Las reivindicaciones y consignas democráticas lejos de haber quedado obsoletas y perder vigencia producto de la crisis histórica del sistema capitalista a la que asistimos, con duras consecuencias para las mayorías, han venido ganado un espacio en la sociedad y en la conciencia de amplios sectores. La crisis capitalista, que ha agravado las penurias de millones de trabajadores y sectores populares en todo el mundo, aceleró también la crisis de representación o crisis de los regímenes políticos. «Lo llaman democracia y no lo es», escuchamos desde el 15M con más fuerza.

El desprestigio de la «casta» de políticos corruptos, su defensa abierta de los intereses de banqueros y capitalistas, la impunidad de la que gozan «los de arriba», mientras aumenta la represión para «los de abajo», han puesto en cuestión a todas las instituciones de la  democracia para ricos. En este contexto, muchas demandas y consignas democráticas adquieren una gran fuerza movilizadora para amplios sectores.

Al mismo tiempo, estamos viendo el auge de formaciones reformistas como Syriza y Podemos que alimentan ilusiones de que es posible «recuperar la democracia» en los marcos de este sistema social capitalista. Las expectativas de conseguir cambios y transformaciones sociales importantes «asaltando las instituciones» por la vía electoral, llegan a millones de personas.

Sin embargo, estas ilusiones democráticas chocan rápidamente con la dureza de los sectores mas  conservadores del régimen y los centros de poder real de los capitalistas, como vemos hoy en Grecia.

En este artículo proponemos un recorrido sobre cómo abordaron la cuestión de las demandas democráticas, y su relación con la lucha por la revolución obrera y socialista, los autores clásicos del marxismo. Herramientas teóricas e históricas fundamentales para pensar en el mundo actual.

La democracia burguesa

Para dejar claro desde un inicio la posición marxista acerca de la caracterización de la democracia en el capitalismo hay que advertir que Engels, de forma inequívoca, llama al sufragio universal «arma de dominación de la burguesía». Para él, el sufragio universal, sacando evidentemente las enseñanzas de la larga experiencia de la socialdemocracia alemana, no es un medio capaz de expresar realmente la voluntad de la mayoría de los trabajadores y de garantizar su efectividad práctica. Engels dice que solo es el ’índice que sirve para medir la madurez de la clase obrera. No puede ser más ni será nunca más, en el Estado actual’. Esto está en plena coherencia con su consideración de que el Estado burgués, incluida la República democrática, se basa en bandas armadas para la defensa de la propiedad, en especial de los explotadores; y todo lo demás no tiene otra función que enmascarar y disimular este hecho.

Lenin ilustraba su concepción sobre el carácter de la democracia, en su discurso al Primer Congreso de la III Internacional en 1919 rescatando de las interpretaciones de la socialdemocracia a los fundadores del marxismo “Marx (…) mostró (…) el carácter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de ‘representar y aplastar’ al pueblo en el Parlamento”. Y exponía la inconsistencia para los explotados y oprimidos de las «libertades» de las que alardeaba la burguesía “La ‘libertad de imprenta’ es una de las principales consignas de la ‘democracia pura’. (…) esa libertad será un engaño mientras las mejores imprentas y grandísimas reservas de papel se hallen en manos de los capitalistas (…)A fin de conquistar la igualdad efectiva y la verdadera democracia para los trabajadores, para los obreros y los campesinos, hay que quitar primero al capital la posibilidad de contratar a escritores, comprar las editoriales y sobornar a la prensa, y para ello es necesario derrocar el yugo del capital, derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia. Los capitalistas siempre han llamado ‘libertad’ a la libertad de lucro para los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los obreros.(…)”.[1]

Los avances tecnológicos de hoy día en la difusión de la «opinión publica» o mejor dicho en la «opinión publicada», no le quitan justeza al análisis. Sino mas bien lo confirman en toda su esencia a pesar de los muchos años que han pasado desde que fue escrito.

Ya 1916, después de la lamentable claudicación de la socialdemocracia a la guerra imperialista y al chovinismo, Lenin en El Estado y la Revolución, había expresado una clara definición de los regímenes parlamentarios, mucho más sólida y científica que toda la charlatanería académica de ayer y de hoy: “La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar esta envoltura, que es la mejor de todas, cimienta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este Poder.

Los últimos dos siglos de dominación burguesa confirmaron la justeza de los análisis marxistas sobre el Estado y su carácter de clase, así como de los regímenes políticos que pueden dar forma a la dictadura del capital, e incluso de la «libertad» de la que se hacia eco la burguesía liberal y de izquierda. Libertad que fue abolida a golpe de fusil, siempre que la dominación de la burguesía fuese amenazada.

Las consignas y demandas democráticas

Sin embargo, los Marxistas proponemos en determinadas coyunturas o situaciones mecanismos basados en el sufragio universal, como pueden ser la Asamblea Constituyente, o en caso muy particulares, incluso hasta plebiscitos o referéndums. O levantamos consignas que en parte pueden ser obtenidas dentro lo los marcos de la propiedad capitalista.

Nos referimos a demandas como la autodeterminación nacional, la reforma agraria, la separación total de la iglesia y el Estado, el derecho a la salud pública, la educación pública, la libertad de asociación, de prensa, etc.

Así por ejemplo, nuestra organización defendió no solo el derecho de autodeterminación del pueblo catalán en general, sino que también defendió el derecho a que se realice el referéndum convocado por Arthur Mas y la Generalitat.

Por otro lado, a nivel estatal, a raíz de la nueva situación política que abrió el 15M caracterizada por una aguda crisis de régimen y la emergencia de nuevos fenómenos políticos, hemos levantado en repetidas ocasiones la necesidad de una Asamblea Contituyente Revolucionaria sobre las ruinas de este régimen para poder discutirlo todo.

Como explica el Programa de Transición, las reivindicaciones de carácter democrático, las de carácter transitorio y las directamente socialistas no están separadas en la lucha por etapas históricas, sino que surgen unas de las otras, incluso combinándose.

Como parte de un programa de acción más amplio, estas demandas democráticas pueden jugar un rol progresivo cuando permiten impulsar la movilización de las masas. Enfrentando de esta manera en su propia experiencia sus legítimas aspiraciones, con la ilusión de satisfacerlas mediante los mecanismos que ofrece la democracia burguesa.

Construyendo así al calor de la lucha tanto sus propias organizaciones como un partido revolucionario que luche directamente por el poder de los trabajadores.

Por lo que constituyen parte del arsenal táctico del marxismo, para salvar las distancias entre las condiciones objetivas de podredumbre y decadencia del sistema capitalista y las subjetivas, es decir el atraso en la formación de fuertes partidos revolucionarios anclados en la clase obrera, y las aún fuertes ilusiones en la democracia por parte de amplios sectores de masas.

Sin embargo, la utilización de estas consignas sólo puede ser episódica, circunstancial,- es decir no pueden ser usadas en todo momento y en todo lugar- ya que por tratarse de medidas que no cuestionan directamente la propiedad privada capitalista, la burguesía puede en determinado momento, obligada por las circunstancias, hacerlas propias quitándoles todo filo revolucionario, transformándolas en una soga al cuello de los trabajadores en lucha con la cual arrastrarlos políticamente detrás de uno u otro sector burgués (véase el frente popular español en la década de los 30).

En el caso del referéndum, plebiscito o consulta popular, la exigencia por los revolucionarios de este procedimiento es más acotada aún, ya que se trata de un mecanismo altamente manipulable por los gobiernos capitalistas de turno, que pueden digitar a su placer las preguntas y la propaganda de los grandes medios de difusión.

Por lo anterior se desprende que es importante para la correcta aplicación de estas consignas, como planteaba Lenin, «el análisis concreto de la situación concreta».

La Asamblea Constituyente

La Asamblea Constituyente es una consigna surgida históricamente de la Gran Revolución Francesa -puesta en práctica por el pujante Tercer Estado en la Asamblea Nacional Constituyente francesa de 1789 como una forma de poder revolucionario burgués frente al feudalismo. Se trata en verdad de la máxima institución democrática que la burguesía ha dado a lo largo de su historia como clase.

Ya en la época de las revoluciones proletarias ésta consigna u otras adaptadas a la realidad nacional, fueron utilizada episódicamente por los marxistas, no solo en los países donde su democracia formal fuera débil y con poca tradición parlamentaria -como Rusia en 1917, China en 1927-29 o la España de los 30- con importantes tareas inconclusas como la autodeterminación nacional de los pueblos, graves problemas agrarios… o en donde hubiera regímenes fascistas, sino también en países imperialistas con fuerte tradición republicana, democrática y fuertes parlamentos como Francia en el 34 o EE.UU en el 37.

En Rusia

La pelea por las consignas democráticas tanto las formales, como la libertad de expresión o reunión; como las estructurales, como la reforma agraria, el derecho de autodeterminación de los pueblos o la separación de la Iglesia y el Estado, estuvo presente en la lucha que dieron los grandes revolucionarios como Lenin o Trotsky. Durante las tres Revoluciones Rusas el partido bolchevique enarboló la bandera de luchar por la Asamblea Constituyente, levantando las demandas democráticas a la vez que se impulsaban los soviets y luchaban porque el poder pasara a estos organismos de auto-organización obrera.

Al respecto Trotsky decía en 1930: «Debe recordarse aquí que el bolchevismo no llegó al poder enarbolando la consigna abstracta de dictadura del proletariado. Combatimos por la Asamblea Constituyente de manera mucho más audaz que los demás partidos. Dijimos a los campesinos: «¿Exigen una distribución igualitaria de la tierra?- tomando el programa de los Socialistas Revolucionarios– Nuestro programa agrario – la colectivización- es mucho más completo. Pero sólo nosotros, y nadie más, les ayudaremos a acceder a la utilización igualitaria de la tierra. Para eso, deben apoyar a los obreros». Respecto a la guerra, les dijimos a las masas populares: «Nuestra tarea, como comunistas es hacer la guerra a todos los opresores. Pero ustedes no están dispuestas a ir tan lejos. Quieren escapar de la guerra imperialista. Sólo los bolcheviques los ayudarán a lograrlo»[2]

Sin embargo los bolcheviques no hacían un fetiche de esta consigna. Al respecto Trotsky recordaba: «(…) que en 1917, antes de Octubre, Zinoviev y Kamenev, al oponerse a la insurrección, se pronunciaron a favor de esperar que se reuniera la Asamblea Constituyente para crear un «Estado combinado” mediante la fusión de la Asamblea Constituyente y los soviets de obreros y campesinos. En 1919 fuimos testigos de la propuesta de Hilferding de inscribir a los soviets en la Constitución de Weimar. Hilferding, igual que Zinoviev y Kamenev, llamó a esto el «Estado combinado». Como pequeño burgués de nuevo tipo quería, en el momento mismo en que se producía un abrupto viraje de la historia, » combinar» un tercer tipo de Estado mediante el casamiento de la dictadura proletaria con la dictadura de la burguesía bajo el signo de la constitución.»[3]

Lenin explicará claramente que la Asamblea Constituyente en Rusia no representaba el estado de ánimo de las masas después de la toma del palacio de invierno, como si lo hacían los soviets «(…) la Asamblea Constituyente, convocada con arreglo a las listas de los partidos que existían antes de la revolución proletaria y campesina, bajo el dominio de la burguesía, entre inevitablemente en conflicto con la voluntad y los intereses de las clases trabajadoras y explotadas, que iniciaron el 25 de octubre la revolución socialista contra la burguesía. Es natural que los intereses de esta revolución tengan primacía sobre los derechos formales de la Asamblea Constituyente (…)»[4]Por lo que la Asamblea Constituyente fue disuelta después de la conquista del poder por el proletariado, tras la instauración de una democracia obrera basada en los mismos soviet, muy superior a la que podía ofrecer la burguesía.

Los bolcheviques no levantaban esta consigna porque pudiera tener necesariamente una aplicación para la práctica, sino porque ayudaba a que decenas de miles hicieran una experiencia con la forma más avanzada de la democracia burguesa, sacando las conclusiones de la destrucción del Estado burgués y su parlamentarismo, y la necesidad de conquistar un estado proletario. La burguesía en una época histórica donde ya no juega un rol revolucionario -como pudo hacerlo en su lucha contra el feudalismo en 1789- sino abiertamente contra-revolucionario, es incapaz de permitir una verdadera Asamblea de toda la nación para discutir sin límites todos los problemas de las masas. No pueden permitir que se ponga a discusión su dominio territorial, el problema de la concentración agraria o la solución a los problemas que afectan a los trabajadores y el pueblo como el paro, porque sería tanto como permitir que se abra la discusión sobre su dominio como clase.

En España

A la salida de la dictadura de Primo de Rivera, en el gobierno presidido por Berenguer y ante la posibilidad de que convocara unas Cortes Constituyentes, Trotsky planteaba en 1931«(…) Debemos desenmascarar implacablemente el charlatanismo de la consigna de las Cortes Constituyentes en los labios de la burguesía de «izquierda», la cual en realidad no quiere más que unas Cortes de conciliación por la gracia del rey y de Berenguer para hacer un trato con las viejas camarillas dirigentes y privilegiadas.

Pero para lograrlo no bastaba con rechazar o incluso boicotear esta instancia capada de la mas elemental democracia desde el comienzo, por lo que dejaba claro qué tipo de Cortes Constituyentes podían asumir las tareas pendientes.
«Unas verdaderas Cortes Constituyentes pueden ser convocadas únicamente por un gobierno revolucionario, como resultado de la insurrección victoriosa de los obreros, de los soldados y de los campesinos. Podemos y debemos oponer las Cortes revolucionarias a las Cortes de Conciliación; pero, a nuestro juicio, sería erróneo renunciar, en la
etapa actual, a la consigna de las Cortes revolucionarias.

Y alertaba contra el peligro sectario de una posición reduccionista, lo que imposibilitaría la construcción de un partido revolucionario de la clase obrera que pueda ganar una posición hegemónica «Constituiría un doctrinarismo lamentable y estéril oponer escuetamente la consigna de la dictadura del proletariado a los objetivos y divisas de la democracia revolucionaria (república, revolución agraria, separación de la Iglesia del Estado, confiscación de los bienes eclesiásticos, libre determinación nacional, Cortes Constituyentes revolucionarias). Las masas populares, antes de que puedan conquistar el poder, deben agruparse alrededor de un partido proletario dirigente. La lucha por la representación democrática, así como la participación en las Cortes en una u otra etapa de la revolución, pueden facilitar incomparablemente la realización de este cometido.»[5]

«(…) Reducir todas las contradicciones y todos los objetivos a un solo denominador: la dictadura del proletariado -decia Trotsky-, es una operación necesaria, pero completamente insuficiente. Aun en el caso de dar un paso adelante, admitiendo que la vanguardia proletaria se haya dado cuenta claramente de que sólo la dictadura del proletariado puede salvar a España de la descomposición, sigue planteada en toda su amplitud la tarea preliminar de reunir y cohesionar alrededor de la vanguardia a los sectores heterogéneos de la clase obrera ya las masas trabajadoras del campo, todavía más heterogéneas.»

Francia

Trotsky también sostuvo en los años 30 consignas democráticas como la Asamblea Constituyente incluso para Francia. En 1934 planteó la consigna de una “Asamblea única” que combinara los poderes legislativos y ejecutivo, a partir de la abolición del senado y de la presidencia de la República, donde sus miembros fueran elegidos con carácter revocable, sin discriminaciones de sexo o nacionalidad sobre la base de asambleas locales, y que no percibieran más que el salario de un obrero especializado por su cargo.

“Somos, pues, firmes partidarios del estado obrero-campesino, que arrancará el poder a los explotadores. Nuestro primordial objetivo es el de ganar para este programa a la mayoría de nuestros aliados de la clase obrera. Entre tanto, y mientras la mayoría de la clase obrera siga apoyándose en las bases de la democracia burguesa, estamos dispuestos a defender tal programa de los violentos ataques de la burguesía bonapartista y fascista.” para lo cual planteaba la formación de milicias de trabajadores y campesinos pobres sin ninguna confianza de que el estado fuera a desarmar a las bandas fascistas. Pero señalaba: “Sin embargo, pedimos a nuestros hermanos de clase que adhieren al socialismo ‘democrático’, que sean fieles a sus ideas: que no se inspiren en las ideas y los métodos de la Tercera República sino en los de la Convención de 1793”[6]

Esta posición buscaba dialogar con las aspiraciones e ilusiones democráticas de las masas, y a separarlas y enfrentarlas sus jefes, sin dejar de pelear por el poder obrero, sino creando las condiciones subjetivas para alcanzarlo. Para Trotsky «Los trabajadores que adhieren al socialismo demo­crático comprenderán luego que tal socialismo no es suficiente para defender la democracia, y que ésta debe ser reconquistada.»

En Estados Unidos

El ejemplo de la política sugerida por Trotsky en EEUU al joven SWP, así como en Francia, descarta la falsa idea de que las consignas democráticas están reservadas para los «países atrasados» o capitalistas dependientes. La enmienda Ludlow, generó una importante discusión hacia dentro del grupo norteamericano en la que Trotsky intervino. Ludlow, un senador demócrata, había propuesto en 1937 una reforma que obligaba al gobierno a realizar un referéndum sobre la participación o no de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Esta medida era apoyada por la amplia mayoría de la población. Aunque fue rechazada en el parlamento por un pequeño margen.

Los dirigentes del SWP de forma casi unánime se habían opuesto a la enmienda y rechazaron cualquier consigna a favor del referéndum.

Trotsky se opuso a esta decisión y propuso levantar una política de apoyo crítico a esa iniciativa. En efecto, Trotsky consideraba que la enmienda «representa la aprehensión del hombre de la calle, del ciudadano común, del burgués medio, el pequeño burgués, y aún el granjero y el trabajador.»Pero decía a continuación «Sabemos que esto no es suficiente ni aún eficiente y proclamamos abiertamente esta opinión, pero al mismo tiempo estamos listos a ayudar al hombre humilde para llevar a cabo su experiencia contra las pretensiones dictatoriales de las grandes empresas.»

Las amplias masas de EEUU buscaban medios «democráticos» para controlar a sus representantes y evitar la guerra. Querer frenar la guerra era sin dudas altamente progresivo. Aunque contuviera la ilusión de que podía lograrse por esos medios.

Todos acordaban con que ningún referéndum podría evitar el estallido de la guerra, ni decidir realmente si los Estados Unidos participaran o no, pero Trotsky pensaba que entre las masas “No podemos disipar estas ilusiones por decisiones a priori, sino únicamente en el curso de la acción común”. Por lo que para él era necesario decir abiertamente a las masas que los revolucionarios lucharían al lado de sus hermanos de clase a favor del referéndum propuesto por Ludlow, demostrando que ni él ni las instituciones de las democracia norteamericana estarían realmente interesados en realizarlo y que la clase obrera solo podría confiar en sus propias fuerzas para realizar semejante referéndum, o con o sin él, impedir la entrada de EEUU en la guerra.

Conclusiones

Las ilusiones en la democracia de la burguesía, o la idea de que basta un cambio de gobierno, por uno «decente» o «de izquierdas» , para resolver los grandes problemas a los que nos someten, no puede desaparecer sólo por la propaganda socialista de los revolucionarios -aunque es una tarea imprescindible-, sino que la propia experiencia con dicha falsa democracia será crucial. Es por ello que los revolucionarios debemos plantear audazmente consignas democráticas. Pero es imprescindible sobre la base del programa democrático, oponer los intereses de los trabajadores y su independencia política a los intereses de su burguesía.

Es que existe una interpretación «democratizante» de estas consignas, que se desliza a embellecer maniobras de regeneración burguesa, y alimentar las ilusiones de las masas con procesos constituyentes maniatados y surgidos de las entrañas de los mismo regimenes en un intento de reformarse, cambiando algo, para que nada cambie.

Y es que estas consignas al no suponer un cuestionamiento directo a la propiedad privada de los grandes medios de producción, pueden ser utilizadas por la burguesía para cerrar agudas crisis de régimen y evitar o desviar procesos revolucionarios. En ese caso, los revolucionarios deberíamos usar la autoridad ganada en la lucha por las demandas democráticas desde un inicio, para denunciar la maniobra de la burguesía y sus partidos y preparar la lucha por el poder obrero.

Mas allá de las diferencias históricas, las palabras de Trotsky en los años 30 parecerían estar escritas para el lector de hoy «Toda Europa ha entrado en una época de contra-reformas económicas y políticas. Lo que provoca la política de expoliación y ahogo de las masas no son los caprichos de la reacción, sino la descomposición del sistema capitalista. Ahí está el hecho fundamental, que debe ser asimilado por cada obrero, si no quiere que se lo engañe con frases huecas.»[7]

Para él, la tarea mas urgente es acabar con la propiedad privada capitalista y su socialización «Pero incluso las mayores “concesiones” de las que es capaz el capitalismo contemporáneo (acorralado él mismo en un callejón sin salida) seguirán siendo absolutamente insignificantes en comparación con la miseria de las masas y la profundidad de la crisis social. He aquí por qué la más inmediata de todas las reivindicaciones debe ser reivindicar la expropiación de los capitalistas y la nacionalización (socialización) de los medios de producción. ¿Que esta reivindicación es irrealizable bajo la dominación de la burguesía? Evidentemente. Por eso es necesario conquistar el poder.»[8]

Es por esto que no podemos ocultar que para hacer efectiva la solución a todas las demandas democráticas más elementales y el fin de toda opresión y explotación debemos llevar la lucha hasta la destrucción del Estado burgués y la constitución de un estado obrero. Para esto, hay que plantear claramente el carácter de clase de la revolución necesaria para acabar con el capitalismo y construir el socialismo, sin caer en lugares comunes como «la ciudadanía» o «el pueblo» que sólo aportan confusión.

Las organizaciones de los trabajadores, y en particular los que nos proponemos construir un gran partido revolucionario, tenemos que conocer las tradiciones del marxismo y aprender de éstas a utilizar las demandas democráticas en los momentos adecuados para dejar en evidencia la charlatanería y las promesas de los capitalistas y sus políticos. Transformando éstas en armas que sirvan para que las masas se deshagan de sus ilusiones, a la vez que construimos nuestras propias organizaciones en la perspectiva de los consejos obreros y del pueblo pobre, ese necesario doble poder para derrocar el poder burgués y a su vez la base del estado obrero. La democracia de los trabajadores y el pueblo. La dictadura para el capital.

 

NOTAS:

[1] Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, V.I. Lenin, Marzo de 1919.

[2] Problemas de la revolución Italiana, León Trotsky, 14 de mayo de 1930.

[3] Idem.

[4] Tesis acerca de la Asamblea Constituyente, V.I. Lenin, 1818.

[5] La Revolución Española y las tareas de los comunistas, León Trotsky, 24 de enero de 1931.

[6] Un programa de acción para Francia, León Trotsky, Junio de 1934

[7] ¿A donde va Francia?, León Trotsky, Octubre de 1934.

[8] Una vez mas ¿A donde va Francia?, León Trotsky, Marzo de 1935.

Publicado por Federico Grom

Federico Grom :: Barcelona

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