Tras las elecciones andaluzas, el debate sobre la investidura de Susana Díaz del PSOE, acelera las definiciones políticas de Podemos. Las propuestas de dialogo con la “casta” socialista, que gobierna Andalucía hace 33 años, han abierto una crisis y muestran los límites del discurso transversal “ni de derechas ni de izquierdas” del partido de Pablo Iglesias.
Andalucía, la primera contienda electoral del año en el Estado español, mostró la capacidad de resistencia del maltrecho bipartidismo español. El PSOE retrocedió, pero ganó; el PP se hunde e IU queda al borde del knock-out. Lo que irrumpe es, por un lado, el neopopulismo de derecha de Ciudadanos, y por el otro, Podemos, con un resultado que consolida a la formación pero muestra sus límites y tiene sabor a derrota.
El PSOE de Susana Díaz, ganador de la jornada, ya adelantó que va a gobernar en solitario, pero sin mayoría absoluta necesita al menos la abstención de algunas de las fuerzas de oposición para asumir el gobierno. La sesión de investidura se prevé para el 16 de abril. Para llegar a la mayoría absoluta (55 diputados), Susana Díaz (47 diputados) necesitaría en primera votación el apoyo de Podemos (15) o Ciudadanos (9). De no conseguirlos, según el estatuto de autonomía, le bastaría en segunda vuelta la “mayoría simple”, con la abstención del PP, Podemos o Ciudadanos.
El PP, que salió segundo, defendió durante la campaña que dejarían gobernar a la lista más votada y Díaz podría contar con su abstención. Ya sea en primera o segunda vuelta, nada hace prever que vayan a cambiar de postura, sembrando para pedir una devolución de favores para las generales.
Ciudadanos, por su parte, exige condiciones inaceptables a Díaz para no votar en contra en primera vuelta: que eche a José Antonio Griñán y Manuel Chaves, dos líderes históricos del PSOE andaluz implicados en graves casos de corrupción.
Con este escenario Díaz respira tranquila, ya que ningún partido se propone bloquear su investidura. Pero aún más tranquilidad le ha dado la aparición de un aliado, para algunos inesperado, en Podemos.
A pocos días de las elecciones, la secretaria de Análisis Político y Social, Carolina Bescansa, hizo el primer gesto desde las filas del pabloiglesismo para mostrar la predisposición de Podemos a dialogar con el PSOE y valorar un posible acuerdo.
“Sería un error y vieja política que dijéramos cual es nuestra posición sin escuchar al resto de interlocutores. Anticipar una decisión significa decir que este proceso (la ronda de negociaciones) no vale para nada. Ahora toca sentarse y esperar”, dijo Bescansa.
Un poco estupefactos por estas declaraciones, muchos de los simpatizantes del partido reclaman en las redes sociales que el sentido del voto de los diputados andaluces sea sometido a un referéndum “online”, pidiendo rendición de cuentas de la tan publicitada “consulta a las bases” sobre cualquier pacto electoral.
Pero la dirección no está dispuesta a dejar el tema en manos de las bases ya que, dicen, se enmarcaría en “la actividad parlamentaria que corresponde” a sus 15 diputados en la Cámara andaluza. Curiosa justificación de una contradicción con los principios supuestamente democráticos que estuvieron en la base fundacional de Podemos. Si la “actividad parlamentaria” de los diputados de Podemos no está sometida al control de la propia organización, ¿qué queda por controlar en un partido que centra toda su estrategia en “llegar a las instituciones”?
¿Podemos o no podemos?
La posición de Podemos frente a la investidura en Andalucía ha transitado en los últimos días por una sucesión de enredos. Comienza en una reunión el jueves pasado de Teresa Rodríguez (militante de Anticapitalistas) y cabeza de lista de Podemos con Susana Díaz, en la que condicionó facilitarle la investidura a que acepte una serie de medidas “de sentido común”, como la dimisión de Griñán y Chaves, del mismo modo que hiciera Ciudadanos. También exigió que no se mantengan convenios con entidades financieras que ejecutan desahucios; la publicación del listado de asesores y sus sueldos; y la readmisión de empleados públicos. «Si se aceptan estas propuestas razonables se vota que sí y si no se aceptan, se vota que no», dijo Rodríguez.
Pero dos días después, desde la cúpula de Podemos comenzó una operación de prensa para rebajar el nivel de exigencia. Íñigo Errejón aseguró que en Andalucía “hay posibilidad de entenderse” y que los votantes “están solicitando que se abra el diálogo y el entendimiento”.
Este recule fue más tarde reafirmado por la ignota secretaria de Coordinación Ejecutiva de Podemos, Ángela Ballester, que aseguró que las medidas propuestas por Rodríguez a Díaz no eran “condiciones” ni “líneas rojas” para facilitar su investidura, sino “propuestas” para hablar.
Así, la cúpula del partido desautorizó a su portavoz en Sevilla. Como se ve, en Podemos la voz de “ordeno y mando” sigue viniendo de Madrid, a pesar del acuerdo de cúpulas por conveniencia que Pablo Iglesias firmó hace varias semanas con Rodríguez para las elecciones andaluzas.
Teresa Rodríguez respondió desde su cuenta de Twitter: «No facilitaremos un gobierno que vaya en contra de los andaluces. Estas son nuestras tres condiciones para dialogar”. Pero allí no acabaron los enredos. 24 horas después, la dirección de Podemos se echaba para atrás justificándose en un “malentendido terminológico”. Carolina Bescansa decía que la que manda en Andalucía es Rodríguez.
La movida continuará después de Semana Santa, cuando Susana Díaz y Teresa Rodríguez vuelvan a reunirse y retomen una negociación, para la cual Podemos designó además a Sergio Pascual, responsable de Organización de la formación y del riñón de Pablo Iglesias, y a Manuel Garí, de la dirección de Anticapitalistas y «hombre de confianza» de Rodríguez, como negociadores. ¿Y los 15 parlamentarios electos de la formación? Al banquillo.
Las “condiciones” y la voluntad de negociar con el PSOE
Aunque desde Podemos aseguran que hay unidad de pensamiento entre Madrid y Andalucía, los entretelones de los últimos días han sido presentados por la prensa como una “guerra” de “posiciones antagónicas”.
Pero esta lectura mediática amplifica las diferencias superficiales sin dar cuenta de las coincidencias de fondo. Las tres “condiciones” o “propuestas”, depende quien lo diga, para la negociación con Susana Díaz muestran dos líneas tácticas, una más “dura”, otra más “blanda”, pero con un mismo sustrato estratégico: la voluntad de negociar con la casta política del PSOE andaluz.
Porque cuando hablamos del PSOE en Andalucía, no sólo hablamos de los aplicadores seriales de las políticas de recortes de la Troika y de los escándalos de corrupción con los EREs truchos, que ya es mucho. Sino también del partido que desde hace 33 años, como denuncia la CUT, “ha mantenido en Andalucía los privilegios de los terratenientes y del mundo de los negocios, que han hecho posible y ejecutado las directrices de los poderes neoliberales de la UE, la integración en la OTAN y las bases militares norteamericanas, la banalización cultural y la inequidad educativa, el paro más alto de occidente…”. Vale preguntarse, ¿si esta no es la casta, la casta dónde está?
Ni el núcleo dirigente de Iglesias y el sector de Anticapitalistas representado por Rodríguez cuestionan esta realidad como un límite infranqueable para cualquier tipo de negociación política. Al contrario. Hace pocos días preguntaron a Iñigo Errejón si abstenerse en Andalucía no sería favorecer un gobierno “de la casta”, a lo cual éste justificó que en tal caso Podemos “estaría posibilitando un gobierno que tiene el voto mayoritario de los andaluces”. Pero, ¿acaso no votó también “la mayoría” al PP?
De pronto, el PSOE no es tan “casta” como hace unos meses. Como dijo Carolina Bescansa sin que nadie de Podemos la contradijera: “nuestro principal contrincante es el PP porque ha protagonizado todas las medidas antisociales, los recortes y la obediencia a la Troika”.
Las “condiciones” que propone Podemos para una negociación de apoyo a Susana Díaz no van más allá de la lógica de la “regeneración democrática” y bien pueden ser asimiladas por el régimen capitalista. Purga de corruptos, control fiscal y del financiamiento de los partidos, reducción de gastos públicos y una “ley antidesahucios” que hasta Izquierda Unida se dio el lujo de criticar “por izquierda” sin sonrojarse (tras haber sido cómplice del PSOE durante años en un gobierno de coalición), porque podría firmarla hasta el PP. Incluso la medida más “radical”, la readmisión del personal de la administración pública despedido por los recortes, puede ser fácilmente sorteada como promesa “para el futuro”.
Los partidos del régimen capitalista son capaces de pintarse de rojo si de ese modo pueden perpetuarse en el poder. El PSOE no es una excepción. Mucha historia y muchas tragedias para la clase trabajadora y el pueblo hay en el Estado español como para no haber aprendido esa lección política elemental.
“Con la casta no se pacta”
Como trasfondo de los enredos podemistas en Andalucía, el clima entre la militancia y los simpatizantes se viene crispando. En las redes sociales, se extiende la percepción de que el sólo hecho de proponer “condiciones” para el diálogo es una forma de abrir el juego a futuros pactos. Centenares de comentarios en Twitter, Facebook y en los artículos de prensa dicen más o menos esto: “Con la casta no se pacta, si lo hacen adiós a Podemos”.
En la misma línea, la corriente “Andalucía desde abajo”, que se opuso en su momento al pacto entre Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias, sostiene en su página de Facebook que “Podemos no ha logrado ser la cuña para romper el ‘susanato’ pero tampoco puede quedarse para ser muleta. Nacimos para acabar con el régimen. Si el objetivo es echarlos y que no se perpetúen, ni apoyo ni abstención. NO a Susana Díaz. NO a más régimen de la PSOE”.
Otra crítica, de las más duras, proviene de la CUT, que recientemente rompió con IU e integró algunos de sus militantes en Podemos. Dicen en un comunicado: “PODEMOS no puede avalar ni activa ni pasivamente un nuevo gobierno presidido por Susana Díaz. Más que una votación parlamentaria y una decisión política, lo que se dilucida es una cuestión de principios y lo que se defiende es una posición moral. Bajo ninguna circunstancia, en ese acto de investidura PODEMOS ha de amparar o mirar hacia otro lado y contribuir así, aunque sea por omisión, a la legitimación de un gobierno que se constituirá para en adelante ejecutar, como ha venido haciendo década tras décadas, políticas a favor de las élites, del clientelismo y de las corruptelas, de la articulación en el armazón neoliberal de España y la UE y ello con la connivencia y colaboración del PP y de los grandes empresarios”.
El problema de fondo
La dirección de Podemos, empezando por Pablo Iglesias, ve en las negociaciones con Susana Díaz y el PSOE andaluz un terreno delicado, que tiene más importancia futura que presente. La performance de Podemos en las encuestas viene decayendo, cuando por delante están las elecciones locales y autonómicas (mayo) y, sobre todo, las generales a fines de 2015.
La idea de un gobierno Podemos en el horizonte comienza a desvanecerse. La cúpula de Podemos se mira en el espejo de Syriza consciente de que la situación del partido de Tsipras, a pesar de la claudicación que significó haber pactado con los derechistas de Anel, fue infinitamente mejor. El Pasok griego se hundió, el PSOE no.
Con la emergencia de Ciudadanos, la crisis del bipartidismo está dando lugar a un cuatripartidismo que deja a Podemos en el peor de los mundos: defendiendo un programa cada vez más indistinguible de la socialdemocracia tradicional, pero sin la capacidad de conquistar una mayoría electoral.
Por eso, como dicen los yanquis -a los que Pablo Iglesias se ha acercado bastante y no muy sigilosamente en las últimas semanas-, Podemos necesita “dejar sus opciones abiertas”. Y el PSOE es una de esas “opciones”.
A este paso, la asimilación de Podemos a la realpolitik burguesa puede que sea tan o más rápida que su irrupción en la vida política española.
Contra una deriva cada vez más conservadora, la única alternativa para quienes se propone una transformación radical de la sociedad, es la defensa de un programa de ruptura anticapitalista con el régimen y retomar el camino de la movilización obrera y popular.