A 7 años de la quiebra de Lehman Brothers, algunos pretenden dar la crisis por superada. Pero ésta sigue su curso con el freno de la economía china, la recesión en los “emergentes”, la inquietud sobre la situación europea y el débil crecimiento norteamericano.

Un repaso a siete años de vértigo

Los problemas económicos se hicieron visibles en el verano 2007 cuando explosionaron las hipotecas subprime, iniciándose la tormenta perfecta de la crisis. A partir de ahí, la caída de los valores bursátiles provocaron la ruina de muchos fondos de inversión como Bearn Stearns. Comenzando las profundas y aceleradas caídas en Bolsa, por lo que la FED y el BCE inyectaron 90.000 millones de euros en los mercados financieros en agosto. Posteriormente, en el primer trimestre de 2008 Estados Unidos entró en recesión. De manera que en realidad podemos situar el inicio de la crisis en verano de 2007.

La quiebra de Lehman Brothers, un año después, acentuó todo el proceso y el pánico se adueñó de los mercados. La decisión de no intervenir en su rescate, lo que desencadenó su quiebra, supuso un duro golpe para la seguridad de los inversores capitalistas, contagiando a todo el sistema financiero mundial.

El índice norteamericano S&P500 se desplomó cerca de un 40%. Una acción conjunta de la FED, el BCE y el Banco de Japón, el 17 de septiembre de 2008 inyectó al sistema 184.000 millones de liquidez en los mercados, aunque resultó insuficiente para evitar el desplome generalizado. Sin embargo, las continuas inyecciones de capital, las bajadas de tipos y las políticas económicas expansivas, hicieron que en 2009 la bolsa estadounidense alcanzara una rentabilidad del 13% alcanzando máximos históricos el pasado mayo con 2.130 puntos.

Sin embargo, el paro aunque ha bajado al entorno del 5%, el descenso de la población activa y el aumento de la precariedad cuestionan bastante esta supuesta mejora. La productividad no ha despegado y el crecimiento económico, en realidad, resulta bastante bajo, entre el 2% y el 3%, aproximadamente. Es decir, se recuperó la economía financiera gracias a la inyección de abundante liquidez y al mantenimiento de los bajos tipos de interés pero otros factores a considerar denotan que los problemas en la principal economía capitalista continúan.

En Europa, por otra parte, la situación se ha mostrado bastante más compleja. Por una parte, la inexistencia de un capitalismo centralizado que maneje las palancas de la economía para el conjunto de la Unión Monetaria, ha dificultado enormemente la toma de decisiones. Por otra parte, las relaciones que se establecen entre los diferentes estados que la componen son de lucha imperialista bajo hegemonía alemana. Esto genera que cada nación priorice sus propios intereses, con el permiso de Alemania que es quien impone los suyos.

En realidad, entre otras cosas, se ha impuesto en la práctica la Europa de dos velocidades: el sur endeudado y empobrecido que ha empeorado sus condiciones de vida, mientras el centro y norte de Europa ha sorteado gran parte de la crisis a costa del Sur, asegurándose el retorno de las inversiones financieras y los beneficios obtenidos por las mismas. No obstante, lo que es común a todos los estados europeos es la extracción salvaje de renta de los trabajadores y las clases populares en favor de los capitalistas.

Para asegurarse la recuperación de dichas inversiones realizadas fundamentalmente sobre la base de la burbuja inmobiliaria, la deuda financiera en 2010 se mutó en deuda pública. Esto obligó a Grecia, Irlanda y Portugal a pedir rescate a la Unión Europea, rescate-.país, puesto que sus bonos públicos fueron calificados como “basura” y resultaban incapaces de poder financiarse de manera autónoma en los mercados, dado los elevados intereses que les eran exigidos.

Los acuerdos de Maastricht impedían la financiación directa de los estados por parte del BCE, una manifestación más de la incapacidad capitalista por generar estructuras supranacionales sobre la base de la colaboración y el desarrollo mutuo. La Troika impuso en estos países, de acuerdo con sus respectivos gobiernos, políticas que han llevado a los trabajadores y las clases populares a una tremenda depauperación económico-social, con fuertes niveles de desempleo que empujaron a la emigración a los jóvenes más preparados.

En el caso griego, el más paradigmático, hicieron falta dos rescates, uno en 2010 por 110.000 millones y otro en 2011 por 130.000 millones. Pese a ello y al insoportable sufrimiento de los trabajadores y las clases populares, a los que se ha empobrecido reduciendo su nivel de vida a la mitad, la deuda ha seguido creciendo y ha sido necesario un tercer rescate por 86.000 millones de euros.

Y en estas, llegó Rajoy

Posteriormente, en 2012 y tras la llegada al poder de Mariano Rajoy España solicitó un rescate sui-géneris. Un rescate-financiero, por un importe máximo de 100.000 millones de euros. El ministro de economía Luis de Guindos y el presidente Rajoy lo tildaron de préstamo ventajoso. Sin embargo, las condiciones del rescate, aunque negadas, implican un recorte brutal de la sanidad, la educación, los servicios sociales y las pensiones, haciendo descargar así el pago de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores y las clases populares.

También fue acompañado de una Reforma laboral que facilita y abarata el despido para la primera fase de la crisis, caracterizada por los despidos masivos y, en consecuencia, del incremento del “ejército de reserva” que necesita el capitalismo. Mientras desregularizaba y precarizaba el empleo para la segunda fase de la crisis apoyada en el fuerte incremento de la plusvalía capitalista absoluta: no basada en el incremento de la productividad, no hay donde colocar la producción, sino en el aumento de las jornadas y la disminución de los salarios.

En el conjunto del continente europeo los procesos de incremento de la deuda pública, recesión en los países deudores del sur, bajo crecimiento en los países centrales, Francia y Alemania fundamentalmente, aumentaron la incertidumbre capitalista por lo que los inicios de la recuperación de 2009 se diluyeron. A diferencia de Estados Unidos donde lograron crecer aunque débilmente. Se vislumbró la descomposición de la Unión Monetaria por la crisis de la deuda, entre otras cosas facilitado por la inoperancia del BCE. Hasta que Mario Draghi logró un acuerdo in-extremis para poder declarar, en la famosa frase pronunciada el 26 de julio de 2012, que el BCE haría todo lo posible para salvar al euro y que eso sería suficiente.

Siete años después las entidades financieras son los grandes beneficiados de las nuevas medidas del BCE como las barras de liquidez condicionada a la concesión de créditos (TLTRO) o las compras de títulos respaldadas por créditos. Solo en el Estado Español la ayudas a la banca entre avales, préstamos fiscales, ayudas directas, etc… podría situarse durante todo el período por encima de los 200.000 millones de euros, casi el 20% del PIB. Y esto sale de las castigadas espaldas de los trabajadores y las clases populares, puesto que toda esta deuda de carácter privado pasó a ser pública.

Sin “luces” al final del túnel

A pesar de todo esto, la baja productividad, la sobreproducción y la deflación constante indican que la situación de crisis capitalista estructural y global, no ha sido superada pese a los incrementos de plusvalía absoluta obtenidos por los capitalistas. Siguen persistiendo elevadas deudas y una fuerte sobreacumulación de capital que no encuentra la tasa de ganancia suficiente por lo que continúa siendo esencial la destrucción masiva de capital. También contribuye la imposibilidad de los capitalistas de imponer las condiciones de explotación necesarias a la clase trabajadora para revertir esta situación, consecuencia de la lucha de clases que permanece viva con la resistencia que ofrece la clase trabajadora, si bien, en un plano meramente defensivo y sin lograr detener las agresiones en gran parte.

La desaceleración de China que ha bajado el crecimiento del PIB de cifras de dos dígitos a una previsión que seguramente no se cumpla del 7%, ha repercutido implosivamente sobre el crecimiento del comercio mundial. Esto ha afectado a las economías de los llamados países emergentes, que han visto disminuir el valor de sus materias primas y la sobreproducción de las mismas. Se ha disparado la inquietud por la previsible subida de tipos en Estados Unidos, lo que ya está provocando y podría acelerarse una masiva huída de capitales de los países semicoloniales, generando devaluaciones y crisis monetarias que lo más probable es que se acentúen.

Por otra parte, el crecimiento de los países en los que la economía crece algo más, Estados Unidos entre ellos, lo hace a niveles bastante inferiores a otros momentos históricos de recuperación y crecimiento económico. En definitiva las incertidumbres siguen siendo enormes, mientras la masa de desempleados no disminuye, las desigualdades se incrementan intensamente y la crisis de los refugiados, por ejemplo, en Europa puede desencadenar enfrentamientos xenófobos que desestabilicen más la economía.

Un capitalismo hispano que sigue en estado grave

Acabamos de conocer los nuevos datos revisados del Producto Interior Bruto para en Estado español, aportados por el INE, que nos indican que la crisis y los efectos de los recortes presupuestarios entre 2011 y 2013 fueron mucho más profundos. El retroceso acumulado para la economía española para ese período fue del 8,6% y no del 7,3% que es el que hasta ahora conocíamos. Con estas cifras y aún cumpliéndose las previsiones del gobierno, la legislatura se saldará con un crecimiento nulo y la recuperación de la actividad económica pre-crisis (2008) no se alcanzará hasta 2017. La caída económica del período 2010-2013 fue de un 5% frente al 3,7% que hasta ahora se creía. El avance registrado en 2014, un 1,4%, no ha sido revisado pero resulta claramente insuficiente.

También en relación al empleo con los nuevos datos se demuestra que la pérdida de puestos de trabajo a tiempo completo entre 2011 y 2013 fue similar a la registrada tras la explosión de la Gran Recesión, 2008-2009. Y, de nuevo, se aleja a 2020 el horizonte de recuperación del empleo.

Por otra parte, el objetivo central del gobierno del PP y la Troika, la disminución de la deuda, se ha mostrado como una imposibilidad permanente. Pese al incremento del PIB reciente al incorporar a la economía sectores sumergidos (drogas, armas y prostitución) que han pasado a ser contabilizados a partir de una estimación, la relación deuda pública/PIB no ha disminuido significativamente. Desde la llegada al poder de Rajoy la deuda pública se ha incrementado en 300.000 millones de €. En 2008, inicio de la crisis, suponía el 34,7% del PIB. Desde entonces, un trimestre tras otro no ha hecho más que crecer, triplicándose tanto en términos absolutos como en relación a tamaño de la economía. Ahora, en el segundo trimestre se ha reducido en tres décimas, quedándose en el 97,7% del PIB. Esto pretende venderse como un gran hito, cuando además ha sido consecuencia del crecimiento “sui-generis” del PIB al incorporar sectores de la economía sumergida.

Las recientes previsiones de crecimiento, publicadas en julio, para Europa realizadas por el FMI indicaron para la zona Euro un crecimiento del 1,5%. Por países destacan Alemania con un 1,6%, Francia un 1,2% e Italia con un 0,7%. Para el Estado español prevén un 3,1%, mientras Gran Bretaña podría crecer un 2,4%. El conjunto de países avanzados se estima crecerán un 2,1%, mientras para los emergentes se vaticina un 4,2%, destacando el 0,5% para América Latina. Es decir, gran debilidad y escaso crecimiento económico.

La bancarrota de un sistema que es urgente ser superado

La política no es otra cosa que economía concentrada según señalaba Lenin. Aunque como él mismo indicaba no por ello carece de su propia dinámica. En última instancia está determinada por los hilos materialistas que establecen las relaciones de producción.

En el caso de la economía capitalista, toda su crisis actual, su aguda descomposición y crisis se extiende como un reguero sobre la totalidad de la economía mundial y en relación a todos los ámbitos de la existencia: políticos, culturales, ideológicos, geopolíticos… haciendo patente a la mayoría de los trabajadores y las clases populares la viveza de la crisis en todas las esferas de su existencia.

Ese es el problema que tiene el capitalismo para imponer sus condiciones de explotación y reproducción ante un sistema económico caracterizado por el parasitismo de la clase dominante y la anarquía productiva, sin más objeto que la obtención de la valorización del capital invertido por un grupo social minoritario que se apropia de la mayoría del producto social generado.

La situación plantea la urgencia de lograr revertir las agresiones a los niveles de vida de los trabajadores y las clases populares, sustituyendo las políticas de expropiación de rentas de los sectores más humildes de la sociedad por su contrario. Haciendo, así, pagar la crisis a los capitalistas y aprovechar la movilización y la organización de la mayoría de la clase trabajadora para llevar adelante un programa anticapitalista revolucionario y transicional.

Publicado por Juan Carlos Arias

Juan Carlos Arias | Madrid

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