima de 40 horas semanales, dos días de descanso, un salario digno y el mismo por un mismo tipo de trabajo». No obstante, para continuar esta gran lucha contra la precariedad, el gran desafío para los trabajadores técnicos y todos los sindicatos alternativos, es enarbolar la demanda de la incorporación de todos los trabajadores a plantilla fija -Bizkaia demuestra que sí se puede avanzar en este sentido- en el caso del sector privado o por la anulación de todas las subcontratas y externalizaciones en el sector público, todos en nómina del Estado.
Esta es la batalla estratégica que dejó planteada la primera gran huelga de los trabajadores técnicos de Telefónica- Movistar. Una lucha ejemplar contra la esclavitud de la enorme precariedad laboral que sufre cada vez más gran parte de la clase trabajadora; producto de los planes que los gobiernos de la casta política ha implementado en complicidad con la burocracia sindical.