¿Qué nos puede enseñar la victoria de los estibadores? La lucha de clases como vía para torcerle el brazo al gobierno, a la UE y luchar por que la crisis la paguen los capitalistas.
La sola amenaza de huelga ha bastado para que el Real Decreto Ley aprobado por el gobierno de Rajoy para liberalizar la contratación en la estiba quedara derogado por las Cortes. El “no” ha sido para el gobierno del PP, pero también por elevación para el Tribunal de Justicia de la UE y su amenaza de sanción.
Uno de los sectores más concentrados, sindicalizados y coordinados del movimiento obrero han enseñado “músculo” y en esta ocasión ha bastado para evitar que varios partidos del Régimen votaran con la “responsabilidad de Estado” que les ha caracterizado en otros momentos. El “músculo” era económico -las pérdidas de cada jornada de huelga se han llegado a calcular en más de 50 millones de euros-, pero sobre todo político. El fantasma de un gran conflicto obrero en el centro de la escena, que podría regenerar el efecto “minero” de 2012, y dirigido contra todos los que hubieran votado “sí”, es un escenario que teme un PSOE con la peor crisis de su historia reciente.
Si algo demuestra lo ocurrido es que, contra todo escepticismo en la movilización social y contra toda ilusión en la “conquista del cielo” por la vía institucional, la lucha de clases , y en particular cuando quien se pone en marcha es la clase trabajadora, es la vía por la que se puede derrotar a un gobierno, a las instituciones europeas en que se escudan sus políticas antiobreras y reabrir la oportunidad para acabar con la “democracia del IBEX35” e imponer un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.
Como todos los medios han querido señalar, se trata de un hecho histórico. Solo había sucedido en dos ocasiones desde 1979, y en una por error. Además, entre los votantes del “no” han sido clave los diputados socialistas. Los del partido del 135, de la tanda de ajustes de 2010 a petición de la Troika, de las reconversiones industriales de los 80 y 90 a petición de la UE y Maastricht… Si alguien sabe algo de cargarse a sectores estratégicos del movimiento obrero, ese es el partido socialista. Sin embargo, los estibadores, aprovechando la situación de crisis que afecta a este pilar del régimen, han demostrado que se le podía torcer el brazo y obligarlo a votar “no”.
Sin duda, los ataques contra la estiba no han acabado. Ahora vendrá la “caballería” desde Bruselas, se relanzará la campaña mediática contra los “trabajadores privilegiados”… y la última palabra no está dicha. Sin embargo, se pueden sacar algunas lecciones interesantes de esta primera victoria que van más allá de la estiba misma.
Desde 2014 se viene imponiendo un nuevo “sentido común”, alimentado por el auge del nuevo reformismo como Podemos, de que la movilización social no podía lograr acabar con un régimen podrido y las políticas que venían descargando la crisis en las mayorías sociales. Por ello, la clave era pasar de las calles al impulso de proyectos electorales con un programa de reforma social, económica y política. Tomar las instituciones y desde ellas cambiar las condiciones de vida de la gente.
A casi tres años de aquello, hoy esa toma de las instituciones se ha hecho carne en importantes ayuntamientos y en el conjunto de las instancias legislativas hay nutridos grupos parlamentarios del “cambio”, empezando por los 71 del Congreso. Sin embargo, la práctica política es bien distinta a lo prometido. En los ayuntamientos del “cambio” se paga religiosamente la deuda, se abandonan demandas como la remunicipalización y se alega el estar en minoría o el marco legal vigente para justificar que no se estén tomando medidas efectivas para acabar con el paro, los desahucios o la pobreza energética. En el Congreso y los parlamentos autonómicos se permiten discursos más de izquierda y el apoyo a las movilizaciones existentes, como ha sido el caso de los estibadores, pero sin proponer ni una sola medida de lucha u organización para pelear por medidas concretas contra los grandes problemas sociales.
Los estibadores enseñando «músculo», sin siquiera poner en marcha su capacidad de lucha, han logrado superar hasta el momento el problema de la mayoría parlamentaria – 268 de los 350 diputados lo son de formaciones neoliberales que hacen de la obediencia a la UE un dogma- y las amenazas de Bruselas. Sin duda, no solo ha sido su amenaza, también las división en la misma patronal y sobre todo las condiciones de crisis abierta en el régimen y sus agentes. Pero esta situación crítica no es excepcional, es la norma desde 2011. Lo que los estibadores han demostrado es otra forma de utilizarla a la de ocupar mero espacio electoral.
Cabría preguntarse hoy ¿Qué no se podría lograr imponer si desde la izquierda reformista que habla de “cambio” y hasta de “volver a las calles” se exigiera a las direcciones sindicales el fin de la política criminal de concertación y paz social? ¿Qué se les podría imponer a los partidos del Régimen si aprovecharan sus posiciones para llamar a la organización y movilización de los trabajadores, los jóvenes y las mujeres?
Los ejemplos pueden surgir a decenas. Los ayuntamientos del “cambio” dicen que no pueden remunicipalizar porque están en minoría o que si generan empleo público de calidad, Montoro les interviene las cuentas. Ambas cosas son ciertas, como lo es que si Rajoy no aprueba la reforma de la estiba El Tribunal de Justicia de la UE sancionará. Pero ¿Qué hay que hacer? ¿Resignarse como viene haciendo Carmena, Colau, Santiesteve o Kichy? ¿O, por el contrario, preparar un gran movimiento de lucha para imponer esas demandas a los políticos al servicio de las grandes empresas y sus tribunales como han hecho los estibadores?
Lo mismo podemos decir de la labor parlamentaria de Podemos. Como dice el mismo Iglesias, en las Cortes no se puede sacar mucho más que proposiciones no de Ley. Pero ¿Porqué en más de un año como diputado no ha llamado ni a una movilización, ni a una asamblea, ni ha exigido a la burocracia sindical que mueva un dedo… por un aumento del SMI, por la derogación de la reforma laboral o por la nacionalización del criminal sector energético?
El caso de los estibadores demuestra que aquello a lo que ese nuevo “sentido común”, alimentado por el reformismo del «cambio», nos dice que no podemos aspirar – “porque una cosa es llegar al gobierno y otra es tener el poder”, “porque yo solo voy a prometer lo que podré conseguir, en acuerdo con el PSOE y la legalidad vigente”…- está a nuestro alcance si se retoma el camino de la movilización social, con los trabajadores al frente, y consecuentemente se defiende el único programa realista para resolver los grandes problemas sociales: uno que afecte directamente a las ganancias e intereses de los capitalistas.
La mejor conclusión que podemos sacar aquellos que nos hemos emocionado al conocer la victoria de los estibadores es que toda la clase obrera “tenemos que hacer como ellos”. Enseñar «músculo» y ponerlo en movimiento, poner en pie un gran movimiento de las y los trabajadores junto a los jóvenes, las mujeres, los inmigrantes… para acabar con el paro imponiendo el reparto de horas de trabajo sin reducir los salarios, a costa de los beneficios récord que están obteniendo las grandes empresas, la nacionalización de la banca y las grandes empresas estratégicas, como las eléctricas, bajo control obrero, el no pago de la deuda, impuestos a las grandes fortunas para poder garantizar una educación, una sanidad y servicios públicos suficientes y universales, entre otras medidas urgentes y fundamentales.
La victoria de la estiba, es una victoria contra la precariedad laboral para toda la clase trabajadora. Es necesario tomarla como punta de lanza, rodeando de solidaridad a los estibadores a los que se les van a seguir atacando para tratar de quebrarles, y exigiendo a la vez a la burocracia sindical y al nuevo reformismo que si quieren que sus declaraciones en favor de los parados, los precarios y el resto de trabajadores tengan algo de credibilidad, deben llamar a asambleas en los centros de trabajo en las que poder organizar un verdadero plan de lucha para imponer una salida obrera a la crisis.